Si de viejas tonadilleras se
tratara, acaso alguien, evocando el sonido del gramófono y la melancolía de “La
violetera” y “El relicario”, me mentaría el nombre de Raquel Meller (1888-1962).
Pues no hace tanto, el 2013, en Madrid se reestrenó el musical “Por los ojos de
Raquel Meller”, que nos contaba la historia de una cantante que lograba fama
internacional tras sus duros comienzos en los escenarios. A su impactante
belleza y a su carácter arrollador sumaba su manera de vivir y trascender la
copla, lo que la acercó a un público entusiasmado. "Ella no cantaba, ella
sufría". Pero, no es mi intención, aquí y ahora, tratar de la gran artista
de Tarazona, sino de una de sus predecesoras nacida en Almazán. Y me refiero,
en concreto, a la cupletista Braulia Corredor de la que ignoramos casi todo.
Empero, los escasos ecos de sus pasos nos susurran una bonita historia que
tiene algo de mitológica y enigmática.
Desconocemos en qué fecha de la
segunda mitad del siglo XIX la joven y guapísima Braulia Corredor, conocida por
“La Guerra ”,
abandonó la villa de Almazán, acompañada de una hermana menor, para irse a
Barcelona, donde ambas se ganaron la vida como cupletistas. Fruto del éxito
obtenido, después, “La Guerra ”
fue contratada para los Estados Unidos y rodó con fortuna por los escenarios. Sucedió
así que en Río de Janeiro se enamoró de ella el rico hacendado Sr. Mello
Machado y, como la chica era buena, no dudó en casarse con ella. Braulia exigió
a su esposo que protegiese a su padre y a su hermana. Además le pidió que,
cuando ella muriese, el valor de sus alhajas lo repartiera entre los pobres de
Almazán.
Pasado un tiempo, “
José María Martínez Laseca
(15 de octubre de 2015)
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