viernes, 16 de octubre de 2015

La cupletista de Almazán

Si de viejas tonadilleras se tratara, acaso alguien, evocando el sonido del gramófono y la melancolía de “La violetera” y “El relicario”, me mentaría el nombre de Raquel Meller (1888-1962). Pues no hace tanto, el 2013, en Madrid se reestrenó el musical “Por los ojos de Raquel Meller”, que nos contaba la historia de una cantante que lograba fama internacional tras sus duros comienzos en los escenarios. A su impactante belleza y a su carácter arrollador sumaba su manera de vivir y trascender la copla, lo que la acercó a un público entusiasmado. "Ella no cantaba, ella sufría". Pero, no es mi intención, aquí y ahora, tratar de la gran artista de Tarazona, sino de una de sus predecesoras nacida en Almazán. Y me refiero, en concreto, a la cupletista Braulia Corredor de la que ignoramos casi todo. Empero, los escasos ecos de sus pasos nos susurran una bonita historia que tiene algo de mitológica y enigmática.
Desconocemos en qué fecha de la segunda mitad del siglo XIX la joven y guapísima Braulia Corredor, conocida por “La Guerra”, abandonó la villa de Almazán, acompañada de una hermana menor, para irse a Barcelona, donde ambas se ganaron la vida como cupletistas. Fruto del éxito obtenido, después, “La Guerra” fue contratada para los Estados Unidos y rodó con fortuna por los escenarios. Sucedió así que en Río de Janeiro se enamoró de ella el rico hacendado Sr. Mello Machado y, como la chica era buena, no dudó en casarse con ella. Braulia exigió a su esposo que protegiese a su padre y a su hermana. Además le pidió que, cuando ella muriese, el valor de sus alhajas lo repartiera entre los pobres de Almazán.
Pasado un tiempo, “La Guerra” falleció. Y “El Día de Madrid”, Diario político neutral, nº 1.459, del viernes, 7 de noviembre de 1913, página 3,  rotulaba la noticia con este titulo: “El dinero de una cupletista” y este subtítulo: “Una muerta misericordiosa”. Su feliz conclusión: “La Guerra” ha muerto, y su marido, fiel cumplidor de su palabra, ha venido hoy a este pueblo, acompañado del canciller de la Embajada de Brasil para repartir siete mil duros, importe de las alhajas”. Tan generoso gesto fue objeto de elogios generales. Tendré, pues, que preguntarle a mi amigo José Ángel Márquez, cronista de Almazán, por los afortunados y por su paisana cupletista.
José María Martínez Laseca
(15 de octubre de 2015)    

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