jueves, 2 de julio de 2015

El reclamo festivo

Las fiestas populares son la mayor manifestación del folklore. Seña de identidad inequívoca. De ahí que formen parte del patrimonio cultural inmaterial de las colectividades. Porque constatan un rincón de su alma. Con esa riqueza simbólica, cultural y tradicional, su autenticidad y recursos (leyendas, mitos y ritos, música y canciones, gastronomía…) trascienden lo propiamente material, ya que nos transportan a otros mundos por medio de una poética propia como forma de trasmisión de ideas.
Toda fiesta grande se espera y se desea porque abre un tiempo nuevo. Un tiempo sagrado o de ruptura con la rutina cotidiana, a la vez que es de excepción o subversión del orden establecido, ya que, en su paréntesis, la sustitución del rito social por el rito festivo permite ciertas licencias o excesos. La fiesta crea una conciencia general, deliberadamente superior a la estructura de clases y a determinados preceptos del orden moral. A ella subyacen rasgos atávicos, asociados a sus creencias, costumbres y, probablemente, a sus orígenes y a la misma subsistencia como entidad colectiva. No es de extrañar por ello que las fiestas populares se hayan convertido en un gran reclamo para el turismo internacional. Se ve en Internet el interés que despiertan. La Noche de San Juan, San Fermín o la Tomatina de Buñol están entre las más aclamadas de España para el mercado europeo. No se destacan las nuestras de Soria, sin duda de las más expresivas. Porque no son reiterativas, sino variadas y ricas en su secuencia narrativa. Así, las de San Pedro Manrique aúnan el rito solsticial del paso del fuego, la leyenda medieval y la pingada del mayo. Aquí, las tres móndidas protagonistas adquieren claras connotaciones sexuales. En la ciudad de Soria sus fiestas plasman un rito gastronómico-sexual, en torno al toro. Su pasión festiva justifica la ruptura del tabú de comer al animal totémico para poder adquirir su fuerza genésica.
Ambas son redentoras. Para que la vida siga. Cual fuegos artificiales o pompas de jabón, las fiestas son tan vistosas como efímeras. Muestran el “Carpe diem” y el “Collige, virgo, rosas”. Por eso cuando acaban quienes las han vivido intensamente se sienten desorientados y perdidos. Como expulsados del paraíso.    
 José María Martínez Laseca
( 4 de junio de 2015) 


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