El siluro es un pez de agua dulce,
procedente de los grandes ríos de Europa central: feo, grande y con bigotes. No
es el pez más simpático del mundo, ya que resulta un “monstruo de río”. Introducido
en España irresponsablemente, lejos de
su hábitat natural en aguas frías, su reproducción parece imparable. Así, los
siluros se han adueñado del río Ebro, con tamaños de hasta 2,5 m . de largo y más de 90 kg . de peso. Es, pues, un invasor, un voraz depredador que
arrasa con la fauna autóctona de pececillos, barbos y truchas. Ahora,
pescadores de Almazán denuncian su irrupción en el río Duero, lo que puede
afectar gravemente a nuestras reservas de pesca.
Con ser este un problema
importante, no es el tipo de fauna que más nos preocupa, sino la humana, dados
sus comportamientos y actitudes. En la vida misma -cual en literatura los
personajes-, las personas debieran definirse en base a tres criterios: por lo que hacen, por lo
que dicen y por lo que de ellas se dice. Así de los políticos. Si bien en lo de
la cosa pública hay mucho de postureo patético e hipocresía. Abundan políticos
que nada dicen -ni hablan, ni escriben-, que poco o nada hacen y que esperan,
eso sí, que se hable de ellos. Aunque sea mal, por aquello de “échame pan y
llámame perro”. Muchos demuestran no pensar por sí mismos, ya que “cuando todos
piensan igual nadie piensa nada” o, dicho de otro modo, uno piensa por todos y
los demás le siguen como en una secta. La gente ha de implicarse en política,
dado que la política que tú no haces se puede hacer en tu contra. Empero, un
político tiene que ser algo más que mero político, o astuto “ganapán”, pues
dicho cometido debiera ser algo circunstancial y no permanente.
De la diversidad de opiniones y
del contraste de pareceres -las personas son respetables pero las opiniones son
discutibles- es de donde brota la luz y surge el proyecto común de futuro. A
pesar de quienes acostumbran a meter el dedo en el ojo ajeno o a hacer astillas
del árbol caído de los vencidos, sin actuar nunca como contrapoderes. La misma
vara de medir para todos y no plata para el amigo y para el discrepante palo.
Sin excesos de azúcar, ni de vinagre. Como dice Luis García Montero: deberíamos
estar alegres de la existencia de una prensa libre que saque la basura a la calle.
José María Martínez Laseca
(23 de julio de 2015)
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