Ante la muerte de Omar Sharif, en
la ola de calor, hojeo “El doctor Zhivago” de Boris L. Pasternak y sueño con la
nieve: limpia, austera, severa, tibia, inhóspita, tentadora y traviesa. Como la
muerte, es la gran igualadora y cae sobre todos los vivos y los muertos. Se
puede usar -lo mismo que la lluvia o la niebla- para cualquier cosa, ya que
añade efectos y afectos especiales.
Por eso, cuando el director de
cine David Lean -que antes había filmado “El puente sobre el río Kwai” (1957) y
“Lawrence de Arabia” (1962)- quiso llevar a la gran pantalla esta obra
literaria, imaginó escenas con nieve. Descartadas Rusia, por motivos políticos;
Finlandia, por exceso de frío y Yugoslavia por falta de infraestructuras; su productor
artístico John Box, “El Mago”, eligió
España y, en concreto, Soria, donde su paisaje, en los largos y fríos inviernos
del franquismo, se vestía de blanco y las heladas planicies de la provincia,
tierra esteparia, recordaban la tundra rusa. Así que el 28-XII-1964 comenzó su
rodaje. Con paciencia, esperaron copos de nieve en vano, porque aquel año, en
contra de lo previsto, no nevó. Por ello “El Mago” tuvo que hacer de la
necesidad virtud y por arte de magia, con el truco de plásticos, toneladas de polvo
de mármol blanco, y cera, logró mostrar la blanca nieve allí donde no la había.
La película, estrenada el 22-XII-1965 en EEUU, se vio en España en octubre de
1966, y muchos reconocieron rincones de Candilichera (Varikino), el Moncayo
(los Urales), la estación de Soria-El Cañuelo, San Leonardo, Villar del Campo, Villaseca
de Arciel y Matamala de Almazán. Es la historia del triángulo amoroso formado
por el doctor Yuri Zhivago (Omar Sharif), su esposa Tania Gromeko (Geraldine
Chaplin) y la guapa enfermera Lara Guichard (Julie Christie), ambientada
durante la revolución rusa y la primera guerra mundial.
La ternura de la mirada de David
Lean, los impresionantes paisajes, su cautivadora música y la sensibilidad del
poeta Yuri Zhivago, justifican su éxito. En sus versos: “… la espesa noche
hecha nieve. / Y entre los dos ya no se puede trazar un límite preciso. / Mas
¿quiénes, y de dónde, somos si de aquel tiempo sólo hay humo / de habladurías y
nosotros no estamos más en este mundo?” “Doctor Zhivago” supone así un hermoso canto
a Soria.
José María Martínez Laseca
(16 de julio de 2015)
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