Más valdría, frente a tanta movida mortuoria, empeñarnos en potenciar el conocimiento de nuestro universal novelista, mediante la lectura de su obra y sobre todo del Quijote, el libro que todo el mundo debería leer antes de morir. Detectaríamos la vigencia de su espíritu en expresiones como esta de Alonso Quijano al decir: “Cambiar el mundo, amigo Sancho, que no es locura ni utopía, sino justicia”. Digo tal pues se advierte que estamos inmersos en la sociedad del cansancio. De ahí que se pretenda renovar la democracia con una ciudadanía mucho más activa y mucho más vigilante, dado el hartazgo para con los partidos tradicionales: turnantes y tunantes. Ellos han patrimonializado las instituciones de modo partidista y han generado confusión entre lo público y lo privado.
Ahora la gente inquieta se subleva, ya no quiere ser un mero usuario y consumidor, sino mostrar también su capacidad de producir. De hacer cosas que antes otros hacían por ellos, mediante prácticas cooperativas. Para eso es necesario frenar la corrupción. Diferenciar entre ideología política y negocio. Cambiar esa elite de personas que nunca han pintado nada en la vida real por otras que si tengan esa legitimidad en su propia trayectoria. La gente exige algo que los partidos no les dan y por eso ya no tolera su tutela. Es necesario algún tipo de discurso capaz de abrir esta esperanza. Después, poner todo el empeño en lograrlo. Porque en justicia procede.
José María Martínez Laseca
(19 de marzo de 2015)
(19 de marzo de 2015)
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