martes, 17 de marzo de 2015

Del amigo Antonio

Bien alto puedo decir que Antonio Pérez Solano era amigo mío. Nos conocimos al compartir la bancada socialista del Congreso de los Diputados, cuando yo llegué en 1993, junto con el constituyente Demetrio Madrid, representando a la provincia de Soria. Antonio, diputado por Valladolid, era veterano en las Cortes. Congeniamos pronto, ya que soplaba el viento de las aficiones comunes a favor. Ambos éramos de letras. Él, en su condición de abogado, gustaba de la lectura y yo también, en tanto que profesor de lengua y literatura. De ahí que muchas de nuestras transacciones fueran literarias. Entre nuestros paseos favoritos estaba el de acudir de mañana a la Cuesta de Moyano. Sobre todo al puesto de libros de lance de  Alfonso Ruidavets, de donde tornábamos con las bolsas repletas. Por vacaciones a los dos nos gustaba viajar al extranjero. "El que lee mucho y anda mucho, ve mucho y sabe mucho", escribió Cervantes. Y muestro tercer placer era el de saborear un vaso de buen vino en grata compañía conversacional. Si nuestras vidas están hechas de destellos, yo me quedo con estos compartidos. Junto al afán de luchar por una mayor justicia social, porque todo recobra su sentido con los otros y por los otros.
Aunque partiera de Madrid antes que yo, nuestra amistad superó la distancia. Él fue al Consejo Consultivo, yo a mi Instituto. Correos electrónicos, llamadas telefónicas, intercambio de libros, encuentros ocasionales en Valladolid o en Soria. Le dediqué mi soneto “Bella Lisboa”, ilustrado con foto de Pessoa. Pero vino la enfermedad a ensañarse y , ya jubilado, el triste desenlace, del que me enteré por la prensa. Es muy fugaz la dicha de vivir y hemos de disfrutarla. Haber sido amigo de Antonio me da fuerzas para seguir haciéndolo. Sabed que para siempre Antonio Pérez Solano quedará en mi memoria.
Porque obró con nobleza, merece  que se le recuerde.
José María Martínez Laseca
(12 de marzo de 2015)

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