lunes, 6 de octubre de 2014

Finde

Es bueno, de vez en cuando, darse una vuelta por Madrid. Yo lo hice el pasado fin de semana, rompiendo la rutina de mi Soria provinciana y recoleta. Porque en Madrid, al tratarse de una gran urbe, se encuentra de todo. Y entre mis apetencias culturales está la de visitar exposiciones de arte. Acudo con frecuencia, asesorado por mi amigo el pintor palentino Ignacio del Río Chicote. Así que los dos días del sábado y domingo nos dieron para unas cuantas, muy recomendables todas ellas. La primera a la que nos acercamos fue la de Richard Hamilton (Londres, 1922-2011) en el Museo de Arte Reina Sofía. Una acertada selección de más de 250 obras, realizadas desde 1960 hasta la muerte de quien está considerado una figura clave del Pop Art y uno de los artistas británicos más influyentes del siglo XX. A mí me asombró sobremanera su polifacético discurso iconográfico, mostrándonos en su preocupación por los mecanismos de la percepción estética uno de los ejes de su creatividad.
La siguiente, como no, fue la de “El Greco y la pintura moderna”, en el Museo Nacional del Prado. Otra auténtica gozada, a pesar del abundante público. Un pintor tenido por realista, visionario y hasta por loco, pero que sabía pintar los sentimientos. Su grandeza consiste en que no nos da un mensaje claro, sino motivos para soñar y fantasear. En sus retratos penetra en la psicología de los caballeros de su tiempo. De aquí que sea tenido por “el pintor de la esencia”. El Greco (1541-1614), de ser poco apreciado en su tiempo, pasó, a partir del siglo XIX, gracias a Fortuny, Rusiñol, Sorolla y, sobre todo a Ignacio Zuluaga, a ser el pintor más influyente de la renovación de la pintura moderna cual corrobora esta muestra. Así “Las señoritas de Avignón” deben mucha de su gracia y su luz a “La visión de San Juan” (o “Amor profano”) del griego.
Aún añado una tercera, la de “El rostro de las letras”, en la Sala Alcalá 31, que recoge cientos de imágenes de los intelectuales más brillantes de la Historia reciente de España. “En otras partes –advirtió Larra– es la más apreciada la aristocracia del talento”. Aquí, las fotografías nos conducen como un lazarillo desde los años recentales del daguerrotipo en el Romanticismo hasta la Generación de 1914. Ya de regreso a Soria, la cruda pesadilla de la A-15 inacabable.
José María Martínez Laseca
2 de octubre de 2014

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