“¡Líbrenos Dios del día de las alabanzas!”, exclamaba “El Chismoso” en el instante en que yo entraba al bar “El Cielo”. Las tres pantallas de plasma del establecimiento emitían imágenes en color de los fastos mortuorios tributados a Adolfo Suárez, el primer presidente de nuestra democracia. Muchas expresiones sinceras de duelo por parte de ciudadanos anónimos, a las que también se sumaban oportunistas trajeados para chupar cámara a su costa. “Demasiado tarde. “A burro muerto, la cebada por el rabo”. Aquí ya se sabe, nada mejor que morirse para que todo lo que antes fueron afiladas lanzas de improperios e insultos, se conviertan en flores y lluevan elogiosos superlativos a méritos y virtudes que nunca se reconocieron en vida”, añadió “El Espabilao”. “Sobre todo por aquellos arribistas o “trepas” que entonces le ningunearon, despreciaron y, encima, le traicionaron (¡Al suelo, que vienen los nuestros!). Qué gran ironía del destino el que tanta adulación recaiga ahora sobre la memoria de quien, por desgracia, hacía un tiempo la perdió. Pero la sola memoria no es la historia”, puntualicé yo a mis dos colegas.
Pese a ser ya primavera, no acompañaba el buen clima en la plaza de Herradores y la clientela se apretujaba en el interior del bar “El Cielo”, que parecía una agencia de contactos. Yo le pedí al camarero un “Don Enrique”, que es el vino especial de la casa, para entrar en calor y continuar con la conversación que mantenía con mis dos colegas, la que no tardó en derivar por derroteros tocantes a los entresijos de nuestra ciudad. “¿Sabéis por qué al paseo del Espolón le llaman “El jorobado de Notre Soria”, nos interpeló “El Chismoso”. Y ante nuestro desconcierto remató acto seguido: “Porque lo que antes era una avenida amplia y diáfana, muestra ahora más jorobas que una caravana de dromedarios”, aludiendo a los cinco “búnkeres” de acceso al parking subterráneo. “Y eso que todavía queda por verse la sorpresita que nos guardan en cuanto a los accesos previstos en plena plaza de Mariano Granados”, se adhirió “El Espabilao”. “En esto de remodelar plazas no para este Ayuntamiento. Ahora le ha tocado a la del Vergel. ¡Cómo si no hubiera obras más urgentes por acometer!. Y aún nos dirán que el urbanismo carece de ideología, cuando se manifiesta claramente neoliberal”, sentencié yo. (¡Soria, paraíso: reserva de la biosfera!).
José María Martínez Laseca
(3 de abril de 2004)
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