Querido diario: oigo que, con nuestra tarda primavera, el ayuntamiento capitalino dispondrá un total de 80 huertos ecológicos para jubilados. Así, algunos podrán hacer realidad su sueño frayluisiano de: “por mi mano plantado tengo un huerto, / que con la primavera / de bella flor cubierto, / ya muestra en esperanza el fruto cierto”. No es iniciativa original, que siendo Vizcaíno alcalde de Almazán –¡qué gran invento el de las paciencias!- dispuso los huertos abandonados junto al Duero a tal efecto. Aún mucho antes, hubo huertos autoconstruidos por ciudadanos jubilados en el extrarradio de grandes ciudades como la de Barcelona, donde yo los he contemplado.
“Si quieres ver a tu marido muerto: ¡ponle un huerto!”, reza el refrán popular. Pero, hay quienes no pueden parar quietos en casa, de pollogüeros, mirando la tele, o en el bar, jugando la partida de cartas, todo el día. Que, pese a estar jubilados, les gusta hacer cosas, levantarse cada mañana y encontrar relleno a su tiempo hueco. Ese cometido lo cumpliría muy bien el entretenimiento del huerto. En la gran ciudad chocaba esa realidad ajena a sus normas de uso, estética y conducta, ya que desafiaba sus parámetros sagrados de ordenación urbana. Conceptos como “propiedad privada”, “regulación del suelo” o “uniformidad del paisaje” al interpretarlos libremente. Tenía, en cierto modo, un componente subversivo. Por el contrario, aquí, en nuestra ciudad de Soria, todo está regulado. Y por tratarse de un núcleo repoblado por gentes de los pueblos, los conocimientos necesarios para crear y mantener un huerto, aún siendo muchos y variados, son los que han ido acumulando nuestros paisanos jubilados durante su larga experiencia laboral y vital.
La ciudad, connota muchas cosas, pero es sobre todo mercado, intercambio y, por ende, espacio de movilidad. De un tiempo acá, no se nos habla tanto del ocio como descanso sino de ocio activo. No hacer nada es antieconómico, nos dicen. Y, en consecuencia, se producen áreas para el ocio organizado que se parecen demasiado a las áreas organizadas para la producción. Otros opinan que los huertos son la mejor medicina, y que, a la vez, nos aportan unos sabrosos alimentos.
José María Martínez Laseca
(31 de enero de 2013)
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