sábado, 26 de enero de 2013

Juan Antonio Gaya Nuño

Querido diario: vengo a contarte del chico menor del médico de Tardelcuende, hace 100 años. Del segundo, de los 3 hijos que tuvo Juan Antonio Gaya Tovar -era una niña la menor- con su esposa Gregoria Nuño Ortega, hija del secretario del Ayuntamiento. Juan Antonio por nombre, como su progenitor. Vino al mundo en la casa de sus padres, Barrio Bajero número 24, a las tres de la mañana del día 29 de enero de 1913, cual consta en el registro civil. Todo indica que fue un niño precoz. Educado en el seno familiar, asistió con Benito, su hermano mayor, al único Instituto de Soria, donde su padre era profesor de Gimnasia. Acabado el bachillerato marchó a la Universidad Central de Madrid, licenciándose en Filosofía y Letras (1931). Al año siguiente, volvió al Instituto como profesor ayudante gratuito de la Sección de Letras y también trabajó de archivero-bibliotecario de la Diputación. Fueron sus protectores: Blas Taracena, director del Museo Numantino, y el investigador José Tudela. Su sólida formación la completó pateando el terreno para preparar una brillante tesis doctoral sobre “El románico de la provincia de Soria” (1934). Conoció, el 2 de enero de 1936, a la joven soriana Concha Gutiérrez de Marco, estudiante universitaria de Ciencias, de quién se enamoró hasta ser su inseparable compañera.
Todo le auguraba un brillante porvenir. Retornó a Madrid a preparar oposiciones a Cátedras de Historia del Arte, Arqueología y Numismática de las Universidades de Santiago y de Murcia. Pero, el 18 de julio de 1936, se sublevaron los facciosos y estalló la guerra civil más espantosa y fratricida. Esta lo marcaría de por vida. Porque a su padre, comprometido con la República y principal valedor del diputado Benito Artigas Arpón, lo fusilaron vilmente el 17 de agosto. Porque, luchando con el Batallón Numancia en el frente de Guadalajara, perdió la guerra y corrió la suerte de todos los vencidos: presidio y represión. Pese a todo -pese a no poder enseñar en la Universidad- supo renacer de sus cenizas para mostrar al mundo su magisterio intelectual: el de un magnífico escritor; un inconfundible intermediario entre el espectador y el arte (1913-1976). Como ascua relumbra.
José María Martínez Laseca
(24 de enero de 2013)

No hay comentarios :

Publicar un comentario