Se cumplen 100 años de la presencia en Soria del prolífico pintor Joaquín Sorolla y Bastida (Valencia, 27-2-1863 - Cercedilla (Madrid), 10-8-923). Aquel artista tan solicitado por su evangelio de luz la soltura de pincel y suntuosidad de colorido. Octubre de 1912. En la cumbre de su fama. La primicia la daba Aurelio Rioja (de Pablo), desde las páginas de “Noticiero de Soria” (2-X-1912, p. 2) en estos términos: “Sorolla, el gran maestro, el pintor de la luz solar, de esos sencillos y rudos tipos que trabajan o descansan bajo la ardiente caricia del astro rey, estaba para llegar de un momento a otro”. Era el día 1, víspera de las fiestas de San Saturio. Vino de Madrid, en coche, con su discípulo José Benlliure, y se hospedó en el Hotel Comercio (Pza. Aguirre, 3).
El cronista Rioja -fotógrafo, que lo captó en varias instantáneas, una de ellas pintando en un gran lienzo, en el Mirón, a cinco “Tipos de Soria”- nos daba todas las claves. Se preguntaba por el motivo del viaje y se respondía: “¡Acaso lo detendrá este rinconcillo de Castilla, donde lloran y cantan su grandeza campos, ruinas y ásperas vestiduras!” “Sorolla -añadía- viene a por nuestros campesinos a pintar sus capas, sus dalmáticas, sus andarinas, nuestro terruño, a visitar nuestros claustros, nuestro Museo Numantino, nuestras añosas joyas que le interesan ya por referencia, antes de haberlas visitado”.
Hasta 1910, Sorolla pintó paisajes y escenas costumbristas por puro capricho. Luego recibió encargo de Archer Milton Huntington para decorar la Hispanic Society of America de Nueva York, lo que le trajo hasta aquí. La edición en ese mismo año de “Campos de Castilla” de A. Machado, que había puesto a Soria (su paisaje y su paisanaje) en el mapa cultural de España, tal vez le impulsara a venir. Intelectuales y artistas hacían de la reflexión sobre la identidad nacional uno de los principales motivos de creación. Así Sorolla, dominador de su oficio, se planteó dar una visión completa y le salió una visión folklórica. Sin embargo, frente a la España negra, que otros -como Zuloaga, Solana o Romero de Torres- pintaron, Joaquín Sorolla plasma unos cuadros soleados, repletos de matices lumínicos y franca alegría humana.
josé María Martínez Laseca
(27 de septiembre de 2012)
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