Aquella mañana de finales de agosto, el abuelo Tomás abrazó con fuerza a Rebeca -su nieta mayor, veinticincoañera e ingeniera- y la colmó de besos, deseándole lo mejor. Se había acercado a su casa para despedirse de él y de la abuela Lucía, ya que esa tarde partía hacia Alemania, junto con otros compañeros de promoción. Demostró una gran entereza durante el encuentro, pero apenas ella abandonó la sala de estar y se quedó a solas con su esposa, no pudo, por más tiempo, reprimir sus lágrimas ya que saltaron la presa de contención e inundaron torrencialmente sus mejillas.
-Está maldita crisis económica se está cebando especialmente con nuestros jóvenes -le dijo Tomás sollozando a su mujer. La mitad se encuentran desempleados, muchos de ellos condenados a sobrevivir a costa de sus padres y eso pese a que se trata de la generación mejor preparada de nuestra historia. (Del subconsciente le emergieron aquellos tristes recuerdos de los años 60 del siglo pasado -todavía con el dictador Franco al mando, y previos al desarrollismo-, cuando España y Alemania firmaron el convenio que permitió emigrar a más de medio millón de españoles hasta 1973. Cómo iba a olvidarlo si su hermano mayor, Manuel, también fue en aquella remesa, a hacer precisamente el trabajo que los alemanes no querían para sí).
-¡No les queda otro remedio! -le respondió Lucía adivinándole el pensamiento. Tienen que partir en busca de unas oportunidades que aquí se les niegan. Además la cosa esa de la recesión parece que va para largo. Allá al menos podrán validar su formación y adquirir experiencia en lo suyo. Lo duro de esta crisis está obligando a que no solo salgan los extranjeros que llegaron aquí hasta 2007 con la bonanza económica y la burbuja inmobiliaria, sino que está expulsando a lo mejorcito de lo nuestro.
-¡Quién nos lo iba a decir -incidió el abuelo- que España que había pasado a ser un país de acogida iba a volver de nuevo a las andadas! Malos cimientos tenemos cuando todo se derrumba de este modo.
-Rajoy -sentenció la abuela- está dejando en la cuneta lo mejor que tiene: la juventud. Y el porvenir de España, de Castilla y León, y de Soria, de su juventud depende.
José María Martínez Laseca
(6 de septiembre de 2012)
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