Vivimos el tiempo difuso del coronavirus. Un tiempo raro y de excepción. De amenaza, de miedo y de punzante dolor. Tiempo psicológico que, por eso mismo, se nos hace eterno. San Agustín, que negaba pasado y futuro, consentía, no obstante, en decir que existía un pasado en el sentido de que hay un presente de cosas pasadas, o sea, la memoria. Así mismo, entendía permisible decir que hay un presente de cosas presentes, al que llama “visión” y que existe un futuro, en el sentido de un presente de cosas futuras, esto es la expectativa.
Sea como fuere, el pasado está ahí, cual fuente de sabiduría para sorber de ella alguna lección de vida. Así, espejo del actual coronavirus fue la mal llamada “Gripe española”, cuyo sorpresivo brote tuvo una extrema virulencia. Con tres fases sucesivas de marzo de 1918 hasta 1920. En todo el mundo murieron de 20 a 40 millones de personas. En España sucumbió el 1% de su población, de 200 a 300.000 personas. Y en Soria (donde comenzó en Cabrejas del Pinar, con gran incidencia en Deza y Langa de Duero) la cifra rondó el millar de muertos. Ante la falta de remedio curativo, los periódicos anunciaban productos milagro. Curioso que el policía Mariano Gutiérrez, padre de la poeta Concha G. de Marco, fue un héroe social, junto al practicante Isidoro Martínez, entre otros. Sin embargo, la medalla al mérito por combatir la pandemia se la dieron al entonces Gobernador García Plaza. ¿Habremos aprendido algo?
El presente del presente, o "visión", supone lo tangible. Son, todavía, los tremendos datos de fallecimientos. Y su consecuencia trágica de entierros clandestinos, sin el debido duelo, que precisará su reparación del olvido. Toda estadística emite un grito, pero también es una forma de silencio. Un presente, además, emborronado por la sobreexposición mediática de políticos oportunistas ante el infortunio. Con los muchos bulos difundidos en medios y redes sociales: también son delincuentes quienes a sabiendas mienten, porque roban la veracidad informativa.
Ante tan asfixiante angustia existencial, necesitamos abrir el presente del futuro o expectativa, que nos devuelva a la rutina de la convivencia ciudadana cotidiana. Y en tanto se consigue la vacuna salvífica capaz de erradicar al coronavirus habrá que mitigarlo. Aquí, democracia es pacto. A sabiendas de que su brutal impacto económico y social se prolongará en el tiempo. Yo creo con Slavoj Zizek que la actual crisis demuestra que la solidaridad y la cooperación responden al instinto de supervivencia de cada uno y que es la única respuesta racional y egoísta que existe. No solo para el coronavirus”.
José María Martínez Laseca
(7 de abril de 2020)
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