“Que la vida iba en serio, uno lo empieza a comprender más tarde”, escribió Gil de Biedma. Y cito sus versos pensando en la invasión de la pandemia infecto-contagiosa del coronavirus o Covid-19. Creímos, ingenuamente, que era problema de otros, como los chinos, y no empezamos a entenderlo hasta que llegaron nuestros muertos. Con un brutal impacto en las residencias de ancianos. (Recuerdo que aquí en Soria presumimos entonces de no tener contagiados, frente al resto de España). Es evidente que nos pilló por sorpresa, mermados de recursos materiales y humanos en nuestros hospitales. Incapaces de responder con eficacia ante el colapso. Con el alza escalofriante de las cifras de infectados y fallecidos. Fue el 15 de marzo, cuando el Gobierno central asumió las competencias en toda España para garantizar nuestra salud. ¿Qué se hizo hasta entonces por las 17 autonomías, de diversa ideología política, que las gestionan?
El Gobierno tomó decisiones, como el Decreto de la declaración del estado de alarma para la gestión de la situación de crisis sanitaria, de 14 de marzo. Con la obligación del confinamiento, luego prorrogado, y con el cierre de la producción no esencial. Medida, esta, únicamente adoptada en Italia. Y contó con el apoyo inicial de la oposición. Que no duró mucho, como se comprobó con el desencuentro en la sesión plenaria del Congreso de Diputados del pasado 9 de abril. Lógico es que haya discrepancias y que se reclame más participación. Pero, no se debería incurrir en irresponsabilidades partidistas ante trance tan excepcional. Casi igual que el líder de la oposición en Portugal, que mostró el respaldo a su Primer Ministro deseándole mucha suerte: “porque su suerte es nuestra suerte”. Que no solo afrontamos una crisis sanitaria, sino además económica y social. Y hay que alcanzar consensos como los llamados nuevos Pactos de la Moncloa, o la posible implantación de la renta mínima vital que proteja a los más vulnerables.
Ahora el Gobierno, procurando el interés general, ha decidido reanudar la actividad laboral en empresas no esenciales, aún corriendo el riesgo de un posible repunte. Bajo el criterio de prueba-error, porque se trata de una situación inédita y no hay nadie que lo sepa todo. No supone, pues, una desescalada, que requeriría más personas inmunes al virus, en tanto se da con la vacuna que se investiga contra reloj. A la espera, en estos tiempos tan oscuros, donde la Nada y la desesperanza nos acechan, deberemos, con Michael Ende, confiar en nuestra capacidad imaginativa para soñar otro mundo posible.
José María Martínez Laseca
(14 de abril de 2020)
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