Entonces no se permanecía mucho tiempo en la escuela. Se aprendía lo justo: a leer, escribir y las 4 reglas. Y a espabilar para ganarse las alubias fuera de casa de los padres. Poniéndose a servir como criado en las tareas del campo de otras familias más pudientes o, también, de pastor. Este fue el caso de I.G.A., apodado “El Isidorillo”, dada su poca edad. Gracias a eso se libró de la Guerra Civil (1936-1939), pues las quintas movilizaban a los mozos al cumplir los 21 años. El Isidorillo, pese a su juventud, ya ocultaba una sorprendente historia, de la que él fue protagonista y se cuidó mucho de contársela a nadie. Pero la suerte se tuerce. El miércoles 2 de febrero de 1939 el Alcalde de su pueblo natal lo citó en el Ayuntamiento. Al personarse ante él le comunicó que había recibido un oficio de la Comandancia Militar de Andalucía participándole que el mismísimo Caudillo Francisco Franco premiaba sus servicios prestados con 500 pts., las que puso a su inmediata disposición. Aquello era mucho dinero. Y los rumores pronto se propagaron entre sus vecinos.
La cosa traía causa de cuando el Isidorillo se encontraba guardando reses lanares trashumantes por tierras de Alcolea del Río. En su afán de que las ovejas, pertenecientes a un rico ganadero de San Andrés de San Pedro, aprovecharan los buenos pastos que se ofrecían más allá de la línea que ocupaban los soldados del bando nacional, el Isidorillo condujo su rebaño a los lugares que días atrás se hallaban libres de rojillos. Así que en una majada dejó el pan, base de su frugal comida, y recorrió las praderas con su ganado. Cuando regresó, al mediodía, a recoger su “hatillo”, observó a dos milicianos rojos, bien armados, haciendo guardia.
Temeroso, se acercó. ¿Qué vida llevas? –le preguntaron. –Aquí venía a por el pan que dejé esta mañana –respondió. –¿Tú sabes que somos milicianos de la República? –No, no; yo no sé nada… –Pasa, hombre, pasa y no tengas miedo. Y él pasó al interior y observó a unos 40 milicianos que estaban descansando. Le preguntaron el nombre de su señorito y dónde se hallaban los fascistas. Pero él les mintió. Cuando salió de allí, alejó sus ganados y dio cuenta de todo al Alférez de las tropas nacionales, que les atacaron de improviso, acabando con todos ellos. Entregado el rebaño, regresó presuroso a su pueblo. Eso sí, se retiró de pastor de ovejas trashumantes para el resto de sus días.
José María Martínez Laseca
(28 de febrero de 2019)
No hay comentarios :
Publicar un comentario