El patio de mi casa –provincia y ciudad de Soria– es particular. Cuando llueve se moja como los demás. Más en este año de 2019, que viene cargado de citas electorales: Municipales, Autonómicas y Europeas el 26 de mayo; y ¿quién sabe si, también, con las Generales a la vuelta de su esquina? Ya se nota el runrún en el ambiente por la celebración de sus vísperas. Y saltan a la arena los contendientes que quieren disputar la hegemonía de las dos grandes formaciones políticas: PP y PSOE, con representación en todos los foros de debate institucional. Algunos novedosos como VOX, otros que ya dejaron de ser primicia como Podemos y Cs, alguno que resurge de sus cenizas como la PPSO y otro como Soria en Común, que resulta de sumar IU y Sorian@s. Toda una sopa de letras –que podría añadir más siglas–, que removerá la estulticia del patio provincial y local, hasta que el recuento de votos emitidos ponga a cada uno en su sitio: gobierno / oposición o fuera de juego.
Ya han comenzado todos a largar por su boca. Caben la fanfarronería del feriante y el creerse visionarios del futuro. En principio, la ley electoral iguala a todos en la oportunidad de concurrir a las urnas; si bien, en el desarrollo de la campaña, los recursos disponibles marcan grandes diferencias entre unos y otros. A los efectos de imagen: marketing, prensa y propaganda. No sé si a los voluntariosos redactores de los programas electorales respectivos se les ocurrirá algún proyecto ingenioso. A modo de bálsamo de fierabrás o medicina milagro para sacar a esta tierra agreste de la España vaciada. Los más mediocres recabarán de las asociaciones y vecindario ideas que ellos no tienen, invocando a última hora la necesaria participación ciudadana. Muchos candidatos renegarán de palabra, obra u omisión de sus propios principios: ultraderecha, derecha, izquierda… diciendo que eso de las ideologías ya no se lleva, porque no existen las clases sociales. Es su coartada de mudanza de uno a otro partido. En verdad que sorprendería el análisis de esa trashumancia por afectar a destacados cargos públicos. Equivocados y arrepentidos los quiere el señor. Todos proclamarán su sorianismo –en verdad más monetario que altruista– y culparán de los males siempre al otro. De manera excesiva y simplona. Sin aportar soluciones reales. ¿Dónde queda la justificación moral que avala las palabras y los hechos?
José María Martínez Laseca
(7 de enero de 2019)
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