Por estas fechas otoñales, en que el sol va perdiendo su pasión para mutar en compasiva la luz de sus rayos, y en las que los fríos son más madrugadores, yo tengo por costumbre, ejecutada como un ritual, dirigirme a “La Sierra” soriana por antonomasia, con la intención decidida de recorrer ese espacio natural único que es el acebal de Garagüeta. Otrora propiedad de Mortero (despoblado) y ahora bien patrimonial del municipio de Arévalo de la Sierra. Cierto que en esta ocasión mi deseo se vio convertido en realidad gracias a la convocatoria que nos hizo la Asociación Cultural “Vega del Merdancho” de Almajano, a la que pertenezco.
Quedamos emplazados en la mañana del día 11-N, a las 10 h., en el pueblo de Torrearévalo. Cuando llegamos, un milano, que planeaba por el cielo grisáceo, barruntando una lluvia que no llegó, nos dio la bienvenida. Se había concertado una visita guiada, que corrió a cargo de Cristina Martínez Narro, ingeniera agrícola natural del lugar. Tras ella, avanzamos, a pie, por la ladera de los Montes Claros, donde pastaban algunas yeguas con sus crías, y contemplamos el porte piramidal de varios acebos sueltos, hasta que nos adentrarnos en la masa pura de Ilex aquifolium. En verdad que este año el acebal luce sus mejores galas. Con el fruto de sus pequeñas bayas rojas multiplicadas y apretadas en racimos, relucientes entre las verdes hojas ovaladas y perennes de bordes espinosos, para su defensa. Cristina nos fue contando su relato explicativo. De las 480 hectáreas de dehesa boyal son 180 las que constituyen el bosque de acebo. Uno de los más extensos y cuidados de Europa. El buen uso y el aprovechamiento sostenible que tradicionalmente han hecho sus vecinos ha permitido que llegara tan vigoroso hasta nuestros días. Cristina nos habló de sus variopintos pobladores: aves, mamíferos y reptiles; de los canchales o ríos de piedra de origen glacial y nos mostró el chozo para refugio de pastores, bello ejemplar de arquitectura popular.
Por colofón, acudimos a la casa interpretativa del parque, sita en Arévalo. Comprobamos que “El Acebarillo” es un certero emprendimiento rural para rentabilizar este recurso endógeno, fijando población en la sierra, donde nació Julián Sanz del Río (Torrearévalo, 1814-Madrid, 1869). Aquel hombre, según Ortega, que salía embozado en su capa y se ponía a pensar. “Uno de los pocos españoles que lo hacía”.
José María Martínez Laseca
(22 de noviembre de 2018)
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