UNO. Llaman mi atención las obras que se están realizando en la Delegación de Economía y Hacienda en Soria, sita en la Calle Caballeros, 19, a espaldas del controvertido y quieto parado Banco de España. Urgía construir las rampas que facilitaran el acceso de los contribuyentes a la Agencia Tributaria del Estado, máxime cuando se reitera el falso soniquete de que “hacienda somos todos”. Hasta ahora, su respingada escalinata de piedra lo complicaba para algunos y más para discapacitados. Imposible en silla de ruedas. Han tardado lo suyo en decidirse. Que acaso asignaron la partida presupuestaria al efecto, por sentir cierta vergüenza, ya que la normativa para la promoción de la accesibilidad y la supresión de barreras arquitectónicas viene de tiempo atrás. A modo de palacete historicista, su edificio se eleva tres pisos, con balcones, y añade una torre esquinada. Está unido al palacio vecino, con menos altura, de la Diputación Provincial de Soria, por un arco que abre paso a la calle Morales del Espino. Por lo que no tengo claro si las obras se efectúan o no en comandita por las dos Administraciones: central y local. El caso es que las mismas inciden sobre el frente de la fachada del Palacio provincial en su lado derecho. No sé cómo acabará la cosa, pues se dice que “las obras de palacio van despacio”. Empero, me preocupa que al concluirse queden añadidos elementos de impacto visual sobre alguno de los pedestales de granito donde se asientan los bronces de las ocho estatuas que conforman una llamativa galería de personajes ilustres de nuestra historia. A mí me gusta la armonía de esta suerte de plaza, donde se integra la iglesia románica de San Juan de Rabanera, con su precioso ábside y otros ornamentos que la hacen ser tan bonita por dentro como por fuera.
Y DOS. Le llamé la atención, días atrás, a un crío que, en la Plaza Mayor, se entretenía estrellando a posta su balón contra las lonas de las fotografías de Álvaro Ybarra Zavala que, bajo el reclamo de “Macondo, memorias del conflicto colombiano”, se exponían al aire libre. No tendría unos “padres helicóptero”, porque no estaban muy pendientes de su hijo; más bien serían de “yo no muevo el culo”, si es que andaban por allí. Se necesita más urbanidad en nuestra ciudad. Y la mejor educación en valores debiera empezar en cada casa.