Salió fría y canalla la mañana
del 28 de enero de 2017. Un aire que pelaba y hielo por el suelo que hacía
temeroso dar el paso. Sentí un escalofrío en mi corazón cuando me lo espetaron:
se ha muerto Pepe Sanz. Y mi cabeza piensa. Así es la vida: efímera. Somos engreídos
mortales. Tan solo aves de paso. Pero, a pesar de los pesares y de las
enfermedades traicioneras, tú la amabas
demasiado. Y no desfalleciste, aun a sabiendas de que, cuando vienen mal dadas,
la batalla está perdida. Mas, no es cuestión de darle facilidades a la muerte
usurera. De hecho, cual numantino sitiado, resististe su primer embate. (Yo
preguntaba por ti. Me importabas). Tuve que ver tu esquela colgada en La Mayor. Figuraban
en ella tu esposa Camino y tus dos hijos: Eva y Alberto. Zanjaba cualquier
duda.
Esa
tarde trepé hasta el tanatorio para decirte adiós. Vuelto al camino y a la
meditación, se me agolparon en la mente retazos de tu biografía y traté de
ordenarlos. Me acordé que eras de Almarza, residente en la capital. Que fuiste
al seminario. Ya estabas jubilado. Que, aunque en tu DNI pusiera José Antonio
Sanz García, te llamábamos todos Pepe Sanz. Que eras hombre de teatro (visiones
e interpretaciones de la realidad) del mítico Grupo TES. De ahí que, en tanto
que actor, tuvieras muchas tablas. Que eras inquieto, activo y entusiasta del
emprendimiento cultural. Por ejemplo, conmigo en “La Saturiada ”. Desde tu
compromiso con todo lo soriano. Que sintetizabas tu Curriculum Vitae en “amigo
de Avelino Hernández”.
Me
acordé de tu apego con Julio Llamazares, e Ignacio Sanz, al que contaste que
habías hecho la mili en Novallas (Zaragoza) por donde pasa el Queiles. Que,
buen anfitrión, orientabas a estos y a otros muchos viajeros en sus extravíos
por las tierras de Soria. ¡Qué bien interpretabas el papel de matancero de
honor del Virrey Palafox del Burgo de Osma! Si algo te definía era tu voz. Una
voz de rapsoda y narrador. Así, Joan Sella te tenía por Antonio Machado en sus
documentales de TVE. “Quien mejor habla, sin cometer faltas de ortografía”,
decía de ti el socarrón Alberto Manrique. Timbre tan peculiar arropó en su
prosodia nuestros sueños. Ya te has quedado solo, Pepe Sanz, en escena. Rota tu
voz. Silencio. Baja el telón, mientras anoto estas palabras de aplauso en tu
memoria.
José María Martínez Laseca
(2 de febrero de 2017)
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