La literatura se advierte como
parábola de nuestras vidas. Entre las ideas afines a la palabra parábola:
fábula, cuento, narración, alegoría, metáfora, comparación, apólogo,
ejemplaridad, etc. Y la capacidad de fabulación humana es un mecanismo de
defensa propia frente a la intemperie de un mundo que, en ocasiones, resulta
demasiado hostil. Claro botón de muestra, al caso, es el Libro de los ejemplos
del infante Don Juan Manuel, donde el ayo, Patronio, se sirve de ellos para que
aquello que se trata sea mejor comprendido por el Conde Lucanor. Reafirmándolo
en una concluyente moraleja. En tal sentido traigo yo aquí esta “Parábola de la
mula”.
Había un campesino que luchaba
con dificultad por sobrevivir al medio rural. Tenía un par de mulas que le
ayudaban en las tareas agrícolas de su pequeña hacienda. Cierto día, un vecino le
trajo la mala noticia de que una de sus mulas se había caído en el pozo
abandonado a las afueras del pueblo. El agujero era profundo por lo que resultaría
difícil salvarla.
El campesino acudió presto al
lugar del incidente, y analizó la situación, viendo que el animal estaba vivo.
Empero, dada la dificultad para sacarlo del pozo, entendió que por su alto
coste no valía la pena invertir en el rescate. Y, para evitar que la mula sufriese, optó por
sacrificarla enterrándola allí mismo. Con la ayuda del vecino, comenzaron a
arrojar tierra al pozo para cubrirla. No
obstante, a medida que la tierra iba
cayendo sobre la pobre mula, esta se la sacudía de encima, con lo que el montón se iba acumulando en el fondo, ofreciendo, de este modo, a la mula la posibilidad de ir
ascendiendo poco a poco. Pronto, los dos
enterradores se dieron cuenta de que, pese a lo que ellos pretendían, la mula
no se dejaba enterrar, sino que muy por el contrario, estaba ya asomándose al brocal del pozo, hasta que, por fin, logró salir sana y salva
al exterior.
Por tanto, cuando tú, por
sentirte poco valorado, te encuentres sumido en el pozo, viendo como otros arrojan
sobre ti tanto la incomprensión como la falta de oportunidades y de ayuda,
recuerda esta parábola de la mula. Y no aceptes nunca resignado esa tierra que
te van echando encima: sacúdetela y aúpate sobre ella. Y cuanta más tierra te
lancen, tú irás subiendo más y más arriba… ¡Hasta la cumbre! SOLO SE ENTIERRA A
AQUELLOS QUE YA ESTÁN MUERTOS.
José María Martínez Laseca
(28 de abril de 2016)
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