Un total de 178 piezas de primer
orden, provinentes del parisino Museo del Louvre, conforman esta
interesantísima exposición que, bajo el reclamo de “Mujeres de Roma.
Seductoras, maternales, excesivas” todavía, hasta el 14 de febrero, puede
disfrutarse en Caixa Forum de Madrid. Enfoca sobre todo aquello que resultaba
más próximo a las mujeres romanas: la decoración doméstica que las rodeaba y
los objetos que las acompañaban en su vida cotidiana. Frente a otras sociedades
antiguas, en la de Roma las mujeres comenzaron a cobrar un papel destacado.
Esta evolución en su condición se hace perceptible en las costumbres, pero
también en la mentalidad, la representación y en la decoración familiar, lo que
genera una contradicción entre una imagen tradicional de tipo aristocrático y
la realidad de una sociedad en la que la mujer empieza a emanciparse y en la
que sus logros le permiten superar su rol ancestral subalterno de madre y
esposa. Bien es cierto que era, al mismo tiempo, objeto de amor y de temor, de
deseo y de desprecio. Ya fuese una respetable matrona o una prostituta, una
sacerdotisa o una emperatriz, era considerada inferior según las leyes y
permanecía siempre como una menor, es decir, jurídicamente igual a los niños.
Dependía en primer lugar de la autoridad de su padre y, si contraía matrimonio,
de la de su esposo. Curioso, la palabra virtud (virtus) deriva etimológicamente
de la palabra vir, que significa hombre.
No obstante, el estatuto de
cierto privilegio de la mujer en Roma se traduce aquí en diversas
representaciones suyas bajo el prisma de la mitología y la religión y la vía
materna, así como en alegorías de la seducción y del exceso. Tal se advierte en
esas plasmaciones en los muros, en la decoración de terracota o en la pintura,
las joyas, la pequeña estatuaria y los objetos familiares. Su presencia
atestigua una nueva sensibilidad, muy alejada de la moral tradicional que las condenaba
a moverse en la esfera privada. Y encarna principios positivos como la
fertilidad, la prosperidad, la creación o el poder del destino. El sentir
femenino aparece más rico que el masculino y, en una sociedad más
individualista, las relaciones entre hombres y mujeres se conciben como
intercambios equitativos en los que se comparten deseos y poder.
José María Martínez Laseca
(4 de febrero de 2016)
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