jueves, 31 de diciembre de 2015

Fin de año

Llegamos al final del año 2015 y ello es algo digno de celebrarse por todo lo alto,  puesto que eso supone el que hemos cumplimentado felizmente el camino: un año entero más de vida. Año viene de anillo o círculo. En nuestro caso con una longitud de 365 días, con sus respectivas noches, que hemos recorrido, paso a paso, acompasando el latido de nuestra andadura con el rotar de la tierra alrededor del sol. Y ello -los trabajos y los días- ha supuesto, indudablemente, un denodado esfuerzo. Y, en consecuencia: cansancio. No es de extrañar, por tanto, que en este último día en que se cierra el ciclo anual, se acometan algunos rituales significativos.
Como el que nos cuenta J. G. Frazer en “La rama dorada” acontecía, por Nochevieja, en las islas Salomón y Banks. Allá los indígenas tenían la costumbre de arrojar palos, piedras y hojas a un montón situado en una cuesta o en donde arrancaba un sendero difícil diciendo: “Ahí va mi fatiga”. Dicho acto no era considerado un rito religioso, en el supuesto de que lo que tiraban al montón fuese una ofrenda a los dioses y las palabras con que lo acompañaban una oración, sino que, por el contrario, comportaba una ceremonia mágica con el único objetivo de librarse del agotamiento que el ingenuo salvaje imaginaba poder incorporar a un palo, hoja o piedra y, así, expulsarlo de sí mismo.  Muy en consonancia con lo de “borrón y cuenta nueva”. Como en un rito de purificación. Para poder comenzar el nuevo ciclo, el año nuevo, con renovadas energías. Que más quisiéramos nosotros que poder deshacernos, de igual modo, de las penas: precariedad, exclusión y desigualdad, producidas por la crisis económica y los muchos recortes del Gobierno del PP. En todas partes y en todos los tiempos hay una gran similitud de los deseos de los hombres y resulta, sin embargo, notoria la diferencia entre los medios utilizados para satisfacerlos en las diferentes épocas, transitando desde la magia, por la religión, hasta la ciencia.
¿Incertidumbre política? Si el pensamiento es colectivo, requiere diálogo. Que el 2016 os traiga muchos sueños a estrenar, pues son los sueños los que nos empujan a seguir el camino. Como advirtiera Hölderlin: “el hombre es un dios cuando sueña y un mendigo cuando reflexiona.” Carpe diem. 
José María Martínez Laseca
(31 de diciembre de 2015)

sábado, 26 de diciembre de 2015

Reconocimiento

Los Institutos de Segunda Enseñanza más antiguos del país (hoy Institutos de Educación Secundaria) nacieron durante el reinado de Isabel II, a causa del cierre de conventos y universidades, todavía mucho más antiguos, entre los años 1836 y 1857. Un Gobierno progresista consensuó con los moderados la ley de Instrucción Pública de 9-9-1857, más conocida como Ley Moyano, que implantaba las bases de nuestro sistema educativo (diferentes niveles, centros públicos y privados, formación y acceso de los profesores  y  gobierno y administración de la instrucción pública). Cabe decir que no fue una ley innovadora, sino una norma que integraba aspectos ya recogidos en el Reglamento de 1821, en el Plan del Duque de Rivas de 1836 y en el Plan Pidal de 1845. Acaso por ello se mantuvo en vigor más de 100 años.  
 Se podía crear un establecimiento por provincia. No obstante, quedan en España más de 50 de los considerados Institutos Históricos, poseedores de un rico patrimonio de materiales y recursos didácticos del ayer. Entre ellos el de Soria. Lo fue mediante Real Orden de 11-2-1841 por la que se aprobaba el traslado de la Universidad de Santa Catalina (instituida como tal en 1550) desde El Burgo de Osma a la ciudad de Soria. Se transfería también así su magisterio a ese humilde Instituto de Segunda Enseñanza.  A tal fin, la Diputación Provincial presentó ante el Gobierno Regente del general Espartero el proyecto correspondiente, garantizando los fondos de su sustento. El edificio elegido para su ubicación fue el convento (desde 1576 “Colegio del Espíritu Santo”) de los Jesuitas, clausurado tras su expulsión por Carlos III en 1767. La profesora Concepción Jimeno Martínez en su libro “El Instituto Provincial de Segunda Enseñanza de Soria 1841-1874” nos da cumplida cuenta de su arranque.
Este primer, y durante mucho tiempo único, Instituto Provincial, evitaba a la burguesía soriana el paso de sus vástagos por el seminario diocesano y les ponía  otro medio de acceso a la capacidad regeneradora de la instrucción. En la firme convicción de que la mejor herencia que podían dejar a sus hijos era una buena educación. Ese viejo “templo del saber”, ahora IES “Antonio Machado” de Soria, cumplirá, en 2016, sus 175 años de existencia. Ha sido la primera universidad para muchos sorianos. Por ello se merece las medallas de oro de la ciudad y de la provincia. De bien nacidos…
José María Martínez Laseca
(24 de diciembre de 2015) 

domingo, 20 de diciembre de 2015

¿Indecisos?

Según las encuestas, todavía hay mucho personal perplejo e irresoluto,  que tiene dificultad para decidirse a la hora de emitir su voto personal, libre y secreto a favor de una u otra candidatura -y hay para elegir- en las Elecciones Generales del 20-D. Yo pienso que no es así, que los más de esos indecisos lo tienen claro. Otra cosa es que no se lo digan al encuestador de turno. Acaso por la utilización  de las encuestas  preelectorales no solo para anticipar los resultados, sino buscando orientar a los votantes.
También me muestro escéptico respecto a que los debates televisados influyan tantísimo en la opinión pública a la hora de inclinar la balanza de votos. Pese al poderoso influjo de la televisión dada su gran audiencia. También por su pantalla se retransmiten los partidos de fútbol y, a pesar del mal juego demostrado por el club de sus amores, tampoco la hinchada en cuestión cambia de equipo como reacción consecuente. Pero, como alguien advirtió: lo que no sale en televisión no existe. Así que todos quieren estar ahí. En nuestro país, con la democracia, han ido ganando relieve los debates electorales televisados. De la discusión -o intercambio de pareceres- surge la luz, decían los clásicos. Y durante este tiempo de campaña electoral hemos podido acceder a diferentes formatos de debate, para todos los gustos, a 9, a 7, a 6, a 4 y a 3.  Sonada fue la ausencia del candidato Rajoy remplazado por Saénz de Santamaría. Para él, el debate a 2 es más divertido. Así que el pasado 14-D pudimos presenciar un cara a cara entre el Presidente de Gobierno y el líder de la oposición. Un clásico, por otra parte, en otros países. Las áreas temáticas a tratar fueron estas: economía y empleo, bienestar social, modelo territorial de España, regeneración democrática y política internacional. Y se les dejó hablar.
Rajoy se mantuvo en sus trece respecto a su gestión económica y Sánchez puso el foco en el incremento de las desigualdades sociales. Hubo coincidencias, sí, respecto al terrorismo, la unidad de España o pequeños Ayuntamientos. Y claras discrepancias, en cómo afrontar los importantes desafíos. Lo más tenso vino cuando Sánchez pidió a Rajoy su dimisión por lo de Bárcenas. Cual Benzema que no es seleccionable para Francia por sus malas compañías. Sería lo más conveniente para una España en serio.
José María Martínez Laseca
(17 de diciembre de 2015)

martes, 15 de diciembre de 2015

De educación

A mí siempre me ha encantado que se hable de educación, tan importante para cualquier sociedad que se precie de democrática y apueste de manera decidida por su mayor progreso y su mejor futuro. Y me gustaría que se debatiera cuanto se tenga que debatir. Para mejorarla. Sabiendo que lo que se pretende, al fin, es la formación integral de los alumnos como personas, como ciudadanos concienciados de sus derechos y responsabilidades. Para que tengan capacidad de discernir por sí mismos.
Empero, no corren buenos tiempos para la educación, pues a ella se le achacan los males de la patria y cuantos se quejan de algún problema social buscan su remedio introduciendo una nueva asignatura cual bálsamo de fierabrás. Se habla del elevado fracaso escolar, sin conocer de dónde arrancamos, ni saber hacia dónde ir. España  desaprovechó el siglo XIX para que nuestro sistema educativo se modernizara. La educación era privativa de las élites y estaba dejada en manos de la iglesia. Únicamente la segunda república la consideró como su eje central, logrando una enseñanza moderna, acorde con las corrientes pedagógicas europeas del momento. Todo lo derribó el franquismo y retrocedimos. Tras la Constitución del 78 llegaron nuevas leyes y avances. La universalización de la enseñanza es de ayer prácticamente. El ministro Gabilondo, del PSOE, ofreció un pacto educativo que rechazó el PP para tirar en solitario con la LOMCE, tan discutida como el ministro Wert que la implantó. Ahora su sucesor ha consultado al Oráculo de Delfos. Y este, el filósofo José Antonio Marina, ha hablado, en plena campaña electoral. ¿Y qué ha dicho? Todo está en el “Libro Blanco de la Profesión Docente”. Propone 7 años de carrera para convertirse en profesor y evaluaciones “sistemáticas” durante su ejercicio profesional con efectos en el sueldo. Y quiere que aquellos mejor preparados den clase en los centros más conflictivos. Además de un Consejo Pedagógico del Estado presidido por el Rey y que los directores tengan mando en plaza, sin decir quién los elige.
Habrá que ver si tras el 20-D hay evolución o involución. Un alumno le dijo a un profesor amigo, cuestionando su autoridad: ¡si el jardinero de mi padre cobra más que tú! Y el líder de Podemos sentenciaba: el problema de la educación es que las leyes las hace gente que no va a colegios públicos, sino a privados.
José María Martínez Laseca
(10 de diciembre de 2015) 

martes, 8 de diciembre de 2015

Manuel Villar Raso

El lunes 23-11-2015 moría en su Granada de acogida el escritor Manuel Villar Raso, nacido en Ólvega (Soria), ya arrancada nuestra sangrienta guerra incivil, el 27-11-1936. Desde niño, supo del hambre y la miseria, de las “casas decrépitas, campos yermos en los que primaba el cuervo y el arado y su gente andrajosa, tan alejada del cielo.” Su vida se asemeja a la de un personaje de película: fue pastor y pasó por el seminario, como tantos, cursando estudios universitarios y especializándose en literatura norteamericana, con beca en la Biblioteca de Nueva York (1972). Fue profesor de instituto y de las Universidades Autónoma de Barcelona y de Granada. A su extenso curriculum se puede acceder con tan solo un clic en la Wikipedia.  
Villar Raso irrumpió en el panorama narrativo español al quedar finalista del Premio Nadal en 1975 con su obra “Mar ligeramente sur”, cuando lo ganó Paco Umbral con “Las Ninfas”. Yo accedí a su lectura en 1978, al publicar “La pastora: el maqui hermafrodita” (reeditado en 2003 con el título de “La bella hermafrodita”). Gira en torno a esa persona de leyenda que fue Teresa Pla Messeguer, por lo que hubo polémica cuando en 2011 consiguió el Nadal Alicia Giménez Bartlett con “Donde nadie te encuentre”, sobre idéntico protagonista. Ya en 1981 había acusado de plagio al ganador del Premio Planeta, Cristóbal Zaragoza, por “Y Dios en la última playa”, que trataba del terrorismo etarra, al modo de sus “Comandos vascos” (1980). También yo había leído algunos de sus artículos en la revista Camp de l´Arpa a la que estaba suscrito. Así que siempre lo he seguido con interés. Y reivindicado.
Fue una alegría hablar con él por teléfono en el verano de 2014 a fin de presentar en el Casino Amistad-Numancia su ficción “Las señoras del Paraná”. No pudo ser al tener que partir yo hacia Túnez, hacia esa África de sus amores y aventuras, por lo que merecería apodarse “el africano”. Se le contabilizan más de veinte novelas. Hay quien de ellas prefiere “La mujer de Burkina” (2001) por su relación entre el amor y la muerte en un país donde la vida humana no vale nada. Quien recomienda “La casa del corazón” (2001) por autobiográfica y sincera. Para mí es el conjunto de su obra  lo que aupa, como un genial novelista, a quien un día quedó fascinado por Nathanael West.   
José María Martínez Laseca
(3 de diciembre de 2015) 

martes, 1 de diciembre de 2015

Desapercibido

Indago en el diccionario digital de la RAE la palabra que da título a esta columna y leo que significa no apercibido. Insatisfecho con el resultado obtenido, insisto, curioso, buscándola después en un diccionario de la lengua española usual y me encuentro con las siguientes acepciones y contextos: 1.- Inadvertido: Es tan tímido que le gusta pasar desapercibido en las fiestas y reuniones. Está muy desilusionado porque sus cuadros han pasado desapercibidos, en la última exposición;  y 2.- Desprevenido, desprovisto de lo necesario: La tormenta veraniega le cogió desapercibido y quedó empapado hasta los huesos.
Escojo la primera de ellas para uno de los casos que aquí nos ocupan. Así, recién se han cumplido cuarenta años de la proclamación de Juan Carlos I por las Cortes franquistas como rey de España. Se produjo el día 22 de noviembre de 1975. Y hay que reconocer que su reinado ha supuesto el periodo más largo de paz, libertad, democracia y de mayor progreso social en nuestro país. Empero, efemérides tan significativa ha pasado desapercibida, puesto que ni en público ni en privado se ha dado celebración alguna. Lo cual resulta triste. Después de tanto bombo y platillo por su papel en la transición, ahora nada. ¿Acaso responde a cuestiones de timidez por parte de la actual Casa Real? Es de notar que tal hecho histórico se produjo dos días después del fallecimiento del dictador Franco. O sea el 20-N, coincidente también con la muerte del fundador de la Falange y que, por desgracia, no suele pasar desapercibida. Y aquí sí que se da el descaro de sus nostálgicos sin ningún temor, impunes.
De otra parte  debía andar yo un tanto desprevenido, sin mi transistor, porque casi me pasa desapercibida la marcha estatal de Madrid denunciando "que han pasado 40 años y ningún partido político ha tenido la decencia de hacer algo" por las víctimas del franquismo, dotando de un contenido real la Ley conocida como de Memoria Histórica: reparación, justicia y dignidad. Y, pese al ruido del exceso de carteles, en el Collado, no me ha pasado inadvertido ese que anunciaba la próxima presentación del libro “La purga de Franco en el magisterio soriano”. Y es que, a partir del 18 de Julio de 1936, se materializó la represión y venganza sobre los maestros en las zonas ocupadas por los sublevados. “La escuela fusilada”.
José María Martínez Laseca
(26 de noviembre de 2015)