Llegamos al final del año 2015 y
ello es algo digno de celebrarse por todo lo alto, puesto que eso supone el que hemos cumplimentado
felizmente el camino: un año entero más de vida. Año viene de anillo o círculo.
En nuestro caso con una longitud de 365 días, con sus respectivas noches, que
hemos recorrido, paso a paso, acompasando el latido de nuestra andadura con el
rotar de la tierra alrededor del sol. Y ello -los trabajos y los días- ha
supuesto, indudablemente, un denodado esfuerzo. Y, en consecuencia: cansancio.
No es de extrañar, por tanto, que en este último día en que se cierra el ciclo
anual, se acometan algunos rituales significativos.
Como el que nos cuenta J. G.
Frazer en “La rama dorada” acontecía, por Nochevieja, en las islas Salomón y
Banks. Allá los indígenas tenían la costumbre de arrojar palos, piedras y hojas
a un montón situado en una cuesta o en donde arrancaba un sendero difícil
diciendo: “Ahí va mi fatiga”. Dicho acto no era considerado un rito religioso,
en el supuesto de que lo que tiraban al montón fuese una ofrenda a los dioses y
las palabras con que lo acompañaban una oración, sino que, por el contrario,
comportaba una ceremonia mágica con el único objetivo de librarse del
agotamiento que el ingenuo salvaje imaginaba poder incorporar a un palo, hoja o
piedra y, así, expulsarlo de sí mismo. Muy
en consonancia con lo de “borrón y cuenta nueva”. Como en un rito de
purificación. Para poder comenzar el nuevo ciclo, el año nuevo, con renovadas
energías. Que más quisiéramos nosotros que poder deshacernos, de igual modo, de
las penas: precariedad, exclusión y desigualdad, producidas por la crisis
económica y los muchos recortes del Gobierno del PP. En todas partes y en todos
los tiempos hay una gran similitud de los deseos de los hombres y resulta, sin
embargo, notoria la diferencia entre los medios utilizados para satisfacerlos
en las diferentes épocas, transitando desde la magia, por la religión, hasta la
ciencia.
¿Incertidumbre política? Si el
pensamiento es colectivo, requiere diálogo. Que el 2016 os traiga muchos sueños
a estrenar, pues son los sueños los que nos empujan a seguir el camino. Como
advirtiera Hölderlin: “el hombre es un dios cuando sueña y un mendigo cuando
reflexiona.” Carpe diem.
José María Martínez Laseca
(31 de diciembre de 2015)