La peatonalización de la ciudad
de Soria salta a la vista de cualquiera que sobrevuele a cierta altura su casco
urbano y disponga, en consecuencia, de buena perspectiva para su contemplación. Dicha peatonalización se
desarrolla principalmente en torno al latido de su propio corazón, ya que arranca
desde la Plaza Mayor
(con su Ayuntamiento, Centro cultural de la Audiencia , iglesia de La Mayor , bares y demás casas);
para prolongarse por El Collado arriba, integrando algunas de sus plazas (como
la de San Esteban-El Olivo y Herradores) hasta alcanzar el parque de la Dehesa de San Andrés.
Recién, como es bien sabido, su superficie de partida se ha visto incrementada al
incorporarse la plaza Mariano Granados y el paseo del Espolón, como resultado
de la ubicación de dos parking subterráneos. De hecho, la peatonalización en
cuestión sirvió de inmejorable coartada para su construcción. También hemos de añadir
a esta decidida operación peatonalizadora varias de las calles y callejas
aledañas.
Esta mayor disponibilidad del
espacio público urbano permite disfrutar apaciblemente del centro de la ciudad de
una manera funcional. Invitándose a su población -que todavía mantiene una
visión tradicional de la zona céntrica como espacio de comercio y de servicios-,
a recorrerlo de modo más cómodo y seguro. Ello constata el reconocimiento del
peatón sobre su ciudad y el sentido de pertenencia que estimula el caminar por
el centro sobre una infraestructura adecuada que le facilite con confianza la
movilidad.
Dispuesta, pues, la
infraestructura urbana, haría falta una mayor urbanidad. Como pauta de
comportamiento y convivencia, que demuestra buena educación y respeto a los
demás. Pero, por desgracia, eso no ocurre así. La paz del tranquilo peatón se
ve de hecho turbada por la alocada circulación (a más de
José María Martínez Laseca
(18 de junio de 2015)
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