El sol de invierno calentaba un poquito la abarrotada Plaza de Herradores y el resto de animación lo prendía el alcohol que se consumía a espuertas. Conversaciones en corrillos. Pese a todo había más justos que villanos. Por eso, cuando yo traté de alcanzar mi local de costumbre, me resultó imposible. Así que dije para mí: el Cielo puede esperar. Y yo esperé pacientemente a que todo esto pasara. A que transcurriera la Fiesta de los Reyes Magos cargada de ilusión para los más pequeños. De mañana, los pueblos de San Andrés y Almarza se juntaron un año más en la linde de Cantogordo para repetir el ritual del tradicional traslado del Arca. Dentro van documentos, de ordenanzas y sentencias, sobre la gestión de la dehesa comunal, que se remontan a la Edad Media. En la antigua “Hermandad de los Cuatro Lugares” también se integraban los pueblos de Cardos y Pipahón ya desaparecidos. Esta vez por ser año impar toca llevarla desde San Andrés hasta Almarza. La conmemoración de la concordia es toda una manifestación popular y festiva.
El día después pude, por fin, volver al bar El Cielo. Me esperaban mis colegas posesionados en la barra. “El Chismoso”, al verme entrar, se dirigió a mí: “¡Ya se ha vaciado el patio. Fin de Fiesta!” “Es como si hubiera bajado la marea y quedara al descubierto la tristeza del invierno”, dijo “El Espabilao”. “Ha sido un mero espejismo –apunté yo–, la cruda realidad es que ha descendido el censo de sorianos, también de trabajadores (muchos funcionarios, por los recortes) y que a la hora de fijar población se han frustrado los polígonos industriales, fondos europeos y hasta la nueva cárcel”.
José María Martínez Laseca
(8 de enero de 2015)
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