No se trata de esos caramelos gigantes, típicos de Aragón, que inventara el pastelero bilbilitano Manuel Caro Gormaz hacia 1920, en cuyo envoltorio exterior lucen la imagen de la Virgen del Pilar y por dentro simpáticas letrillas de jotas populares. Algunos me traía mi padre a Almajano, siendo yo niño, al volver de la feria ganadera de septiembre por las altas eras de Santa Bárbara. Me estoy refiriendo, aquí y ahora, al adoquín o piedra labrada, generalmente caliza o basalto, que se usa para la pavimentación de calzadas y espacios públicos peatonales. Así, la acción de adoquinar consiste en empedrar con adoquines. Curioso, como siempre, el otro día me di una vueltecita por el centro de nuestra ciudad y pude observar que hay bastante suelo adoquinado. Sea de modo parcial o completo, vi estas calles o plazuelas: Ramón y Cajal, Jurados de Cuadrilla, Duques de Soria, Medinaceli, Nicolás Rabal, Herradores, Numancia, Puertas de Pró, Instituto, Aduana Vieja, San Juan, Mayor, Cuchilleros, Los Miranda, Travesía Postas, Zapatería y Real. Con desigual fortuna, ya que algunas se encuentran machacadas por el paso de vehículos de gran tonelaje. Mención aparte merece la plaza del Vergel cuya reciente remodelación, imitando la plaza Felipe II de Madrid, por emplear puntiagudos adoquines, soliviantó al vecindario. Mi compañero Andrés al observar a los “mestres calceteiros”, o trabajadores especializados, colocándolos, le preguntó a uno de ellos: -Qué, ¿de Lisboa?, a lo que el portugués, con tono molesto, le respondió: -¡No, de Oporto!
Haciendo memoria, uno recuerda como tiempo atrás había otras calles adoquinadas que, después, acabaron asfaltadas. Frente a quienes defienden su preservación, atendiendo a su composición plástica, están los partidarios del asfalto que argumentan que así los suelos serían más económicos de mantener, dañarían menos los neumáticos de los coches y escurrirían mejor el agua de lluvia. Pese a todo, aquí en Soria, se ha puesto de moda el adoquinado (junto con los bolardos metálicos y las rotondas), levantando el asfalto. Hay quien insinúa que en tiempos de crisis es un despilfarro cambiar el alicatado del cuarto de baño.
José María Martínez Laseca
(13 de noviembre de 2014)
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