sábado, 29 de noviembre de 2014

Periodista de honor

Hoy, al mediodía, hemos asistico, en el Casino Amistad-Numancia, al nombramiento de Antonio Machado Ruiz (1875-1939) como Periodista de Honor por parte de la Federación de Asociaciones de la Prensa de España con motivo del 75 aniversario de su muerte. Un acto sencillo y emotivo que contó con Jesús Posada, Presidente del Congreso de los Diputados, quien leyó una nota de adhesión y reconocimiento a tan insigne poeta por parte de los Reyes Felipe VI y Leticia. Estaba organizado por la Asociación de Profesionales de la Información de Soria (APIS) y la Fundación Española Antonio Machado (FAM). Aunque AM no es propiamente un periodista, si tuvo una presencia temprana e intermitente con sus escritos en la prensa, tanto de provincias en las que ejerció de profesor, cuanto en las grandes rotativas de la época. Así lo corroboran mis 14 entregas en Soria-Hogar y Pueblo de “AM colaborador en la prensa soriana” (1989) y el libro de Alfonso Méndiz Noguero: “AM, periodista” (1995). Bien sabía Machado, al igual que los miembros de su generación, que la suerte del intelectual estaba vinculada a su capacidad para alcanzar resonancia desde una tribuna de prensa, desde algún periódico. Ampliando la realidad y formando la conciencia ciudadana.
Concretamente en Soria, Machado se adentra en la prensa de la mano de su buen amigo José María Palacio. Primero en Tierra Soriana de la que fue Corresponsal desde París en 1911 y a partir de 1912 en El Porvenir Castellano. También, dada su amistad con José Tudela, aportó a La Voz de Soria sus apuntes “De mi cartera” remitidos desde Segovia. Pero, sin duda, su mayor proyección la va a alcanzar con la serie periodística que inicia en el otoño de 1934 sobre su heterónimo Juan de Mairena y que aparecerá en Diario de Madrid, El Sol, la revista Hora de España y La Vanguardia, sucesivamente. Sobre la función social y cultural del periódico léase “La presa de provincias” (1915) que dedicó primero a Idea Nueva de Baeza y después a El Porvenir Castellano. Y sobre la formación de una nueva clase directora “Política y Cultura” Mireno. (1912). Todos esos textos nos confirman además el gran valor literario que AM concedía al artículo de prensa.
José María Martínez Laseca
(29 de noviembre de 2014)

viernes, 28 de noviembre de 2014

Emilio Lledó

A Emilio Lledó (Sevilla, 5-11-1927), filósofo forjado en Heidelberg (Alemania), que impartió clases en institutos públicos y Universidades, ahora miembro de la RAE, le han concedido el Premio Nacional de las Letras 2014. Admiro su trayectoria intelectual, su compromiso y su apoyo a la cultura. El jurado apreció la lucidez de su pensamiento y una dilatada obra, que armoniza la filosofía del Logos, la hermenéutica, el valor estético y ético de la palabra, la defensa de la libertad y reivindica la vocación docente. Porque para Lledó la palabra tiene que ser transmisora de belleza y de verdad. Por eso se hizo profesor. “Yo he sido muy feliz siendo profesor –exclamó– y si volviera a nacer me gustaría ser maestro de escuela”. Quizás, porque añoraba a don Francisco, su maestro de Vicálvaro, que se había formado en los principios de la Institución Libre de Enseñanza. Lo recordaba llegando en autobús, cuando todos sus alumnos iban a recibirle. Era quien les mandaba leer dos páginas del Quijote y al acabar les pedía las “sugerencias de la lectura”. Cómo olvidarlo, si en esas cuatro palabras de su infancia simbolizó el filósofo los más altos principios educativos: “Dejarse seducir por algo. El aprendizaje de la libertad”. Porque la lectura es “el don más hermoso que podemos tener los seres humanos. De ahí que Lledó tenga su casa repleta de libros, que todos los días le interpelan, le cuentan su vida y le acompañan.
Se trata de un sabio. De “alguien que no solo piensa lo que pasa –como advirtiera Juan Cruz– sino, sobre todo, lo piensa bien; alguien que nunca olvida que caducan antes las malas respuestas que las buenas preguntas”. Que entiende que, en estos momentos, no estamos prestando atención a lo realmente importante. “Se trata de reelaborar –dice– y darnos cuenta de cuáles son las cosas más importantes de la vida”. Como la educación, que ha de ser liberadora, reflexiva y crítica, lejos de telarañas que “coagulan en atontamiento y en su consecuencia inmediata, el fanatismo”. Y la cultura, porque en ella y en el diálogo radica el verdadero patriotismo. Solo así llegará la ansiada regeneración, pues la característica esencial del político es que sea honesto. Con la integridad de quien hace su trabajo.
José María Martínez Laseca
(27 de noviembre de 2014)

Va de cultura

Habrá bucólicos que piensen lo contrario, pero yo encuentro sosiego en el bar “El Cielo” de la neurálgica Plaza de Herradores, donde me refugio del mundanal ruido cotidiano. Tan sobresaturado de temas político, económico o deportivos. Ahora trufados con los escándalos de corrupción a los que no escapan miembros de la Casa Real, políticos, empresarios, banqueros, sindicalistas, folclóricas, etc. Cual en “La Mesa de los pecados capitales” pintada por El Bosco, donde la avaricia muestra un juicio, cuyo juez dictará sentencia en función de los regalos ofrecidos por los litigantes. En “El cielo” yo disfruto los exquisitos placeres de la amistad y la buena conversación, regados con una copa de tinto “don Enrique”. Es una suerte de “casa y de cultura”, como la mítica taberna de Demetrio Mandarria que se abría en la Calle Real.
Un jueves, entro en “El Cielo”, ya pasadas las 13,30 h., y “El Espabilao”, que me espera, sorbiendo una caña y ojeando la prensa del día, me espeta: “La cultura en España está ninguneada. ¡Casi igual que en Francia, en la que un creador es lo más! Aquí se menosprecia el talento o buen uso de la inteligencia. La cultura es I+D, industria creativa, y tendría que estar subvencionada como comprar un coche y, sin embargo, se grava con el 21% de IVA. Sin duda, se trata de una cuestión ideológica. A este Gobierno no le mola la gente que piensa por sí misma, que tiene sentido crítico y que busca la verdad. Lo peor es que la cultura y la educación perdidas son difícilmente recuperables”.
“A este Gobierno –añade presto “El Chismoso”– parece que solo le interesa vender la manoseada marca España, junto con magnos festivales y grandes premios, cuando la verdadera marca que imprime carácter es la cultura”. Yo me sumo al debate y les digo que: “Cultura es cultivo y empieza por uno mismo. De ella hay que distinguir entre los valores de habilidad, los éticos y los morales. La cultura es, pues, personal y siempre un regenerador democrático, como advirtiera Machado, pero las instituciones tienen sobre ella una responsabilidad especial. Aunque Savater, ya algo harto, exclamó: yo no os pido que subvencionéis la cultura, sólo os pido que recéis por ella”.
José María Martínez Laseca
(20 de noviembre de 2014)

martes, 18 de noviembre de 2014

Adoquines

No se trata de esos caramelos gigantes, típicos de Aragón, que inventara el pastelero bilbilitano Manuel Caro Gormaz hacia 1920, en cuyo envoltorio exterior lucen la imagen de la Virgen del Pilar y por dentro simpáticas letrillas de jotas populares. Algunos me traía mi padre a Almajano, siendo yo niño, al volver de la feria ganadera de septiembre por las altas eras de Santa Bárbara. Me estoy refiriendo, aquí y ahora, al adoquín o piedra labrada, generalmente caliza o basalto, que se usa para la pavimentación de calzadas y espacios públicos peatonales. Así, la acción de adoquinar consiste en empedrar con adoquines. Curioso, como siempre, el otro día me di una vueltecita por el centro de nuestra ciudad y pude observar que hay bastante suelo adoquinado. Sea de modo parcial o completo, vi estas calles o plazuelas: Ramón y Cajal, Jurados de Cuadrilla, Duques de Soria, Medinaceli, Nicolás Rabal, Herradores, Numancia, Puertas de Pró, Instituto, Aduana Vieja, San Juan, Mayor, Cuchilleros, Los Miranda, Travesía Postas, Zapatería y Real. Con desigual fortuna, ya que algunas se encuentran machacadas por el paso de vehículos de gran tonelaje. Mención aparte merece la plaza del Vergel cuya reciente remodelación, imitando la plaza Felipe II de Madrid, por emplear puntiagudos adoquines, soliviantó al vecindario. Mi compañero Andrés al observar a los “mestres calceteiros”, o trabajadores especializados, colocándolos, le preguntó a uno de ellos: -Qué, ¿de Lisboa?, a lo que el portugués, con tono molesto, le respondió: -¡No, de Oporto!
Haciendo memoria, uno recuerda como tiempo atrás había otras calles adoquinadas que, después, acabaron asfaltadas. Frente a quienes defienden su preservación, atendiendo a su composición plástica, están los partidarios del asfalto que argumentan que así los suelos serían más económicos de mantener, dañarían menos los neumáticos de los coches y escurrirían mejor el agua de lluvia. Pese a todo, aquí en Soria, se ha puesto de moda el adoquinado (junto con los bolardos metálicos y las rotondas), levantando el asfalto. Hay quien insinúa que en tiempos de crisis es un despilfarro cambiar el alicatado del cuarto de baño.
José María Martínez Laseca
(13 de noviembre de 2014)

martes, 11 de noviembre de 2014

Las huellas de Teresa


Santa Teresa era, al decir de Cioran, una esposa de la canción. Las condiciones intelectuales y materiales en que tuvo que escribir nos hacen pensar en un caso excepcional de predestinación literaria. Es una poetisa intensa y visceral. Que naciera en España, resulta anecdótico, según J. A. Mañas, ya que ni Castilla explica a Santa Teresa, ni el mundo anglosajón a Emily Dickinson, por citar a dos poetisas salvajes, de una intensidad parangonable.
Con 47 años, dice Carmen Martín Gaite, se dedicó a ponerle pisos a Dios. Hasta 17, que están en: Ávila, donde fundó el convento de San José en 1562; Medina del Campo (Valladolid, 1567); Malagón (Ciudad Real), Valladolid y Toledo (1568); Pastrana (Guadalajara, 1569), Salamanca (1570), Alba de Tormes (Salamanca, 1571), Segovia (1574); Beas de Segura (Jaén) y Sevilla (1575); Caravaca de la Cruz (Murcia, 1576), Villanueva de la Jara (Cuenca) y Palencia (1580); Soria (1581) y Granada y Burgos (1582). Todas ellas forman la red de Ciudades Teresianas.
Teresa llega a Soria, desde Palencia, con 7 monjas y el P. Doria, el 2 de junio de 1581. Soria era el fin del mundo; pero, a petición de su amigo el obispo de Osma Alonso Velázquez, se decidió a venir. Lo justificaba la donación de un palacete, junto a la plaza de la Fuente de Cabrejas, hecha por la piadosa y rica viuda navarra Beatriz de Beaumont, para que abriera otro hogar a sus monjitas. La visita está documentada por ella misma. En su libro “Las fundaciones” anota: “tenía en Soria una casa buena, fuerte, en harto buen puesto; y dijo que nos daría aquella con todo lo que fuese menester para fundar, y esta con quinientos ducados de juro de a 25 mil el millar. El obispo se ofreció a dar una iglesia harto buena, toda de bóveda, que era de una parroquia que estaba cerca…”
Así que el nuevo convento de la Santísima Trinidad fue inaugurado el 16 de junio. Santa Teresa permaneció en Soria hasta el 16 de agosto en que partió hacia Ávila. Hay una carta suya dirigida al P. Gracián, fechada aquí el 14 de julio de 1581, donde le escribe: “Crea que a una monja descontenta yo la temo más que a muchos demonios”.
José María Martínez Laseca
(6 de noviembre de 2014)

domingo, 2 de noviembre de 2014

Robagallinas

Sé bien que esta palabra no aparece registrada en el nuevo diccionario de la lengua española (el DRAE), pero la anoto aquí porque, hace poco, la pronunció Carlos Lesmes, a la sazón Presidente del Tribunal Supremo y del Consejo General del Poder Judicial, para referirse a que “tenemos una Ley de Enjuiciamiento Criminal pensada para robagallinas”. Puesto que traba la lucha contra la indignante corrupción, que gira, cada día, como un carrusel, dada la extendida infección. Resulta así que cualquier pobre desgraciado, aunque se haya saltado la ley por poca cosa, da con sus huesos en la cárcel, mientras que tanto ladrón de corbata, como hay actualmente en este país (Trincópolis), se va de rositas.
Alega Lesmes que nuestro marco legal, además de cojo, carece de medios en los tribunales para poder enfrentarse con la defensa de los corruptos por poderosos bufetes de abogados, que saben aprovechar los resquicios de una ley garantista para entorpecer o dilatar los procesos en el tiempo. Además está el recurso al indulto, usado a su antojo por los Gobiernos de turno y que les ha permitido corregir con descaro las decisiones condenatorias de los tribunales. En consecuencia, habrá que modernizar nuestro anticuado sistema procesal, para que la justicia, mejor dotada, sea justa (menos lenta, barata y más eficiente), ya que “si la justicia no funciona no hay regeneración democrática”.
Todo lo dicho es condición necesaria, pero no suficiente. Para la lucha contra la corrupción y el latrocinio es imprescindible un cambio de mentalidad. Con el fin de que dejemos de pensar mayoritariamente como la madre de “La Chelito” que le decía a su hija: todos los que no tienen dinero son unos sinvergüenzas. Así que los remedios son, también, una cuestión de educación en valores: empezando por el respeto a lo público, que quiere decir que es de todos y no de los mafiosos, golfos y mercenarios que solo piensan en sus cajas fuertes. Porque, “el hombre de deseos insaciable es como un tonel agujereado: se pasa la vida intentando llenarse, acarreando agua en un cubo igualmente agujereado”.
José María Martínez Laseca
(30 de octubre de 2014)