martes, 11 de marzo de 2014

Tiempos de penitencia

Tras los excesos de Don Carnaval –la fiesta psicológica por excelencia, de “liberté, égalité e infidélité”– llega, lánguida y frígida, Doña Cuaresma. En sentido teocéntrico, ya que la religión y su católica iglesia campan a sus anchas por este “mariano” país. La inaugura oficialmente el Miércoles de Ceniza, que es su día primero en el calendario litúrgico, y que se prolongará durante 40 días más antes de que llegue la Semana Santa –ritual de pasión y muerte– el Domingo de Ramos y la triunfal entrada de Jesús, montado sobre borriquilla, en Jerusalén. En los templos, el cura dejó caer la ceniza sobre las cabezas de los fieles o bien trazó una cruz en sus frentes, diciéndoles: “Acuérdate de que eres polvo y al polvo volverás”.
Todo ello precedido de una tregua en el curro estudiantil: “Jueves Lardero: chorizo y huevo”. Siendo este jueves el de la semana que precede al Carnaval. “Recuerda mi madre que, los niños de las escuelas, celebraban una fiesta, haciendo de rey y reina. Los dos mayores; que se adornaban con cintas, iban de casa en casa, pidiendo para merendar, cantando una canción a propósito. A la hora de la merienda, tenían una gran fiesta, enterrando vivo un gallo, dejándole la cabeza al descubierto y los chicos, vendados los ojos, habían de matarlo con un palo”. Ritos atávicos ya erradicados del suelo provincial. El Carnaval, opuesto al “Tempus fugit” y la caducidad de la vida, es la reivindicación del “Carpe diem”, aprovecha el momento. El “Hoy comamos y bebamos y cantemos y holguemos, que mañana ayunaremos” de Juan del Enzina. A tal fin, la noche del viernes atravieso la plaza de Herradores. Suena la orquesta “Deporama”. En el bar “El Cielo” no cabe ni un alma. Algunos niños disfrazados pasan. Una compañía de verdosos soldados, avioneta incluida, reclaman mi atención. Por la calle Numancia, cuando voy al local de La Mayor, al vino de la Asociación Jurados de Cuadrilla, me cruzo con una familia numerosa de pingüinos. Han pasado 30 años de la implantación del Carnaval en Soria, del que fui su guionista y lo veo alicaído, al primar el ánimo de lucro tabernario sobre la fantasía.
Carnaval de apariencias, máscaras y disfraces. Cuaresma de ceniza y penitencia. Una metáfora perfecta de la España actual. Con ricos y avaros Epulones y Lázaros-pueblo, sacrificados y paganos. País cateto este, incapaz de mirar, con esperanza e innovación, hacia un futuro mejor.
José María Martínez Laseca
(6 de marzo de 2014)

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