El 22 de febrero de 1939, fallecía el poeta Antonio Machado en Collioure (Francia). Todavía hoy, nos impresionan tan trágicas circunstancias. No fue por una neumonía, como se dice, sino por el dolor de la pérdida de España: venía herido de muerte del fatal éxodo de la guerra incivil. Y allá, en suelo extraño, queda enterrada la caja de resonancia más emotiva de nuestra historia inmediata.
Porque Machado -cual “el olmo seco”- simboliza la derrota de las ilusiones republicanas. De aquel proyecto laico, democrático y social para España, que pudo haber sido y no fue por culpa del alzamiento de los facciosos.
Han pasado 75 años, pero su legado sigue vivo. Antonio Machado es nuestro poeta nacional, del que más versos se leen y se cantan. “Es para España lo que Paul Valery en Francia”, advirtió Corpus Barga al cruzar la frontera. Sobre todo un claro referente moral, dado su ejemplo cívico y su decidida apuesta por la educación y por la ciencia para regenerar aquella España corrupta de la Restauración.
Pidió cultura y trabajo. Y nos dijo: aprended a distinguir los valores falsos de los verdaderos y el mérito real de las personas bajo toda suerte de disfraces. Conviene acordarse y recordarlo.
José María Martínez Laseca
(22 de febrero de 2014)
No hay comentarios :
Publicar un comentario