lunes, 24 de febrero de 2014

Antonio Machado hacia 1939: crónica de una derrota

Una radio de Francia da escuetamente
la noticia. Lloré. Lloramos. Seguramente,
las tierras áridas de Soria, el alto Espino,
los montes de violeta, las alamedas del río
se estremecieron al presentir que aquella
era la muerte del mejor álamo español
caído lejos del Duero
R. ALBERTI, Roma, Nov. 69

Este año 2014 se cumple el 75 aniversario de la muerte de Antonio Machado, en una cama de la sobria habitación del hotel Bougnol-Quintana, en la localidad francesa de Collioure. Y conviene acordarse y recordarlo. Porque en aquella lejana tumba de un cementerio extranjero es donde se quedó enterrado para siempre el retazo más emotivo de nuestra historia inmediata. El símbolo más claro de la derrota de una joven República, al tiempo que de “la dignidad de un proyecto cívico que se había atrevido a proponer para España una sociedad laica, democrática y partidaria de unos modestos amparos sociales”, como muy bien advierte Luís García Montero.
El poeta Rafael Alberti escuchó la triste noticia por la radio, mientras Madrid todavía –“no pasarán- se resistía a las tropas franquistas. “Le grand poète espagnol Antonio Machado est mort” titulaba la pequeña columna publicada al día siguiente, en las páginas del diario L´Independant de Perpignan. Y relevantes escritores de aquel terrible éxodo como José Bergamín, Francisco Ayala y Serrano Plaja, entre otros, publicaron páginas conmovidas e inolvidables sobre el óbito del gran patriarca de la lírica española. Paradójicamente, el diario La Vanguardía del 30 de enero de 1939 lo recogía de este modo: “Antonio Machado ha fallecido en Miami”.

La tan anhelada como breve primavera
La primavera ha venido
y don Alfonso se va.
Muchos duques le acompañan
hasta cerca de la mar.
Las cigüeñas de las torres
quisieran verlo embarcar.
CANCIÓN POPULAR

¿Cómo olvidar aquella primavera tan cargada de sugerencias y de sentimientos para nuestro poeta? Aquella primavera, regeneradora de salud y de vitalismo, que tanto deseó para su esposa Leonor, enferma de tuberculosis en Soria tras regresar de París, y cuya suerte quiso asociar con la de “Un olmo seco” malherido por el rayo. La primavera que aquella vez no pudo ser para su esposa niña, y que ahora sí que sería posible, cuando el tronco podrido de la política española comenzó a revitalizarse en brotes verdecidos e ilusionantes. Porque la Segunda República Española, con la que tan identificado se sentía el poeta Antonio Machado, llegó el 14 de abril de 1931. ¿Cómo no recordarlo? “¡Aquellas horas, Dios mío, tejidas todas ellas con el más puro lino de la esperanza, cuando unos pocos viejos republicanos izamos la bandera tricolor en el Ayuntamiento de Segovia!... Recordemos, acerquemos otra vez aquellas horas a nuestro corazón. Con las primeras hojas de los chopos y las últimas flores de los almendros, la primavera traía a nuestra República de la mano”, que hubiera dicho Mairena.

Aquel sangriento y cálido verano

¡Señor! La guerra es mala y bárbara; la guerra,
odiada por las madres, las almas entigrece;
mientras la guerra pasa, ¿quién sembrará la tierra?
¿Quién segará la espiga que junio amarillece?
A. MACHADO

Don Antonio Machado se había trasladado desde Segovia a Madrid. Como catedrático que es, seguirá impartiendo sus rutinarias clases de francés; primero en el Instituto Calderón de la Barca y desde el curso 1935-1936 en el Instituto Cervantes. La Segunda República Española iba creciendo en su ingenua niñez. El 17 de julio se rumorea por las calles que el ejército español operativo en África se ha sublevado contra el legítimo Gobierno de la República y ya el día 18 suenan los primeros cañonazos. Era la temida guerra: el cainismo desatado. Y la sangre fraterna derramada iba a correr por montes y collados, por pueblos y ciudades, por los campos de trigo. España es el lugar donde se pelea en lucha abierta contra el fascismo, por eso acuden en su ayuda las Brigadas Internacionales. Pero todo será en vano, porque el ejército de los fascistas es mucho más poderoso en armas, hombres y bagajes. Y más disciplinado. Por eso los facciosos van ganando el territorio. La encarnizada Batalla del Ebro (Vicente Rojo frente a Franco) entre el 25 de julio y el 16 de noviembre de 1938, se nos antoja decisiva ya que decantaría la suerte de la victoria del lado de los facciosos.

El largo otoño del éxodo y el llanto

¡Amargo caminar, porque el camino
pesa en el corazón! ¡El viento helado
y la noche que llega, y la amargura
de la distancia. En el camino blanco
algunos yertos árboles negrean;
en los montes lejanos
hay oro y sangre… El sol murió…
¿Qué buscas poeta en el ocaso?
A. MACHADO

Entretanto, Antonio Machado se niega a abandonar Madrid, el “rompeolas de todas las Españas”, un Madrid que “sonríe con plomo en las entrañas”, en donde mantiene su amor secreto con Guiomar (Pilar de Valderrana). Aquí ha permanecido, firme, desde el comienzo de la rebelión. Pero la muerte de Federico García Lorca –el crimen fue en Granada el 17 de agosto de 1936-, le llevará a aceptar la propuesta de evacuación de intelectuales que le hacen Alberti y León Felipe. Ya se luchaba en las calles de Madrid aquel día de noviembre, con su alto cielo de otoño interrumpido por los bombardeos y los cañonazos, cuando el poeta y su familia parten hacia las tierras de Valencia. En la capital del Turia, en el pueblecito de Rocafort, unos buenos amigos le proporcionaron alojamiento en la acogedora casa campestre de “Villa Amparo”.
Pero el cerco de las tropas nacionales se estrecha y Antonio Machado, junto con su madre Ana Ruiz, su hermano José y su cuñada Matea y las hijas de ambos: Eulalia, María y Carmen, se han de poner, a mediados del año de 1938, de nuevo en camino, en dirección a Barcelona. Aquí se alojarán, durante tres meses, en el Hotel Majestic y, posteriormente, irán a la “Torre Castaner”, una amplia mansión sita en el barrio de San Gervasio.
El día 15 de enero de 1939, las tropas del general Yagüe toman Tarragona. La aviación de los facciosos bombardea con insistencia la ciudad Condal. Por lo que, en la noche del 22 de enero, Antonio Machado y su familia parten de Barcelona, acompañados, entre otros, por Corpus Barga, Tomás Navarro Tomás y varios científicos catalanes. Apenas cuatro días después caía Barcelona en manos franquistas.

El más frío y trágico invierno

Al borde del sendero un día nos sentamos.
Ya nuestra vida es tiempo, y nuestra sola cuita
Son las desesperantes posturas que tomamos
para aguardar… Mas Ella no faltará a la cita
A. MACHADO

Todas las carreteras que llevan hacia el norte están invadidas por miles de fugitivos. En el aire de este tiempo invernal flota una tristeza absoluta. La gente está agotada. Ha soportado treinta meses de guerra, de dolor y de muertes. Huyen a la desesperada. Y lloran a sus hombres más jóvenes, a los que el río Ebro se ha llevado a la mar. El automóvil que conduce a los Machado trata de abrirse paso en medio de aquel caos en dirección a la frontera francesa. Primero llegarán a Gerona, que parecía un auténtico manicomio, inundada por la riada de éxodo. Al atardecer harán un alto en el camino en un caserón de Cerviá de Ter. El día 26, una ambulancia los trasladará hasta la masía de “Max Freixat”, cerca de Viladásen, donde descansan. Machado es un anciano prematuro que se apoya en su bastón. Pausado y sereno, trata de ocultar o disimular sus necesidades inmediatas.
El día 28 amanece pálido. La frontera está cerca pero la marcha se hace cada vez más complicada por un itinerario tortuoso y desesperadamente lento: Orriols, Mollet de Perelada, Garriguells, Llansá, Colera… Al atardecer la expedición llega a Port Bou, que es el último pueblo español a 3 Kms. de Francia. Las ambulancias se detienen antes. El paso está cerrado, custodiado por una pesada cadena sostenida por dos senegaleses. Corpus Barga se entrevista con el comisario aduanero y le dice que Antonio Machado es en España lo que Paul Valery en Francia y que se encuentra enfermo y casi tan achacoso como su madre. El policía pone a su disposición un furgón que los traslada a la estación de Cerbère (guardián de los infiernos). Ante la imposibilidad de encontrar alojamiento, pasarán la noche en un vagón de tren. Llueve y la sensación de frío todavía es mayor.
Un Machado flácido, desaliñado y sin afeitar toma café de mañana, silencioso, en la estación. Corpus Barga le consigue moneda francesa. Un viaje en tren de apenas 20 minutos y llegan a Collioure.

Collioure: la estación término

…los papeles, la lluvia, los gendarmes mojados
alzando la cadena fronteriza.
Igual que un sueño todo.
Francia, ya clareando, y aquel cartel: “COLLIOURE”,
nombre jamás oído. No sabe que allí estaba,
Desde siempre, esperándole su muerte.
MIGUEL D´ ORS

Desde la estación al pueblo, Barga porta en brazos a doña Ana Ruiz, muy debilitada. En la plaza principal encontraron el hotel Bougnol-Quintana, cercano al cementerio, donde se alojaron. Cuando llegó a Collioure, Machado llevaba ya casi tres años alejado de su casa de Madrid. Al día siguiente, Corpus Barga y su hermano José con su esposa partieron en tren hacia París. Antonio se quedó solo, pasando largas horas junto a su madre. Al hijo de la dueña le pide que conecte la radio cada mediodía y cada noche para enterarse de lo que pasa. La señora Quintana se esmera por cuidar a sus huéspedes y les atiende con sumo cariño, y por ello el poeta, dadas sus penurias económicas, le dirá agradecido: “Ya que no tengo dinero para pagarte, te haré un poema”. Junto a su hermano José gustaba de pasear por las callejuelas del bello pueblo de pescadores , acercándose hasta su playa a contemplar el mar.
Sabemos que el día 9 de febrero escribió una carta a José Bergamín contándole su preocupante situación: “Después de un éxodo lamentable pasé la frontera… en condiciones empeorables (ni un solo céntimo francés), y hoy me encuentro en Collioure… y gracias a un pequeño auxilio oficial, con recursos suficientes para acabar el mes. Mi problema más inmediato es el de poder residir en Francia hasta encontrar recursos para vivir en ella de mi trabajo literario o trasladarme a la URSS, donde encontraría amplia y favorable acogida”. Dicha ayuda le fue prestada por la Embajada de la República española desde París, ciudad a la que no quiso trasladarse porque “guardaba cierto recelo fisiológico a la capital francesa desde que contrajo en ella su mujer la enfermedad de que murió”.
A mediados de febrero enferma Antonio Machado y lo visita el médico del lugar. Su diagnóstico fue categórico: padecía una neumonía y además su estado cardiaco era sumamente delicado. “Pero -como refiere José Machado-, realmente venía herido de muerte del fatal éxodo… Su grandeza espiritual se sobrepuso a tantas fatigas –espirituales y corporales- con la resignación de un verdadero santo”. También su madre había recaído de forma alarmante. La neumonía de Antonio se agrava con una gastroenteritis y por eso el poeta es trasladado a otra habitación. Pero los acontecimientos se van a desarrollar con inusitada rapidez.
Antonio Machado, el bueno, moría el día 22 de febrero de 1939, miércoles de ceniza, a las cuatro de la tarde. Le llegó “el día del último viaje”. Hacía un mes justo que había salido de Barcelona. Tenía 63 años de edad. Sus últimas palabras fueron: “Adiós, madre”. En uno de los bolsillos de su gabán, su hermano José encontró unos papelitos escritos y arrugados. En uno de ellos se aludía a su diosa-musa Guiomar y en el otro podía leerse el siguiente verso suelto: “Estos días azules y este sol de la infancia”.
La noticia de la muerte del poeta corrió como un reguero de pólvora entre los numerosos refugiados españoles que se encontraban en Collioure. Y hasta su habitación del hotel se fueron acercando oficiales y soldados leales a la República, que cubrieron su cadáver con una bandera tricolor y que rodearon su lecho con vistosas coronas de flores.
Desde París, Jean Cassou, reclamó su traslado a la capital francesa para ofrendarle un entierro con gran pompa y solemnidad, pero la familia de Machado se negó a ello.
Al día siguiente, a las cinco de la tarde, se verificó su entierro. A la comitiva de acompañamiento se sumó toda la población de Collioure encabezada por su alcalde, así como otros muchos amigos llegados de fuera. El féretro, envuelto con la bandera republicana, fue trasladado a hombros por seis compatriotas milicianos que lo condujeron hasta el humilde cementerio donde ocupó una sepultura prestada, con el mismo que si de un compañero caído en combate se tratara…
Era el 23 de febrero. (Dos días después moría su madre). Y se habían cumplido así sus deseos expresados en otra ocasión al decir: (…) quería luchar al lado vuestro. Quería terminar una vida que he llevado dignamente, muriendo con dignidad. Y esto sólo podría conseguirlo cayendo a vuestro lado, luchando por la causa justa como vosotros lo hacéis”.
Y allá en Collioure quedó este inmenso poeta, con “una trayectoria literaria y humana quizá la más limpia en la historia de la literatura española del siglo XX”. En la tierra francesa “donde había buscado y creído encontrar refugio”; y allá lejos deberá descansar para siempre, al igual que otros tantos españoles anónimos que, lo mismo que él, tuvieron que abandonar su propio país por culpa de una guerra sangrienta que enfrentó a hermanos contra hermanos.
Para que nos sirva como caja de resonancia permanente de lo que no debiera nunca más volver a repetirse. Y es que hoy, 75 años después, todavía nos impresionan sobremanera la tragedia, el éxodo y la muerte de Antonio Machado.

CARTA PUBLICADA EN "DIARIO DE SORIA", el 22 de JUNIO DE 1994
firmada por Pilar Sánchez Malo:

“Le envío este poema de mi tío, Mariano Granados Aguirre, escrito con motivo del entierro de Antonio Machado, por si les interesa incluir en las publicaciones que estos días han acompañado a los actos de Hermanamiento entre Soria y Collioure.
Mariano Granados, camino del exilio, fue el único soriano que asistió al entierro de Machado, habiendo sido además alumno suyo en el Instituto de Soria, amigo posteriormente y gran admirador literario. Estos versos dejan constancia de ello y de su permanente amor a Soria, a la que no pudo volver hasta el año 1969:

Ante la tumba de Machado

“Adiós, maestro, adiós. Adiós te digo.
Mi corazón es y será tu templo.
Fuiste maestro, fraternal amigo,
y sobre todo luminoso ejemplo.

Aquí te dejo, Antonio, en tierra extraña,
lejos de tu venero de armonía,
fuera de nuestra Soria, nuestra España,
bajo tierra que no es tuya ni mía.

Ni la vieja Ciudad, ni los caminos
aromados de espliegos y romero,
volverán a anudar nuestros destinos
que tu mano anudó en el alto Duero.

Niño aún, casi, casi adolescente,
me tendiste tu mano, y a ella asido,
tu dolorosa senda he proseguido,
y fue mi luz, la luz de tu alta frente.

Hace treinta y dos años, mi memoria
que es fiel, guarda aquel primer tributo
que te rendí en Soria, nuestra Soria,
dentro del aula dos de su Instituto.

En pos de tí, y de tu sombra en pos,
llego a verte emprender tu último viaje
cual quisiste, ligero de equipaje,
pero no solo. Yo te acompaño. Adiós."

Mariano GRANADOS AGUIRRE
Collioure, Francia. Febrero de 1939.

José María Martínez Laseca
(20 de febrero de 2014)

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