Tengo para mí que la filosofía –que por obra del cínico ministro Wert está saliendo de las aulas–, remueve su rescoldo por bares y tabernas, que no son sino ágoras de libre expresión para el desahogo de los cabreados ciudadanos.
Sin ir más lejos, acontece en el bar de la Plaza de Herradores conocido como “El Cielo”. Ello porque en él no caben más que los justos, dada su estrechez. Encontrábame yo allí un día antes de comer, echándome un vinillo al buche cuando se me acercó un compadre ansioso de entablar conversación conmigo. “Oye –me dijo– ¿has visto a la infanta Cristina, incapaz de renunciar a sus privilegios y de hacer el paseillo para declarar ante el juez Castro como cualquier mortal?”. “Claro que sí –le contesté– por mucho que se diga “y el villano como el rey tienen idéntica ley”. Porque ya se sabe que hecha la ley, hecha la rampa”. “Los tribunales tendrían que actuar de manera ejemplarizante con todos los corruptos, pero lamentablemente algunos fiscales se comportan como abogados defensores de los poderosos –prosiguió. Mira lo que les ha pasado a los jueves Garzón y Silva por meterse con la Gürtel y con Miguel Blesa. La justicia no es, pues, un último recurso, ya que siempre nos queda el del pataleo, y es que los poderes político, economico y judicial obran en comandita y por ello la corrupción es difícil de atajar”. “Que no es solo cuestión de leyes –arranqué yo– sino de rescatar valores éticos. Un cuento guaraní dice que un día hubo un gran incendio en la selva. Todos los animales huían despavoridos. En esas, el jaguar vio con sorpresa a un colibrí volando hacia el fuego. Le extrañó y lo creyó desorientado. Al rato, lo vio pasar de nuevo, esta vez en su misma dirección. Observó su continuo trajín de ir y venir, y le preguntó: ¿Qué haces colibrí? Voy al lago –respondió– tomo agua con mi pico y la arrojo para apagar el incendio. El jaguar se sonrió. ¿Estás loco? –le dijo. ¿Crees que vas a conseguir apagarlo así tú solo? Bueno –respondió el colibrí– yo hago mi parte…Y tras decir esto, se marchó a por más agua al lago.”
“Ya te entiendo –concluyó mi colega. No tanto despotricar de los demás e implicarnos más cada uno de nosotros en reclamar una mayor transparencia sobre la utilización de los dineros públicos, Solo así acabemos de una vez por todas con la impunidad de los corruptos”.
José María Martínez Laseca
(13 de febrero de 2014)
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