Querido diario: de los tópicos o temas que la literatura usa reiteradamente se ha pasado a los tópicos sociales. Si, en el primer caso, rosa equivale a mujer bella; en el segundo, los sorianos se asocian con el victimismo quejica. Por achacar todos sus males al olvido institucional. Soria sería, así, una nueva Penélope o mujer que espera -tejiendo y destejiendo- lo que nunca llega. Al menos, ahora no se nos tilda de tacaños como hiciera en el siglo XV Joanot Martorell, en su novela de caballerías Tirant lo Blanch, al decir: sois como los burros de los sorianos, que van cargados de oro y comen paja. A Soria se la relaciona con el frío y la nieve; pero ya no nieva como antes. O con la dulce mantequilla, que dio título a una zarzuela cómica-sainetesca-sentimental con libreto de Antonio Ramos Martín y música del maestro Celestino Roig, estrenada en 1917. La mantequilla podría constituir, pues, una de sus marcas. Lo mismo que el románico. Otros han apostado por la micología: setas, hongos y el oro negro de su trufa. E inclusive por el torrezno del cerdo. Indudablemente que somos lo que éramos, más otras cosas. Numancia tal vez vaya por libre.
Empero, de un tiempo a esta parte, la marca Soria es la poesía. Poes(or)ia. “Por lo que Soria representa en la memoria de la dignidad colectiva de la sociedad civil. Por cuanto se emparienta con el último gran proyecto constructor de orden que fue Antonio Machado. Él es uno de esos hombres que con su sola presencia en el mundo mancharon de salvación y de radical luz las cerezas de los tiempos”, según Juan Carlos Mestre. No en balde, en Soria se respira una atmósfera especial, como advirtió Antonio Gamoneda.
Ante la tiranía neoliberal del poder capitalista, que ensancha las periferias del mundo; la poesía también sabe reaccionar, ya que -sigue Mestre- “las lágrimas que corren en estos momentos en la conciencia cívica de nuestro país son la acusación por la que no puede pasar la poesía”. Si como señalaba Kant en el mundo social todo tiene precio o dignidad, solo la poesía y el amor -que ni se compran ni se venden- están fuera del negocio capitalista que todo lo corrompe. Por eso la poesía es alimento y no mierda.
José María Martínez Laseca
25 de jukio de 2013
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