Otro día acudimos, también, al Museo, menos conocido, de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, cuya colección permanente incluye obras maestras (pinturas, esculturas, dibujos…) del arte español, italiano y flamenco. Especial atención al siglo XIX con ejemplares de conocidos creadores que ingresaron en la misma. Y aún otras muy interesantes piezas adquiridas. En una de sus salas en semipenumbra admiramos una parte de su valioso tesoro español y universal en torno al grabado, como lo constata la "Colección de estampas de asuntos caprichosos, inventadas y grabadas al agua fuerte por Don Francisco de Goya".
Previa a esta instancia se halla otro espacio dispuesto para albergar la biblioteca y archivo donada por el historiador del arte Enrique Lafuente Ferrari (Madrid, 1.898-Cercedilla, 1985), con 18.000 unidades, entre libros, folletos, artículos, manuscritos, cartas y fotografías. En su misma planta una exposición temporal de fotografía modernista 1923-1929 del fotógrafo checo FrantiseK DrtiKol organizada por PhotoEspaña.
Nos acordamos de Gaya Nuño. De las planchas de su “Bibliografía crítica y antológica de Gaya” perdidas en los sótanos del Ministerio de Cultura. De su biblioteca personal, que quiso comprar la Fundación Paúl Getty de Estados Unidos y que afortunadamente se encuentra en Soria. De uno de sus primeros trabajos tras la cárcel, como fue el de extraer copias del archivo fotográfico de Arte Hispánico Ruiz Vernacce, sito en la calle Carrera de San Jerónimo, por encargo de José Gudiol Ricart, para el Instituto Amatller de Arte Hispánico de Barcelona.
Y nos acordamos, otra vez más, de Gaya y del jugoso tráfico de obras de arte existente, mediante el hurto. la receptación y el contrabando, cuando al vencer ya la tarde acudimos a una sala de cine para ver la película “Trance” del director Danny Boyle. Un interesante “thriller” que gira en torno a las consecuencias del robo del cuadro de Goya “Vuelo de Brujas” puesto sobre la tarima de una casa de subastas londinense y que resultará truncado.
Sobre todo, nos acordamos muy mucho de Juan Antonio Gaya Nuño y lo celebramos cada vez que como ocurre durante estos días podemos contemplar los fondos artísticos de su legado, expuestos en las dos salas del Centro Cultural que, sito en la plaza San Esteban de Soria, lleva su ilustre nombre.
Una interesante panorámica del arte contemporáneo. Con esas obras que le fueron obsequiando sus amigos artistas, agradecidos, por haber escrito sobre ellos de manera elogiosa en sus reseñas, en sus catálogos y en sus libros. Pintores y escultores de estilos diversos como Ramón Rogent, Vázquez Díaz, Pancho Cossío, José Caballero, Álvaro Delgado, Francisco Mateos, Juan Barjola, Viola, Millares, Tàpies, Oteyza o Pablo Serrano entre otros, dentro de un largo etcétera. Un auténtico patrimonio cultural representativo de las vanguardias de la mitad del siglo XX que la ciudad de Soria parece no apreciar en su valor histórico, artístico y sentimental como el auténtico tesoro que es. Qué lástima que ésta no se conforme como una exposición o pinacoteca permanente.
Y nos acordamos, cómo no hacerlo, de Concha de Marco, de tan fuerte temperamento poético y compañera constante en el quehacer de Juan Antonio. Ella fue, realmente, la que hizo posible que ese regalo tan preciado llegara a la ciudad de Soria, a través de lo que era entonces su Caja de Ahorros provincial. Y se marchó, Concha, tan tranquila, al tiempo que se quemaban los rastrojos, por estimar –¿quién lo diría ahora? – que lo había dejado todo a buen recaudo.
Para el dramaturgo Jacinto Benavente existen dos tipos de muerte: una la de la sangre y otra la del olvido, que es la muerte verdadera.
A nosotros, a mi buen amigo Ignacio y a mí, siempre que se habla de las bellas artes, nos resulta tan fácil como grato evocar una figura intelectual de la gigantesca talla humanística de Juan Antonio Gaya Nuño. Porque como ya advirtió en su día José Camón Aznar: “Gaya Nuño es protagonista de una obra que sólo admirará el futuro, por su impresionante tarea erudita, por su gran calidad de escritor, por su gama, sensibilidad y dicción cerrada y brava”. Evocarlo sí, que es sinónimo de recordarlo, rememorarlo, desenterrarlo, despertarlo, retenerlo, repasarlo, añorarlo y pensarlo.
Que esto, y no otra cosa, es lo que, en definitiva, hemos pretendido facilitar a los curiosos lectores al escribir nuestro nuevo libro sobre el cautivo republicano –en tanto que combatiente perdedor de la guerra civil española (1936-1939)–, quien mediante el esfuerzo, la autoexigencia y el afán de superación en su ingente trabajo consiguió redimir la pena impuesta de tener que vivir el resto de sus días bajo la dictadura franquista. Nadando siempre contracorriente, para terminar convirtiéndose de ese modo en un auténtico santero del arte. Faceta con la que obtuvo el reconocimiento internacional.
José María Martínez Laseca
(14 de julio de 2013)
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Buenas tardes. Mi nombre es Elena Marqués. Estoy muy interesada en Gaya Nuño desde que lo descubriera hace unos meses y no sé si podría ponerme en contacto con usted.
ResponderEliminarGracias.