Toca fiesta. Un día como hoy, 6-D, los españoles, mediante referéndum, aprobamos nuestra vigente Constitución de 1978 (la que ha observado algunas modificaciones). De aquí la festividad laica para todos. El art. 1.1 de nuestra Carta Magna comienza diciendo que “España se constituye en un Estado social y democrático de Derecho que propugna como valores superiores de su ordenamiento jurídico la libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo político”. Cabría, pues, afirmar que, mediante la supremacía de la Constitución, se nos ofrece en contraprestación no sólo derechos sociales, sino una larga serie de garantías (entre otras los servicios públicos de acceso universal) que, en principio, debieran permitir que los derechos pudieran ser efectivos para todos. El Estado social, en cualquier caso, supone una transformación de la democracia y del Estado de Derecho. Hasta aquí los buenos deseos, porque la realidad, acuciada por la actual crisis económica, ha hecho que todo se tambalee y se troque en mercado. Hasta el punto -según denuncia Felipe González- de que pudiéramos estar asistiendo con este Gobierno de Mariano Rajoy a una “liquidación de la cohesión social y de los fundamentos del Estado de Bienestar”.
Tras mucho jugar al escondite con su programa electoral, hasta las más incrédulas Caperucitas No Rojas están viéndole las orejas al lobo feroz del PP, dándose cuenta de su pecado de ingenuidad al confundirlo con su queridísima abuelita. La reducción de prestaciones y fulminación de derechos a los dependientes, que los devuelve al pasado o la no revalorización de las pensiones (lo que en Soria afecta a 23.340 pensionistas) son gotas que, bajo el dogma de la austeridad -en realidad ideología neoliberal-, están colmando el vaso de los ajustes y recortes. Y la amnistía fiscal a los defraudadores no es tal, ya que Montoro la llama “proceso de regularización de activos ocultos”. Además, las tasas judiciales crean una justicia para ricos y otra para pobres. Ya vemos como del Estado social y de derecho soñado podemos pasar a un Estado antisocial y de derechas. Con lo que nuestra Constitución quedaría convertida en un queso de gruyer. De tanto orificio.
José María Martínez Laseca
(6 de diciembre de 2012)
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