El pasado domingo se celebró el día de la lucha contra la corrupción. Tuvo escaso eco, y exiguo considero un solo día para desinfectar tan extendido como contagioso virus. En el Índice Mundial de Percepción de la Corrupción 2012, que elabora la ONG Transparencia Internacional, de entre los 176 países incluidos en el “ranking”, solo figuran tres honestos: Dinamarca, Finlandia y Nueva Zelanda. Sorprendentemente España ocupa el puesto 30, el número 13 entre los de la Unión Europea. Y es de extrañar, porque se dice que la corrupción encuentra su mejor caldo de cultivo en tiempo de crisis. Que los países corruptos son los que padecen una mayor crisis económica. Tal es así que muchos paisanos que presumen de patriotas dirigen sus dineros hacía la economía sumergida o inclusive a los paraísos fiscales, para mantenerlos a buen recaudo. Sonado ha sido el caso del expresidente de la patronal CEOE, Gerardo Díaz Ferrán, al que le devolvió Hacienda en su declaración del IRPF,porque era pobre. Pillado su testaferro se descubrió el cotarro y sus ostentosos vicios de caza y yate.
Fue profeta certero cuando nos espetó a la cara su maldición de a “trabajar más, cobrando menos”. Algo que no afectó a banqueros como Miguel Blesa, presidente de Caja Madrid que tras forrarse, hundiendo la bankia, pretende irse de rositas. Y encima el tal José Ángel Gurría (secretario general de la OCDE) nos viene con la monserga de que no se trata de bajar los salarios a los trabajadores, ni de reducir derechos, sino de abrir el apetito para crear empleo. Lo que hay que oír. En España el 80 % de las familias ha visto disminuido su poder adquisitivo y la brecha de la desigualdad ha aumentado, cuestionándose nuestra clase media, sustentadora del Estado de Bienestar.
No son casos aislados sino la corrupción del propio sistema capitalista. Todo es voluntad de poder, decía Nietzsche. Ansia de poder económico amasando fortuna exenta de impuestos y de poder político sin controles. Es preciso, pues, evitar tanto el fraude privado cuanto la corrupción pública. Ello requiere una mayor concienciación social, tolerancia cero con las conductas impropias. Vigilar atentos nuestros alrededores.
José María Martínez Laseca
(20 de diciembre de 2012)
No hay comentarios :
Publicar un comentario