Cada profesión tiene su santo patrón. El término patrón procede del latín patronus = patrono, que significa protector, defensor, abogado, amparador. Obviamente, la costumbre es de origen cristiano. Y los enseñantes no iban a ser una excepción en la regla. En mis tiempos de colegial se adjudicaba tal cometido a Santo Tomás de Aquino, ya que su filosofía de vida (independencia y autonomía de la razón) era enseñar, y lo celebrábamos jubilosos profesores y alumnos cada 28 de enero. Ahora, en su lugar se festeja el Día Mundial de los Docentes. Y aunque parece que la fecha elegida por la UNESCO es el 5 de octubre, aquí se ha desplazado esta vez al viernes 9. Su lema “Docentes: liderar en situaciones de crisis, reinventar el futuro”. Se pretende con ello honrar la profesión docente y llamar la atención sobre el papel que desempeñan los docentes en el sentido de que nadie se quede rezagado.
Y no viene nada mal tal cosa. Por lo que supone de respiro al empalmar un puente con el día de la Hispanidad del lunes 12 de octubre. Y, sobre todo, porque, además, nos lleva a reflexionar un poco más al respecto. Uno recuerda con aprecio a sus profesores brillantes, pero con gratitud a los que tocaron nuestros sentimientos. Estamos refiriéndonos a algo más amplio y complejo como es la educación. Una responsabilidad que corresponde al conjunto de la sociedad y que, no obstante, se hace recaer en los más de los casos exclusivamente sobre los docentes. Así en alguno de los diagnósticos que se han realizado en nuestro país sobre los profesores se les achaca a estos entre otras cosas el que están desprestigiados, que viven aislados y han perdido la pasión por su trabajo, al tiempo que fallan su selección y su formación y falta de liderazgo en los directores de los centros.
Por supuesto que todo es susceptible de mejora. Empero, a la hora de hacer justicia hay que colocar en los platillos de la balanza todos los elementos y no solo aquellos que interesan a algunos para criticar con acritud. Viene de atrás la propuesta de crear un nuevo modelo de acceso similar al MIR sanitario, que prolongaría más aún el proceso de formación del profesorado de los seis años de licenciatura y aprobar una dura oposición. Se está viendo ya que muchas Comunidades Autónomas tienen problemas para cubrir las plantillas de sus centros, por falta de profesores. Esta profesión no es, pues, tanto chollo como algunos se creen. Hay otras de rango inferior dentro de la función pública mucho mejor pagadas y con más posibilidades de promoción. Y mucho menos conflictivas en su práctica. Incluso, los profesores tienen la exigencia de su formación continua para que se les reconozca la gratificación de sus sexenios. En buena medida el sentido vocacional es lo que subyace a la tarea docente.
Ahora se cumple, precisamente, un mes del inicio del curso escolar en una situación de riesgo añadido, provocado por la pandemia del coronavirus. De ahí el reconocimiento debido a la contribución que aportan los docentes a la hora de abrir los centros educativos para proporcionar el aprendizaje a los alumnos diversos todos los días, garantizándoles así su legítimo derecho a la educación. Si como tanto se cacarea, la educación tiene por cometido principal potenciar el más importante recurso de nuestro país, es decir su capital humano, no nos olvidemos de dar a la profesión docente la dignidad que merece.
José María Martínez Laseca
(9 de octubre de 2020)
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