En
verdad que nos sorprendió la noticia. Gratamente, por supuesto, porque nos
convierte en un país un poco mejor. El pasado miércoles, 10 de junio, el pleno
del Congreso de los Diputados aprobaba por mayoría absoluta el Real Decreto-Ley
por el que se tramitará el ingreso mínimo vital (IMV) que regula esta ayuda
estatal en toda España, la que completará los recursos que tienen los hogares
más vulnerables hasta llegar a unos umbrales mínimos que se establecen en
función de la situación familiar: va de 461,5 euros mensuales para quien vive
solo hasta los 1.015 para las “unidades de convivencia” con, por ejemplo, tres
adultos y dos niños. Y hasta los diputados de Vox, que lo venían tildando
despectivamente como “la paguita”, se abstuvieron. Por lo que esta iniciativa
es, sin duda alguna, la que más apoyo ha recibido no solo ya en la presente
legislatura, sino también en los últimos años.
El IMV es en primer lugar una medida
de justicia social y probablemente, sea el mayor avance en derechos sociales de
nuestro país desde la aprobación de la Ley de dependencia en el año 2006,
mejorándose así nuestro Estado de Bienestar. Además de formar parte del pacto
de gobierno PSOE-Podemos, partía de una necesidad imperiosa. La Gran Recesión y
sus réplicas dejaron abiertas varias heridas socioeconómicas que España todavía
no había cerrado cuando ha explotado la crisis del coronavirus. El alto índice
de paro y de precariedad laboral son dos de ellas. Y estrechamente vinculadas a
estas aparece la pobreza en las diferentes formas de medirla que existen: un
26,1% de la población está en riesgo de pobreza (subsistir con menos del 60% de
los ingresos de la mediana, 8.871 euros al año para una persona); un 13% de
trabajadores está en esa situación; la pobreza severa (menos del 40% de
ingresos de la mediana, 5.914 euros) alcanza al 12,4% de la población; y la
pobreza infantil se palpa en datos como que en más de 120.000 hogares sin
ingreso alguno viven niños. Y el 16% de los potenciales beneficiarios de la
ayuda son hogares monoparentales, casi todos encabezados por mujeres
Nuestro país tiene un problema
estructural de desigualdad y de pobreza. Y, frente a la creencia generalizada,
no es el amor lo que nos hace más humanos, sino el dolor, ya que potencia
nuestra capacidad de solidarizarnos y de empatizar con los demás. Como ha
reconocido Kristalina Georgieva, directora gerente del Fondo Monetario
Internacional, las cuerdas sociales, es decir, ayudas para que la gente pueda
ayudarse a sí misma son muy necesarias. Porque se trata de dignificar a las
personas. “Nadie es más que nadie” señaló Antonio Machado, en frase recogida de
boca de un pastor de Soria, “porque por mucho que valga un hombre, nunca
tendrá valor más alto que el valor de ser hombre”. De ahí que el IMV
también tenga que ver con la libertad por algo tan sencillo como que no hay
libertad si una persona tiene que invertir toda su energía solamente en
sobrevivir y no puede disfrutar mínimamente de la vida; no hay libertad si no
se tienen unas condiciones mínimas de seguridad económica; si no se llega a fin
de mes.
Sin embargo, el IMV no es solamente una
medida de justicia social, es también una medida imprescindible para la
recuperación económica. Esos 461,5 euros, que van a llegar a los bolsillos de
algunos compatriotas, no se van a ir a un paraíso fiscal, no se van a ir a
cuentas en Suiza, van a ir directamente al consumo, porque la gente que va a
cobrar el IMV no tiene capacidad de ahorrar, y va a ayudar a que muchos autónomos
y muchas empresas puedan seguir facturando.
Como indicó el ministro de Inclusión,
Seguridad Social y Migraciones, el diseño del IMV aporta dos novedades. La
primera es que, tanto a la hora de calcular la magnitud de la prestación como a
la hora de diseñar los itinerarios de inclusión, tendrá en cuenta la realidad
económica, familiar y social de los beneficiados. Situando a los destinatarios
en el centro. Ya que en el IMV es la política pública la que se adapta a las
necesidades de los perceptores y no al revés, como ocurre muchas veces. Por eso
se tendrá en cuenta la estructura del hogar, sus ingresos y su patrimonio a la
hora de calcular la cuantía de la prestación.
La segunda novedad es la centralidad del
objetivo de inclusión que se vertebra en toda la norma. Para algunos, la
inclusión implicará nuevas oportunidades educativas, para otros, solución a una
condición sanitaria determinada, pero para la mayoría la inclusión implicará la
incorporación al mercado de trabajo o una participación más intensa y estable
en él. Para ello, la norma incorpora una batería amplia de medidas destinadas a
incentivar el empleo de los beneficiarios y a evitar aquello a lo que la
literatura suele referirse como la trampa de la pobreza.
Yo coincido con Manuel Jabois cuando dice
que el IMV define muy bien a esa parte de la sociedad española que se siente
más cómoda dándole cinco euros al que pide en la puerta del súper que 20
céntimos a través de impuestos. Y que hay dos formas de posicionarse en contra
del IMV y del impuesto a las grandes fortunas: estar seguro de que nunca
necesitaremos el primero y dudar de si tendremos que pagar el segundo.
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