Durante este tiempo de confinamiento, que se nos está haciendo a todos una eternidad, por lo que supone de viaje al interior de nosotros mismos, uno, en esta sobreexposición virtual, ha recibido infinidad de wasap de conocidos y allegados tocando los temas más variopintos. Tras aventar el grano de la paja, he entresacado algunos de ellos que me ilustraban sobre epidemias que a lo largo de la historia europea han sido y que nos castigaron con una doble crisis en la salud y en la economía. Son claros antecedentes de la actual pandemia del coronavirus o Covid-19. Especialmente, me llamaron la atención los referidos a la denominada “plaga de Justiniano”, que provocó el derrumbe definitivo del imperio romano y a “la peste negra” que desangró la ciudad de Florencia en 1348 y cuya huida de 7 mujeres y 3 hombres de su alta sociedad para refugiarse en una villa de las afueras, inspiró a Boccaccio su conocida obra “El Decamerón”. E incluso el brote de cólera en aquel Londres de 1854.
Pero, puestos a advertir semejanzas, mis preferencias se han inclinado desde el principio hacia la “Gran gripe” de 1918, la mal llamada “gripe española”. Por sus componentes: global de pandemia y de proximidad o cercanía en los contagios. Para evitar estos, se prohibió escupir y se cerraron teatros y cines e incluso escuelas; si bien permanecieron abiertas las iglesias. Se dijo que las restricciones contra las aglomeraciones, las mascarillas y las aspirinas resultaron inútiles. Y que lo que realmente acabó con aquel brote fueron sus propios efectos, ya que se llevó por delante a las personas menos sanas y fue especialmente inclemente con los que ya padecían otras enfermedades y los más débiles. Hay estimaciones que apuntan que murieron 50 millones de personas entre 1918 y 1920 e incluso algunos creen que fueron hasta 100 millones y la población total era menor en aquel tiempo. Por lo que hubo una enorme porción de seres humanos de todo el mundo que murieron por aquella gripe.
Aquí, en España, la prensa de la época constataba la considerable extensión de dicha epidemia gripal. Y se centraba en los médicos como símbolo de la abnegación. Son muchos, recogía, los facultativos que murieron de resultas de la epidemia, habiéndola contraído en el ejercicio de su profesión: es decir, mártires del cumplimiento de su deber. Y eran muchos también los facultativos que se hallaban enfermos por la misma causa. De ahí que reclamara: “rindamos el debido tributo de admiración a esos heroicos hombres de ciencia que así se exponen a perder la vida luchando por rescatar la del prójimo”. Un binomio: la epidemia y los médicos, tan de actualidad en nuestros días.
Descendiendo a lo local, el gran cronista de nuestra tierra, José María Palacio, anotaba, con fecha 6 de enero de 1919, como corresponsal de “La Correspondencia de España” que “la provincia de Soria fue una de las más contagiadas entre las de España, por la extinguida epidemia gripal. Diariamente hube de informaros oportunamente de la marcha de la enfermedad, que llegó a dar un número de invasiones entre todos los pueblos sorianos de 20.000, y ocasionó en todo el tiempo, desde su iniciación, pasando por su apogeo hasta llegar a la desaparición, un total de 1.000 defunciones aproximadamente”. Y añadía: “Es evidente que la mortandad y los estragos que la epidemia pudo ocasionar hubieran sido mucho mayores de no contrarrestarlos con todos los medios que tuvieron a su alcance el inspector provincial de Sanidad, don Joaquín Febrel, con sus acertadas disposiciones, y el celo en pro de la salud pública, no superado por nadie, demostrado por el gobernador civil, D. José García Plaza.”
Traigo este recordatorio aquí, ahora que los indicadores de evolución de la pandemia del coronavirus o Covid-19 señalan que vamos bien, que lo peor ha pasado y que lo estamos logrando. (Sin salud pública no hay negocio posible abierto al público). Y por eso es motivo de alegría para este contador de historias. Pero debemos mantener la prudencia y las medidas sanitarias de prevención recomendadas para evitar posibles rebrotes infecciosos. Sin bajar la guardia, puesto que no tenemos aún vacuna ni remedio.
Con todo, me llama la atención que, ante esta trágica calamidad, haya políticos que no han sabido estar a la altura de las circunstancias. Insultando al adversario, sin aportar ninguna solución, ni realizar la menor crítica constructiva en aras a la reconstrucción económica y social de nuestro país. Pensando en el bien de todos y no en sus propios intereses. Máxime, cuando hay familias españolas que dependen de un ingreso mínimo vital para poder comer. A ver si aprendemos, pues, de las lecciones de la historia, porque la humanidad tiende a olvidarse de las grandes tragedias a la vuelta de la esquina.
José María Martínez Laseca
(3 de junio de 2020)
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