La
exposición del afamado fotógrafo sociodocumental y fotorreportero brasileño Sebastião
Salgado, patrocinada por Caixa-Forum, se inauguró en la capital de Soria el
martes del 25 de febrero pasado. Bajo el
sugestivo título de “Génesis” (origen, principio), recogía en su montaje al
aire libre, en la céntrica plaza Mariano Granados, un total de 38 fotografías
que nos acercaban a una hermosa naturaleza salvaje. Todo un trabajo épico y
fascinante, resultado directo de los 32 viajes que realizó Salgado a diferentes
lugares que persisten todavía vírgenes en nuestro planeta. Por eso adquiere,
también, connotaciones bíblicas. Su clausura estaba prevista para el pasado 21
de marzo, pero la declaración del estado de alarma, a causa del tan imprevisto coronavirus,
implantado el 15 de marzo, y que sigue aún vigente, prohibiendo el libre movimiento
a los ciudadanos en todo el territorio nacional, ha propiciado que la muestra permaneciera
allí instalada. Y ha podido seguir siendo contemplada por los ojos de los
curiosos espectadores.
De hecho, yo he vuelto a verla de nuevo,
en la mañana temprana de este mismo jueves en que la han desmontado. Con el
alivio al desconfinamiento, en el que hemos permanecido de anacoretas en
nuestras casas durante casi dos largos meses. De igual modo al que ya
anticipara nuestro patrón San Saturio en su cueva. Y me ha llamado la atención
especialmente una de las fotografías que recoge a una tribu de los sanes
reunida en círculo, dentro de un claro del bosque, junto a su cabaña
semiesférica construida con ramajes. En la leyenda que la acompañaba podía
leerse: “La danza de la curación o el trance es el rito místico más importante
de los sanes. Mientras las mujeres cantan y dan palmas al unísono, los hombres
bailan en círculos a su alrededor. El delirio del trance, según creen algunos
sanes, señala la entrada en el mundo de los espíritus. Botswana, 2008”.
Y
la he asociado de inmediato con la denominada desescalada hacia esa tierra
prometida o nueva normalidad en que viviremos nuestras vidas. Un proceso o
danza de reconstrucción de nuestros hábitos cotidianos para incorporarnos al
mundo exterior de las relaciones laborales, culturales, sociales, etc. Bien
sabemos que está programada en cuatro
fases sucesivas (0, 1, 2 y 3) para poner a España en marcha protegiendo la
salud de los españoles y evitando posibles regresiones que pudieran volver a
poner en jaque a nuestro sistema sanitario.
Solo que aquí el ritmo o compás marcado
para el conjunto del país se ha roto desde el mismo momento en que algunas de
sus 17 Comunidades Autónomas han emprendido la carrera a su aire para apuntarse
el tanto de ser las primeras en llegar a la meta. No es este el caso de la
nuestra de Castilla y León, ya que su Consejera de Sanidad, en lugar de hacerlo
por provincias, lo está aplicando por zonas básicas de salud, quedando con ello
hasta la fecha excluidas de pasar a la fase 1 las nueve capitales de provincia.
¿Exceso de prudencia? La patronal se desespera, alegando que nuestras empresas
están en desventaja, puesto que nos quedamos atrás frente a los competidores
circundantes. Mientras que los trabajadores exigen las debidas garantías de
protección.
El
infeccioso y letal coronavirus sigue campando a sus anchas, sin fármaco ni vacuna
que lo detenga por ahora. No obstante, abundan por todas partes esos falsos profetas
llenos de certezas, a pesar de no tener los conocimientos pertinentes. Y es que
quienes parten de ideas preconcebidas van buscando siempre la información que
les interesa.
Esperemos, pues, que, a pesar de los
covidiotas que nunca escasean, el ritual de la desescalada nos conduzca a la
nueva realidad, cruda y dura sin duda, pero evitando desandar lo hasta aquí andado.
Como si se tratase de la misma danza de la curación de los sanes.
José
María Martínez Laseca
(13
de mayo de 2020)
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