Este
domingo, 10-N, se celebran nuevas Elecciones Generales, tras el fiasco de las
anteriores del 28-A, que condujeron al bloqueo en la conformación del nuevo
Ejecutivo para España. ¿A quién culpar de su repetición? Es innegable que la
oferta inicial de un Gobierno de coalición, hecha por el PSOE a UP, fue
rechazada por estos últimos al considerarla insuficiente. Y ningún otro partido
movió ficha para evitarlo. Fuesen y no hubo nada. Ahora, las encuestas publicadas
en días precedentes dicen que las va a ganar el PSOE. Con ascensos del PP y de
Vox, mantenimiento de UP y hundimiento de Cs, en cuanto a la tendencia en escaños se
refiere. A expensas de la abstención, votos en blanco y nulos. Están las
encuestas y luego la realidad. Aunque todo parece indicar que el desbloqueo
resultará complicado, dado que siempre que pasa igual, ocurre lo mismo.
Hay quien remite al debate político televisado el lunes 5, entre los 5
candidatos-hombres para inclinar el voto final de los indecisos. Yo lo seguí
enterito. Fue un debate, sin debate; aburrido,
de tres horas. ¿Izquierdas frente a derechas? ¿Vuelven las dos Españas? Un
todos contra Sánchez, que se mostró centrado y propositivo; con un Casado agresivo
hacia Cs e ignorando a Vox; un Rivera efectista, increpando al PP; un Iglesias
lenguaraz, regañando al PSOE su desapego y un Abascal bravucón, peligroso en su
discurso reaccio,nario. “Solo los ricos pueden permitirse el lujo de no tener
patria”, dijo, citando al falangista Onésimo Redondo. Algo que contrasta con lo
escrito por A. Machado en carta a David Vigodsky:
“En España lo mejor es el pueblo. Siempre ha sido lo mismo. En los trances
duros, los señoritos invocan la patria y la venden; el pueblo no la nombra
siquiera, pero la compra con su sangre y la salva.” Ver y oír; pero nunca callar. Leer, escuchar y
preguntar más y más. Tener más datos para despejar dudas. Desde el pensamiento
crítico, para tomar con criterio las propias decisiones.
A mí me sobran los motivos para ir a votar el 10-N. Frente a los que
dicen estar ya cansados y los predicadores que mienten con descaro para
desmovilizar a la gente. Porque votar, al par que un derecho es también un
deber. Algo sagrado. Que marca la raya entre democracia y dictadura. Es mi responsabilidad
en la apuesta de calidad de vida y de futuro. Y no lo dejaré en manos de otro nadie.
¡En mi voto mando yo!
José
María Martínez Laseca
(7 de noviembre de 2019)
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