Las páginas de sucesos de los periódicos traen noticia de nuevos casos de violencia de género. Lo repiten, cual papagayos mecánicos, las radios y las televisiones en sus informativos. Con especial resonancia en días pasados. 1: “Mata a tiros a su cuñada y hiere a otras dos mujeres”. Ocurrió en Aranjuez. El agresor, les disparó a sus dos cuñadas. Con 35 años la fallecida. La otra herida era su suegra. 2: “La Guardia Civil investiga como posible caso de violencia de género la muerte de un matrimonio cubano en Ayamonte”. Según declaró una conocida: “Ese era el día definitivo en el que ella iba a irse de casa”. Su hijo de 4 años ha quedado a cargo de la abuela materna. 3: “Un hombre asesina a cuchilladas a su mujer en Alboraya y se suicida al ser descubierto”. Ella tenía 29 años y trabajaba en una horchatería. Y 4: “Degollada en Xàtiva una mujer embarazada de seis meses”. Contaba 39 años.
Es un continuo suma y sigue. El total de mujeres asesinadas por sus parejas o ex parejas, ha alcanzado ya la cifra fatídica del millar. Esto, contando desde el año 2003 en que comenzaron las estadísticas oficiales. Así, sabemos que el 2008 fue el peor de todos, con 76 muertas. Ojo, que en lo que va desde enero hasta hoy se ha alcanzado ya el número de 26, lo que supone un porcentaje superior. Por desgracia, tan solo 3 de ellas habían denunciado previamente a su agresor. A pesar de las recomendaciones de instituciones y colectivos feministas que insisten en la conveniencia de efectuarlo. Marcando, por ejemplo, el teléfono 016 de atención a los malos tratos. Sorprende que las víctimas con mayor nivel de estudios sean las que más tardan en denunciar. La media en hacerlo es de 8 años y 8 meses. Alegan razones de vergüenza, creer que pueden resolverlo solas, el no reconocerse como víctimas y, sobre todo, el mucho miedo a su agresor.
Ese silencio nos hace cómplices. Se habla de mecanismos de protección, de educación en igualdad y resolución de conflictos de pareja. De tolerancia cero. Pero, el modelo de dominación patriarcal se mantiene con la difusión de contenidos vejatorios y violentos contra las mujeres, que condicionan las relaciones afectivas y sexuales. Salta la alarma: el porno en Internet es ya la fuente de educación sexual para 3 de cada 4 adolescentes. Una educación deshumanizada y de cosificación de la mujer. Que queda, todavía, mucho camino por andar.
José María Martínez Laseca
(13 de junio de 2019)
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