“Todas
las guerras son santas. Os desafío a que
encontréis un beligerante que no crea tener el Cielo de su parte”, advirtió
Jean Anouil (1910-1987), el dramaturgo francés autor de “La guerra de Troya no tendrá
lugar”, donde nos cuentan los denodados esfuerzos del comandante Héctor, con el
apoyo de las mujeres troyanas, para evitar que se desencadenara la guerra con
los griegos. Pero no logró que se mantuviera la paz. Los clásicos lo son porque
nos hablan de cosas que todavía perduran. Así la fatal guerra. A través de los
siglos. Demostrando la capacidad letal de las armas inventadas por los hombres,
tan civilizados.
El cuadro “El Guernica” de Picasso se ha
convertido en icono antibélico por antonomasia del pasado siglo XX, en el que
se produjeron las dos guerras mundiales. Es una traducción del lienzo de Rubens
“Los desastres de la Guerra”. Vemos al dios Marte amenazante, con escudo y
espada ensangrentada, sin hacer ningún caso a su implorante esposa Venus, que trata
de contenerle. Lo incita la furia Alecto. Cerca quedan los monstruos de la Peste y el Hambre y yace por el suelo la
Armonía. También hay una madre con su hijito en brazos, denotando la generación
y fecundidad pisoteadas por el azote de la guerra, que todo lo corrompe y lo aniquila.
E, incluso, aparece un arquitecto postrado en tierra, evidenciando las ciudades
reducidas a ruinas por la violencia destructiva de las armas. La población
civil -con mujeres y niños como los más vulnerables- es sobre la que recaen
siempre los mayores desastres de la guerra. Algo en lo que todas las guerras se
parecen.
Lo podemos comprobar visitando (del
2 al 14 de mayo) en la Delegación Territorial de Cultura de Soria, C/ Campo,
5, la exposición “Mujeres en conflicto”,
dentro de la programación de OnPhoto Soria 2019, dedicada al fotoperiodismo,
cimentado en la cultura y la memoria. En
ella, el fotógrafo freelance leonés JM López condensa, en
imágenes de gran formato, su viaje por 16 países que continúan en guerra, o que
todavía están padeciendo sus consecuencias. Ha captado con su cámara la verdad
objetiva, porque la fotografía es luz. En el contexto de unas guerras capaces
de normalizar la crueldad y el dolor. Además, la fotografía, en tanto que
tiempo y acción, es vida; pero, también, como asevera la poeta Anne Carson, una
forma de muerte. Por eso nos emociona, nos da que pensar y nos causa inquietud.
José
María Martínez Laseca
(9 de mayo de 2019)
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