Dicen
que este 26 de mayo, en que se celebran Elecciones por triplicado: Municipales,
Autonómicas y Europeas, supone jugar una suerte de segundo tiempo. Ello es así,
porque estas completarían a las Elecciones Generales del pasado 28 de abril. Que
muchos son los llamados en las listas de
los distintos partidos políticos que concurren a las mismas, y pocos los que
resulten elegidos ese día. Queda la intriga, pues, de lo que va a pasar en esa
lucha por alcanzar el poder en las instituciones correspondientes. ¿Acertarán
los sondeos?
Está a punto de finiquitarse la campaña
electoral de mítines, debates y actividades varias de propaganda por parte de
los candidatos respectivos, hablando de los numerosos problemas que observan y
de los mágicos remedios que pretenden aplicar para solventarlos. Un exceso de
información intensiva que se convierte en ruido, sin que se perciban con
nitidez los programas electorales que presenta cada cual. Y está claro que nos
va mucho en el asunto. Porque las decisiones que se tomen después en los
Ayuntamientos, Parlamentos Autonómicos y en la Eurocámara incidirán en nuestras
vidas cotidianas como los mismos rayos del sol. De ahí que le extrañe a uno esa
desidia. Que este acontecimiento no mueva más las conversaciones de la gente. Sobre
a quién votar, a sabiendas de las políticas que aplicarán al gobernar: el qué,
para qué y para quién. Porque como bien nos recomendara Antonio Machado: “Haced
política, porque si no la hacéis, alguien la hará por vosotros y probablemente
contra vosotros”. Mas, no sin una cierta prevención por la degeneración que esta
podía tener. ¿Hasta qué punto algunos políticos que dicen luchar por el bien
común no están sino defendiendo sus propios intereses personales?
Con razón se quejaba el escritor
Antonio Muñoz Molina al advertir que uno de los problemas de la democracia
española es que no ha creado conscientemente una cultura democrática. Toda vez
que una parte de la cultura democrática es la reverencia pública por el
conocimiento. Porque no puede haber ciudadanía ignorante. Y, de hecho, la
educación pública, la escuela pública se funda justo cuando se fundan los
sistemas democráticos. Por eso la crisis de la escuela –sentencia el pedagogo
Henry Giroux– es la crisis de la democracia. Al no fomentar el pensamiento
crítico para crear ciudadanos “conformistas” que no reclamen nada a las
Administraciones.
José
María Martínez Laseca
(23 de mayo de 2019)
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