La vida es realmente extraña. O tal vez debiera decir que el destino de las personas es ciertamente caprichoso. Y sorpresivo. Este pasado mes de julio, reclamó mi atención una noticia publicada en la prensa nacional. Decía que en un piso del municipio de Culleredo, a las afueras de La Coruña, había aparecido una mujer tendida en el suelo, entre el pasillo y la cocina, que llevaba momificada desde hacía ya un lustro. Tras el descubrimiento del cadáver por la Guardia Civil, contaron sus vecinos, que convivían con ella en aquella urbanización dormitorio, que apenas se relacionaba. Aunque, educada, daba los buenos días, las tardes o las noches si, por casualidad, se cruzaba con alguno de ellos. Que se llamaba María del Rosario Otero Vieites y que vivía con su madre, Jesusa, en el 2º C, que era un piso alquilado. Pero, que tras fallecer su progenitora, a finales de 2011, habían dejado de verla. De seguir viviendo, ahora tendría 56 años. Sin un trabajo fijo, a veces hacía sustituciones para la Xunta. Nadie la echó de menos. Acaso porque pensaran que se había marchado a un pueblo cercano, a unos 40 Kms., donde residían unas primas carnales mayores que ella. Todos los indicios, incluida la autopsia, conducen a que su muerte fue por causas naturales y que se produjo entre finales de 2012 y principios de 2013. Cierto es que la correspondencia se le acumulaba en el buzón y la conserjería. Que su Peugeot 206, inmóvil en la plaza de garaje 104, se iba cubriendo de polvo y los cristales de las ventanas que daban a la calle estaban ennegrecidos por el trasiego de coches por la carretera nacional que pasa por delante. Pero todo parecía muy normal. La empresa arrendataria cobraba puntualmente el alquiler de 400 € por domiciliación bancaría. Hacía tan solo un par de meses que le habían cortado el agua y la luz por impago. No se sintió el olor de la carne podrida ante el rápido proceso de momificación.
Mas, por desgracia, no se trata de un mero caso aislado. Puesto que esto se repite varias veces al año. Según el Instituto Nacional de Estadística son 4.638.300 personas las que viven a solas en España, de las que el 41,7 % son mayores de 65 años. De ahí que una de cada cuatro viviendas esté demasiado vacía y silenciosa. Y que las casas no sean ya el refugio de la historia, sino el lugar donde esta termina.
José María Martínez Laseca
(10 de agosto de 2017)
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