lunes, 21 de agosto de 2017

Hablemos claro

La lengua, o idioma, es un sistema de signos lingüísticos, o código común, que sirve para comunicarnos y entendernos (oralmente y por escrito), dentro de la comunidad hispanohablante a la que pertenecemos. Cierto es que,  en poesía, las palabras pueden adquirir una capacidad expresiva distinta de la habitual, al provocar una evocación, contradictoria o diferente, según quien la lee o quien la escucha. Pero en la vida pública los ciudadanos aspiramos a que las palabras tengan significados únicos. Según un informe de la CNMV, el 50% de los españoles no comprendemos el vocabulario de las compañías energéticas. De ahí la campaña de una de ellas en estos términos: “Hablamos raro. (-¿Cómo?). Con palabras raras. (-¿Código CUPS?) Y nuestros escritos son más raros aún. (-¡Holaaa! –¡Hola!) No es extraño que casi la mitad del país piense que hablamos un idioma distinto. (-Estas facturas no las entiendo. –¡Y yo, tampoco!). Y tienen razón En GNF queremos que nos entiendas, que si estás en situación de vulnerabilidad, sepas que puedes llamarnos y que te ayudaremos. Que servicio al cliente significa que te avisaremos si tu factura se dispara y que si te hablan de potencia contratada entiendas que puedes ahorrar ajustándola. Porque no es lo mismo iluminar tu casa que todo un edificio. (-Ok). Hablemos el mismo idioma. GNF. Hecho y dicho”. Curiosamente, aquí pagamos la luz más cara de Europa. Está visto que la lengua se puede utilizar para las buenas y las malas artes. Para retorcer la realidad y para expresarse de manera clara, concisa y transparente. La académica Adela Cortina señaló en la lección inaugural del XII Seminario Internacional de Lengua y Periodismo, organizado por la Fundación San Millán de la Cogolla y la FUNDEU que el esfuerzo por el lenguaje claro es una exigencia ineludible. El derecho de cada persona a comprender aquello que le afecta para poder asumir su respuesta de forma autónoma, así como el derecho a que su respuesta sea tenida realmente en serio por los responsables de ello. La exigencia de un lenguaje claro, llano y bien cuidado es una cortesía y un deber indeclinable de los gobiernos, las administraciones públicas, los poderes del Estado, como el legislativo y el judicial; los profesionales, los medios de comunicación, las empresas y las entidades financieras. Una exigencia de justicia.
José María Martínez Laseca
(17 de agosto de 2017) 

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