La lengua, o idioma, es
un sistema de signos lingüísticos, o código común, que sirve para comunicarnos
y entendernos (oralmente y por escrito), dentro de la comunidad hispanohablante
a la que pertenecemos. Cierto es que, en
poesía, las palabras pueden adquirir una capacidad expresiva distinta de la
habitual, al provocar una evocación, contradictoria o diferente, según quien la
lee o quien la escucha. Pero en la vida pública los ciudadanos aspiramos a que
las palabras tengan significados únicos. Según un informe de la CNMV, el 50% de
los españoles no comprendemos el vocabulario de las compañías energéticas. De
ahí la campaña de una de ellas en estos términos: “Hablamos raro. (-¿Cómo?). Con
palabras raras. (-¿Código CUPS?) Y nuestros escritos son más raros aún. (-¡Holaaa!
–¡Hola!) No es extraño que casi la mitad del país piense que hablamos un idioma
distinto. (-Estas facturas no las entiendo. –¡Y yo, tampoco!). Y tienen razón En
GNF queremos que nos entiendas, que si estás en situación de vulnerabilidad,
sepas que puedes llamarnos y que te ayudaremos. Que servicio al cliente
significa que te avisaremos si tu factura se dispara y que si te hablan de
potencia contratada entiendas que puedes ahorrar ajustándola. Porque no es lo
mismo iluminar tu casa que todo un edificio. (-Ok). Hablemos el mismo idioma.
GNF. Hecho y dicho”. Curiosamente, aquí pagamos la luz más cara de Europa. Está
visto que la lengua se puede utilizar para las buenas y las malas artes. Para
retorcer la realidad y para expresarse de manera clara, concisa y transparente.
La académica Adela Cortina señaló en la lección inaugural del XII Seminario
Internacional de Lengua y Periodismo, organizado por la Fundación San Millán de
la Cogolla y la FUNDEU que el esfuerzo por el lenguaje claro es una exigencia
ineludible. El derecho de cada persona a comprender aquello que le afecta para
poder asumir su respuesta de forma autónoma, así como el derecho a que su
respuesta sea tenida realmente en serio por los responsables de ello. La
exigencia de un lenguaje claro, llano y bien cuidado es una cortesía y un deber
indeclinable de los gobiernos, las administraciones públicas, los poderes del
Estado, como el legislativo y el judicial; los profesionales, los medios de
comunicación, las empresas y las entidades financieras. Una exigencia de
justicia.
José María Martínez Laseca
(17 de agosto de 2017)
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