Al nacer, las criaturas humanas
nos vemos indefensas, y estamos necesitadas, en consecuencia, durante muchos
años de ayuda para nuestra protección y sustento. Por ello, podemos ser
educadas y socializadas en mayor medida que la de cualquier otro animal. De ahí
la importancia que adquiere en nuestras vidas la educación pública. La garantía
por parte del Estado de hacer posible el acceso a ese proceso de
enseñanza-aprendizaje, en tanto que derecho esencial. La educación -de todos y
para todos- es muy importante como ascensor social, como corrector de
desigualdades frente a la lotería natural de la cuna que a cada uno nos toca.
Como formación integral de toda persona. En su desarrollo, supone uno de los
muchos ríos subterráneos que fluyen por el cauce de nuestro realidad cotidiana Cada
mañana los padres envían a sus hijos al centro educativo correspondiente y
estos, en tanto que alumnos, asisten a las clases impartidas por los profesores
de las distintas materias o asignaturas. Podría asociarse al trajín de abejas
obreras que acuden a su colmena. Todo parece desarrollarse con la tranquilidad
de la rutina, pero siempre pueden surgir problemas en el seno de la comunidad
educativa: falta de colaboración de los padres, alumnos que no quieren
estudiar, complicadas explicaciones de los profesores, acoso escolar, exceso de
deberes, etc. Bien advierte el sabio proverbio africano: para educar a un niño
se necesita la tribu entera.
Se
habla poco de educación. Y hay una razón de peso para tenerla más presente:
casi todos los males de la patria se achacan a una carencia de la misma, al
tenerse a la educación como norma de convivencia. Recién, el 9 de marzo, cual
Guadiana, irrumpió en la superficie: profesores, estudiantes y padres acometieron
una huelga general contra la
LOMCE , Para que reviertan los recortes y se amplíen las
becas. Por un gran pacto educativo. Después de tanta diarrea legislativa.
Aprovechando la oportunidad del momento político. Mejorar implica cuidar al
profesor en su formación, actualización, dignificación y retribución salarial.
Lo que, sin duda, llevará su tiempo de restitución, máxime después de haberlo
denostado tanto en su cometido. A sabiendas, también, de que todo aquello que
no nos emociona es más difícil de discernir, de aprender y de comunicar.
José María
Martínez Laseca
(16 de marzo de
2017)
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