Por fin llegó el 5 de enero de
del año nuevo 2017. Y su noche era la más esperada por los niños Martín y
Jimena, de 6 y 4 años, respectivamente. Ambos sabían lo que acontecía en esa
noche mágica. De ahí que se les viera nerviosos, correteando por la casa desde
primeras horas de la mañana. Toda la alegría del mundo se reflejaba sus ojillos
vivarachos, con un brillo especial, mientras dejaban sus zapatitos en el balcón.
Sus
padres les habían relatado la tradición de los Reyes Magos. Y ellos aprendieron
pronto que eran 3. Que se llamaban Melchor, Gaspar y Baltasar (este de negra
piel) y que habían llegado desde las
tierras lejanas de Oriente, guiados por una estrella, para visitar al niño-Dios
recién nacido y ofrecerle sus presentes: oro, incienso y mirra. Más de una vez
los habían coloreado en la escuela, montados en sus camellos para hacer sus
postales de felicitación. ¿Cómo olvidarlos si a ellos les escribían, tan
emocionados, sus cartas? Si en su casa
era costumbre que al llegar la
Navidad su madre sacaba dos grandes cajas del trastero. Una
con el árbol: un pequeño pino verde que decoraban con bolitas, luces
intermitentes y demás motivos. Y otra, donde guardaba las figuras del belén.
Disfrutaban mucho montándolo. La gruta, con el ángel en lo alto, el buey y el
asno en su interior con la Virgen María
y San José, y entre los dos: el Niño Jesús. Siempre le dejaban a Jimena colocar
su figurita en el centro de la escena. Su madre disponía los pastores que
acudían con sus corderitos a adorarlo. Y Martín se encargaba de los 3 Reyes
Magos en sus cabalgaduras.
–Mamá,
–habló Martín– el abuelo nos dijo que teníamos que poner otro camello más,
porque los Reyes Magos no eran 3, sino 4. –Sí, hijo mío, eso que te cuenta tu
abuelo y ya me lo refería a mí de niña. Me decía que, según una antigua leyenda
difundida por Europa y sobre todo en Alemania, había un cuarto Rey Mago llamado
Artabán. Que partió de su país para juntarse con sus 3 compañeros, pero se
entretuvo en el camino socorriendo a un malherido por unos ladrones y por eso
llegó tarde a la cita. Cuando por fin acudió a Belén, la Virgen y San José con el
Niño ya habían partido hacia Egipto, huyendo del rey Herodes. –Entonces, mamá,
si son 4, está noche nos traerán más regalos. (Y su hermanita Jimena sonreía de
contento).
José María Martínez Laseca
(5 de enero de 2017)
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