Los mitos son narraciones
extraordinarias con seres extraordinarios del pasado. Su origen precede a la
historia y tienen que ver con acciones ejemplares de héroes y dioses. Sin los
mitos nos quedaríamos sin explicaciones de la vida humana, ya que guían al
hombre dándole respuestas esenciales sobre la creación del mundo o el origen de
la vida. Estas reflexiones afloraron a mi mente el día que acudí al Palacio de la Audiencia de Soria y pude
contemplar una sorpresiva exposición, que muy bien podría ser tildada de
clandestina, por escondida, ya que por ninguna cartelera, ni pared de la ciudad
se anunciaba al público. Hay que ascender a la primera planta para verla (hasta
el 28 de junio). Si por un casual el curioso espectador lograra conseguir el
tríptico referido a la misma, allí verá que responde al sugestivo título de “Invocaciones
y advocaciones”.
La
exposición –al modo de un imaginario museo con hallazgos arqueológicos– nos
muestra, entre las cajitas que cuelgan de las paredes laterales de la sala y
unas vitrinas o expositores en el centro, una serie de pequeñas figuras
modeladas en una arcilla terrosa especial y unas pocas en blanco caolín, a
veces cuarteadas y a veces también coloreadas. Representan esas deidades y héroes
–con gran presencia de féminas– de mitologías europeas y con claras referencias
a batallas más o menos conocidas como las
de Numancia (España), de Sarmizegetusa (Rumania), Alesia (Francia),
Teotoburgo (Alemania), Culloden (Escocia), etc. Se advierten guerreros,
druidas, valkirias, etc. y hasta a Cernunnos y al espíritu del bosque. Asimismo,
hay colgantes construidos con cráneos y otros huesos de animales, junto con
abalorios.
Se
parte de la tesis de que las creencias y tradiciones politeístas, ante la
imposición del cristianismo, optaron por camuflarse bajo su manto. Por lo que
aquellos antiguos ritos y tradiciones, tenidos por paganos, todavía persisten y
se siguen celebrando. De ahí esa invocación que aquí se hace a su poder, bajo
las más diversas advocaciones o nombres, recabando su amparo. Redivivos, pues,
en una suerte de eterno retorno. Y no se sorprenderá el curioso espectador al descubrir
que se trata de una creación de Antonio Ruiz Vega, autor de libros como “Numancia”
y “Los hijos de Túbal”. Porque los mitos viven en el país de la memoria.
José María Martínez Laseca
(25 de junio de 2016)