A Jesús Angulo Angulo, agradecido.
Rasal es un pueblecito (hoy perteneciente
al municipio de Las Peñas de Riglos) en la comarca de la Hoya de Huesca, a 39 Km . de la capital. Queda
ubicado entre la sierra de Javierre y la de Cabellera, dentro del hermoso valle
del Garona, por el que discurre el curso del río, afluente del Gállego, con
este mismo nombre. En su costado sur se levanta majestuoso el pico Pusilibro de
la sierra de Loarre con casi 1600
m . de altura. Del apretado caserío, con viviendas de
piedra vista y rojos tejados con llamativas chimeneas, destaca la iglesia
parroquial del siglo XVIII bajo la advocación San Vicente, mártir. Aquí, el 18
de enero de 1880, fue bautizado José María Palacio, que había nacido ese día a
las 5 de la mañana. Era hijo legítimo y natural del matrimonio formado por Ángel Palacio y Francisca Girón, herreros de oficio y
condición humilde.
En este agraciado paraje, en
plena comunión con la naturaleza (rodeado de robles, encinas, tojos, bojes y
plantas aromáticas), de amena tranquilidad y gran sosiego; junto a sus pocos
vecinos, dedicados a la agricultura y al pastoreo, fue creciendo el niño José
María, que pronto asistió a la escuela de primeras letras. En 1894 optó por acometer los tres cursos de los
estudios de magisterio en la
Escuela Normal Superior de Maestros de Huesca, obteniendo el
título de maestro de primera enseñanza superior en mayo de 1898. Desde los 15 años ya colaboraba en los
periódicos “El diario de Huesca”, “Heraldo de Aragón” y “Diario de avisos de
Zaragoza”. Nunca ejerció la profesión docente, pero sí opositó para funcionario
público y se vio así destinado a Soria el 26 de diciembre de 1901, como
escribiente de la sección de Montes de su Distrito Forestal.
Con todo, Palacio continuaría en
1906 con la práctica periodística, su verdadera vocación, en “Tierra Soriana”,
luego en “Tierra” y a partir de 1912 en “El Porvenir Castellano”, del que fue
fundador. En las páginas impresas de dichos medios aparecieron publicados
interesantes artículos, a veces firmados bajo el pseudónimo Fray Lupercio.
Además, nos fue dando cumplida cuenta de los pasos seguidos por el poeta
Antonio Machado Ruiz, catedrático de Francés del Instituto General y Técnico de
Soria, tras tomar posesión de su plaza a primeros de mayo de 1907. Desde el
principio, dadas sus inquietudes culturales, Machado y Palacio, que tuvieron en
Soria su primer destino profesional, se hicieron íntimos amigos. Y por sus
enamoramientos terminaron siendo parientes, pues sus respectivas esposas
Heliodora Acebes Maza (21-10-1907) y Leonor Izquierdo Cuevas (30-7-1909) eran
primas. También ambos compartirían después el punzante dolor de las pérdidas prematuras
tanto de Leonor de Machado (1912) como de las niñas Carmen (1913) y Rosario
(1915), hijas de Palacio, cuyo desgarro quedó plasmado en varias de sus
crónicas dolientes.
Machado, viudo, partió de Soria hacia
Baeza en 1912; Palacio, con su familia, a Valladolid, en 1918. Pero nunca la
distancia conllevó el menor desafecto u olvido entre el periodista y el poeta.
Su amistad había quedado sellada para siempre en aquella carta, de las más
bellas de nuestra lírica, fechada el 29 de abril de 1913 (si bien Carlos
Beceiro la pospone al año 1916), que comienza diciendo: “Palacio, buen amigo” y
en la que el poeta, tras preguntarle por la llegada de la tarda primavera
soriana, ruega al amigo que lleve flores a la tumba de su esposa-niña en el alto
cementerio de El Espino. Mariano Granados Aguirre nos recordaría, en abril de
1948, haber escuchado en el Casino de Numancia la voz resonante de emoción de
Palacio leyendo en alto aquella carta de Antonio Machado.
Conocemos muy poco de la estancia
de José María Palacio en Valladolid. Sí que desde esta ciudad siguió enviando
algunos de sus elaborados y emotivos artículos a la prensa soriana. Que también
colaboró en la prensa de Valladolid (en el “Diario Regional” donde atendía la
información agrícola) y que participó en las actividades culturales de su
Ateneo, impartiendo, entre otras, una conferencia sobre las ruinas de Numancia.
En Valladolid disfrutó de la tranquilidad y del cariño del hogar familiar, con
la compañía de su esposa Heliodora y de los cuatro hijos que les quedaron:
María del Pilar, María Antonieta, María de los Ángeles y José María.
Cuenta Claudio Guillén que la
vida de Palacio en Valladolid se vio iluminada por aquellos versos del poeta
amigo que constituían su mayor orgullo. “Guardaba el manuscrito original
colgado de la pared de su casa, y hasta tal punto llegó a identificarse con la
epístola de Machado que todos le saludaban diciendo: “¡Palacio, buen amigo!” Y
es que, como señala Heliodoro Carpintero José María Palacio fue el amigo más leal
y más respetuoso para con nuestro gran poeta. “Palacio fue la figura más
machadiana que trató nunca Machado”.
Que mucho de todo esto ya lo
había contado yo a mis queridos lectores en otras ocasiones precedentes. Sirva,
no obstante, lo antedicho como contextualización imprescindible para el desenlace de mi artículo. Y este no es otro
que el hallazgo de su tumba y la fecha de defunción de nuestro protagonista. La
una condujo a la otra a mi amigo Jesús Angulo que, conocedor de mis pesquisas al respecto, me facilitó,
generosamente, la información. Anoto, en consecuencia, que en el Cementerio
Municipal de El Carmen de Valladolid, necrópolis tradicional que data del siglo
XIX, en su cuadro 8 y número 136, se encuentra la tumba individual de: JOSÉ Mª
PALACIO GIRÓN./1883-1936/ R.I.P. Y en la parte inferior, a modo de epitafio,
escrito: PALACIO, BUEN / AMIGO. ESTÁ LA / PRIMAVERA. / A. MACHADO. La cruz de
arriba, las letras y los números, de acero inoxidable, están adheridos y su
tonalidad metálica resalta sobre el negro mármol pulido de la lápida que la
cubre. Está asentada sobre una clara base rectangular de basta piedra caliza. Reparo
en dos cosas: la primera, que el recorrido de su vida contiene un error, ya que
el año de su nacimiento es 1880, como ya he dicho al inicio; y, segunda, que la
losa que ahora vemos fue renovada (hará del orden de 15 a 20 años atrás) y está
superpuesta a la original. Junto a dicha cruz quedan depositadas unas flores
artificiales, de plástico, en buen estado, según me apuntan mis informantes, lo
que demostraría que no se trata de una tumba abandonada, viéndose frecuentada
acaso por alguno de sus deudos. Señal de que todavía se le sigue recordando.
Cabría, por último, precisar que José María
Palacio Girón falleció en su domicilio
de Valladolid, sito en el nº 1, segundo piso, de
José María Martínez Laseca
(22 de agosto de 2015)
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