martes, 25 de agosto de 2015

De José María Palacio y su tumba encontrada

A Jesús Angulo Angulo, agradecido.
Rasal es un pueblecito (hoy perteneciente al municipio de Las Peñas de Riglos) en la comarca de la Hoya de Huesca, a 39 Km. de la capital. Queda ubicado entre la sierra de Javierre y la de Cabellera, dentro del hermoso valle del Garona, por el que discurre el curso del río, afluente del Gállego, con este mismo nombre. En su costado sur se levanta majestuoso el pico Pusilibro de la sierra de Loarre con casi 1600 m. de altura. Del apretado caserío, con viviendas de piedra vista y rojos tejados con llamativas chimeneas, destaca la iglesia parroquial del siglo XVIII bajo la advocación San Vicente, mártir. Aquí, el 18 de enero de 1880, fue bautizado José María Palacio, que había nacido ese día a las 5 de la mañana. Era hijo legítimo y natural del matrimonio formado por  Ángel Palacio y  Francisca Girón, herreros de oficio y condición humilde.
En este agraciado paraje, en plena comunión con la naturaleza (rodeado de robles, encinas, tojos, bojes y plantas aromáticas), de amena tranquilidad y gran sosiego; junto a sus pocos vecinos, dedicados a la agricultura y al pastoreo, fue creciendo el niño José María, que pronto asistió a la escuela de primeras letras. En  1894 optó por acometer los tres cursos de los estudios de magisterio en la Escuela Normal Superior de Maestros de Huesca, obteniendo el título de maestro de primera enseñanza superior en mayo de 1898.  Desde los 15 años ya colaboraba en los periódicos “El diario de Huesca”, “Heraldo de Aragón” y “Diario de avisos de Zaragoza”. Nunca ejerció la profesión docente, pero sí opositó para funcionario público y se vio así destinado a Soria el 26 de diciembre de 1901, como escribiente de la sección de Montes de su Distrito Forestal.
Con todo, Palacio continuaría en 1906 con la práctica periodística, su verdadera vocación, en “Tierra Soriana”, luego en “Tierra” y a partir de 1912 en “El Porvenir Castellano”, del que fue fundador. En las páginas impresas de dichos medios aparecieron publicados interesantes artículos, a veces firmados bajo el pseudónimo Fray Lupercio. Además, nos fue dando cumplida cuenta de los pasos seguidos por el poeta Antonio Machado Ruiz, catedrático de Francés del Instituto General y Técnico de Soria, tras tomar posesión de su plaza a primeros de mayo de 1907. Desde el principio, dadas sus inquietudes culturales, Machado y Palacio, que tuvieron en Soria su primer destino profesional, se hicieron íntimos amigos. Y por sus enamoramientos terminaron siendo parientes, pues sus respectivas esposas Heliodora Acebes Maza (21-10-1907) y Leonor Izquierdo Cuevas (30-7-1909) eran primas. También ambos compartirían después el punzante dolor de las pérdidas prematuras tanto de Leonor de Machado (1912) como de las niñas Carmen (1913) y Rosario (1915), hijas de Palacio, cuyo desgarro quedó plasmado en varias de sus crónicas dolientes.
Machado, viudo, partió de Soria hacia Baeza en 1912; Palacio, con su familia, a Valladolid, en 1918. Pero nunca la distancia conllevó el menor desafecto u olvido entre el periodista y el poeta. Su amistad había quedado sellada para siempre en aquella carta, de las más bellas de nuestra lírica, fechada el 29 de abril de 1913 (si bien Carlos Beceiro la pospone al año 1916), que comienza diciendo: “Palacio, buen amigo” y en la que el poeta, tras preguntarle por la llegada de la tarda primavera soriana, ruega al amigo que lleve flores a la tumba de su esposa-niña en el alto cementerio de El Espino. Mariano Granados Aguirre nos recordaría, en abril de 1948, haber escuchado en el Casino de Numancia la voz resonante de emoción de Palacio leyendo en alto aquella carta de Antonio Machado.   
Conocemos muy poco de la estancia de José María Palacio en Valladolid. Sí que desde esta ciudad siguió enviando algunos de sus elaborados y emotivos artículos a la prensa soriana. Que también colaboró en la prensa de Valladolid (en el “Diario Regional” donde atendía la información agrícola) y que participó en las actividades culturales de su Ateneo, impartiendo, entre otras, una conferencia sobre las ruinas de Numancia. En Valladolid disfrutó de la tranquilidad y del cariño del hogar familiar, con la compañía de su esposa Heliodora y de los cuatro hijos que les quedaron: María del Pilar, María Antonieta, María de los Ángeles y José María.
Cuenta Claudio Guillén que la vida de Palacio en Valladolid se vio iluminada por aquellos versos del poeta amigo que constituían su mayor orgullo. “Guardaba el manuscrito original colgado de la pared de su casa, y hasta tal punto llegó a identificarse con la epístola de Machado que todos le saludaban diciendo: “¡Palacio, buen amigo!” Y es que, como señala Heliodoro Carpintero José María Palacio fue el amigo más leal y más respetuoso para con nuestro gran poeta. “Palacio fue la figura más machadiana que trató nunca Machado”.
Que mucho de todo esto ya lo había contado yo a mis queridos lectores en otras ocasiones precedentes. Sirva, no obstante, lo antedicho como contextualización imprescindible para el  desenlace de mi artículo. Y este no es otro que el hallazgo de su tumba y la fecha de defunción de nuestro protagonista. La una condujo a la otra a mi amigo Jesús Angulo que, conocedor de  mis pesquisas al respecto, me facilitó, generosamente, la información. Anoto, en consecuencia, que en el Cementerio Municipal de El Carmen de Valladolid, necrópolis tradicional que data del siglo XIX, en su cuadro 8 y número 136, se encuentra la tumba individual de: JOSÉ Mª PALACIO GIRÓN./1883-1936/ R.I.P. Y en la parte inferior, a modo de epitafio, escrito: PALACIO, BUEN / AMIGO. ESTÁ LA / PRIMAVERA. / A. MACHADO. La cruz de arriba, las letras y los números, de acero inoxidable, están adheridos y su tonalidad metálica resalta sobre el negro mármol pulido de la lápida que la cubre. Está asentada sobre una clara base rectangular de basta piedra caliza. Reparo en dos cosas: la primera, que el recorrido de su vida contiene un error, ya que el año de su nacimiento es 1880, como ya he dicho al inicio; y, segunda, que la losa que ahora vemos fue renovada (hará del orden de 15 a 20 años atrás) y está superpuesta a la original. Junto a dicha cruz quedan depositadas unas flores artificiales, de plástico, en buen estado, según me apuntan mis informantes, lo que demostraría que no se trata de una tumba abandonada, viéndose frecuentada acaso por alguno de sus deudos. Señal de que todavía se le sigue recordando.
Cabría, por último, precisar que José María Palacio Girón  falleció en su domicilio de Valladolid, sito en el nº 1, segundo piso, de la Calle Sánchez Román, a las 14 horas del día 22 de noviembre de 1936, con 56 años de edad (adelantándose al óbito de su amigo Antonio Machado, que lo haría el 22 de febrero de 1939, ya al final de la guerra civil), a consecuencia de un colapso cardiaco por insuficiencia cardiaca. De este modo quedaría resuelto este enigma. Al menos para mí lo era.
José María Martínez Laseca
(22 de agosto de 2015)

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