jueves, 9 de abril de 2015

Aquella libreta

Juan Antonio Gaya Nuño (Tardelcuende, 1913-Madrid, 1976) participó como combatiente, con el grado de teniente de ingenieros, en la guerra civil española, defendiendo la República. Desde el 10 de octubre de 1936, cuando –tras enterarse, en Madrid, mientras preparaba oposiciones a cátedras de Universidad, del vil asesinato de su padre en Soria, el día 17 de agosto, por los nacionales–, decidió enrolarse en el mítico Batallón Numancia, hasta el 28 de marzo de 1939, en que supo a ciencia cierta que la guerra había terminado, para él en derrota. Luchó en tierras de la Alcarria. Y el testimonio de aquella dramática experiencia vivida quedó manuscrito en una libreta. Casualmente, yo supe de ella por carta de Concha de Marco (30-3-1987), si bien allí me aludía a su destrucción por Juan Antonio. Mayúscula, por ello, resultó mi sorpresa al verla aparecer ante mis ojos, en su piso de la calle Ibiza, nº 23, 7º A,  al punto del traslado de los fondos  de su legado por la Casa Macarrón.
Ahora, gracias al laborioso y paciente trabajo de la historiadora Margarita Caballero y del documentalista Álvaro Sanz para desentrañarla y transcribirla, podemos acceder a su contenido en letra impresa. Lástima que hayan pasado ya más de 75 años desde su hechura épica durante aquel conflicto fratricida. Al leerla, se aprecia que se trata de un texto muy bien redactado, de tipo formal, al modo de los informes oficiales al uso, que nos da noticia sobre la evolución de la guerra y las circunstancias en el frente junto a la carretera de Soria. Frío de sentimientos, apenas unas anécdotas, como la de la provisión de gallinas o el lavado de ropa para ambos bandos, apuntan la ironía y la gracia narrativa que, sobre idéntico tema, advertimos en sus seis relatos primeros de “Los Gatos salvajes” (1968) o en su “Sor María de Asís” de “Milagro a la fuerza y demás prodigios” (2000).
Bello libro, editado por Cálamo, con un interesante estudio introductorio, avalado por las memorias de Concha de Marco, pero en el que poco se dice de aquella batalla de Guadajara, en la que el IV Cuerpo de Ejército republicano frenó el codiciado acceso de los facciosos a Madrid. Que superó el sistema de milicias, para descalabrar a los flechas negras italianos,  convirtiéndose así en una máquina militar, capaz de maniobrar.
José María Martínez Laseca
(9 de abril de 2015)

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