El 22 de febrero de 1939, fallecía el poeta Antonio Machado en Collioure (Francia). Todavía hoy, nos impresionan tan trágicas circunstancias. No fue por una neumonía, como se dice, sino por el dolor de la pérdida de España: venía herido de muerte del fatal éxodo de la guerra incivil. Y allá, en suelo extraño, queda enterrada la caja de resonancia más emotiva de nuestra historia inmediata.
Porque Machado -cual “el olmo seco”- simboliza la derrota de las ilusiones republicanas. De aquel proyecto laico, democrático y social para España, que pudo haber sido y no fue por culpa del alzamiento de los facciosos.
Han pasado 75 años, pero su legado sigue vivo. Antonio Machado es nuestro poeta nacional, del que más versos se leen y se cantan. “Es para España lo que Paul Valery en Francia”, advirtió Corpus Barga al cruzar la frontera. Sobre todo un claro referente moral, dado su ejemplo cívico y su decidida apuesta por la educación y por la ciencia para regenerar aquella España corrupta de la Restauración.
Pidió cultura y trabajo. Y nos dijo: aprended a distinguir los valores falsos de los verdaderos y el mérito real de las personas bajo toda suerte de disfraces. Conviene acordarse y recordarlo.
José María Martínez Laseca
(22 de febrero de 2014)
lunes, 24 de febrero de 2014
Antonio Machado hacia 1939: crónica de una derrota
Una radio de Francia da escuetamente
la noticia. Lloré. Lloramos. Seguramente,
las tierras áridas de Soria, el alto Espino,
los montes de violeta, las alamedas del río
se estremecieron al presentir que aquella
era la muerte del mejor álamo español
caído lejos del Duero
R. ALBERTI, Roma, Nov. 69
Este año 2014 se cumple el 75 aniversario de la muerte de Antonio Machado, en una cama de la sobria habitación del hotel Bougnol-Quintana, en la localidad francesa de Collioure. Y conviene acordarse y recordarlo. Porque en aquella lejana tumba de un cementerio extranjero es donde se quedó enterrado para siempre el retazo más emotivo de nuestra historia inmediata. El símbolo más claro de la derrota de una joven República, al tiempo que de “la dignidad de un proyecto cívico que se había atrevido a proponer para España una sociedad laica, democrática y partidaria de unos modestos amparos sociales”, como muy bien advierte Luís García Montero.
El poeta Rafael Alberti escuchó la triste noticia por la radio, mientras Madrid todavía –“no pasarán- se resistía a las tropas franquistas. “Le grand poète espagnol Antonio Machado est mort” titulaba la pequeña columna publicada al día siguiente, en las páginas del diario L´Independant de Perpignan. Y relevantes escritores de aquel terrible éxodo como José Bergamín, Francisco Ayala y Serrano Plaja, entre otros, publicaron páginas conmovidas e inolvidables sobre el óbito del gran patriarca de la lírica española. Paradójicamente, el diario La Vanguardía del 30 de enero de 1939 lo recogía de este modo: “Antonio Machado ha fallecido en Miami”.
La tan anhelada como breve primavera
La primavera ha venido
y don Alfonso se va.
Muchos duques le acompañan
hasta cerca de la mar.
Las cigüeñas de las torres
quisieran verlo embarcar.
CANCIÓN POPULAR
¿Cómo olvidar aquella primavera tan cargada de sugerencias y de sentimientos para nuestro poeta? Aquella primavera, regeneradora de salud y de vitalismo, que tanto deseó para su esposa Leonor, enferma de tuberculosis en Soria tras regresar de París, y cuya suerte quiso asociar con la de “Un olmo seco” malherido por el rayo. La primavera que aquella vez no pudo ser para su esposa niña, y que ahora sí que sería posible, cuando el tronco podrido de la política española comenzó a revitalizarse en brotes verdecidos e ilusionantes. Porque la Segunda República Española, con la que tan identificado se sentía el poeta Antonio Machado, llegó el 14 de abril de 1931. ¿Cómo no recordarlo? “¡Aquellas horas, Dios mío, tejidas todas ellas con el más puro lino de la esperanza, cuando unos pocos viejos republicanos izamos la bandera tricolor en el Ayuntamiento de Segovia!... Recordemos, acerquemos otra vez aquellas horas a nuestro corazón. Con las primeras hojas de los chopos y las últimas flores de los almendros, la primavera traía a nuestra República de la mano”, que hubiera dicho Mairena.
Aquel sangriento y cálido verano
¡Señor! La guerra es mala y bárbara; la guerra,
odiada por las madres, las almas entigrece;
mientras la guerra pasa, ¿quién sembrará la tierra?
¿Quién segará la espiga que junio amarillece?
A. MACHADO
Don Antonio Machado se había trasladado desde Segovia a Madrid. Como catedrático que es, seguirá impartiendo sus rutinarias clases de francés; primero en el Instituto Calderón de la Barca y desde el curso 1935-1936 en el Instituto Cervantes. La Segunda República Española iba creciendo en su ingenua niñez. El 17 de julio se rumorea por las calles que el ejército español operativo en África se ha sublevado contra el legítimo Gobierno de la República y ya el día 18 suenan los primeros cañonazos. Era la temida guerra: el cainismo desatado. Y la sangre fraterna derramada iba a correr por montes y collados, por pueblos y ciudades, por los campos de trigo. España es el lugar donde se pelea en lucha abierta contra el fascismo, por eso acuden en su ayuda las Brigadas Internacionales. Pero todo será en vano, porque el ejército de los fascistas es mucho más poderoso en armas, hombres y bagajes. Y más disciplinado. Por eso los facciosos van ganando el territorio. La encarnizada Batalla del Ebro (Vicente Rojo frente a Franco) entre el 25 de julio y el 16 de noviembre de 1938, se nos antoja decisiva ya que decantaría la suerte de la victoria del lado de los facciosos.
El largo otoño del éxodo y el llanto
¡Amargo caminar, porque el camino
pesa en el corazón! ¡El viento helado
y la noche que llega, y la amargura
de la distancia. En el camino blanco
algunos yertos árboles negrean;
en los montes lejanos
hay oro y sangre… El sol murió…
¿Qué buscas poeta en el ocaso?
A. MACHADO
Entretanto, Antonio Machado se niega a abandonar Madrid, el “rompeolas de todas las Españas”, un Madrid que “sonríe con plomo en las entrañas”, en donde mantiene su amor secreto con Guiomar (Pilar de Valderrana). Aquí ha permanecido, firme, desde el comienzo de la rebelión. Pero la muerte de Federico García Lorca –el crimen fue en Granada el 17 de agosto de 1936-, le llevará a aceptar la propuesta de evacuación de intelectuales que le hacen Alberti y León Felipe. Ya se luchaba en las calles de Madrid aquel día de noviembre, con su alto cielo de otoño interrumpido por los bombardeos y los cañonazos, cuando el poeta y su familia parten hacia las tierras de Valencia. En la capital del Turia, en el pueblecito de Rocafort, unos buenos amigos le proporcionaron alojamiento en la acogedora casa campestre de “Villa Amparo”.
Pero el cerco de las tropas nacionales se estrecha y Antonio Machado, junto con su madre Ana Ruiz, su hermano José y su cuñada Matea y las hijas de ambos: Eulalia, María y Carmen, se han de poner, a mediados del año de 1938, de nuevo en camino, en dirección a Barcelona. Aquí se alojarán, durante tres meses, en el Hotel Majestic y, posteriormente, irán a la “Torre Castaner”, una amplia mansión sita en el barrio de San Gervasio.
El día 15 de enero de 1939, las tropas del general Yagüe toman Tarragona. La aviación de los facciosos bombardea con insistencia la ciudad Condal. Por lo que, en la noche del 22 de enero, Antonio Machado y su familia parten de Barcelona, acompañados, entre otros, por Corpus Barga, Tomás Navarro Tomás y varios científicos catalanes. Apenas cuatro días después caía Barcelona en manos franquistas.
El más frío y trágico invierno
Al borde del sendero un día nos sentamos.
Ya nuestra vida es tiempo, y nuestra sola cuita
Son las desesperantes posturas que tomamos
para aguardar… Mas Ella no faltará a la cita
A. MACHADO
Todas las carreteras que llevan hacia el norte están invadidas por miles de fugitivos. En el aire de este tiempo invernal flota una tristeza absoluta. La gente está agotada. Ha soportado treinta meses de guerra, de dolor y de muertes. Huyen a la desesperada. Y lloran a sus hombres más jóvenes, a los que el río Ebro se ha llevado a la mar. El automóvil que conduce a los Machado trata de abrirse paso en medio de aquel caos en dirección a la frontera francesa. Primero llegarán a Gerona, que parecía un auténtico manicomio, inundada por la riada de éxodo. Al atardecer harán un alto en el camino en un caserón de Cerviá de Ter. El día 26, una ambulancia los trasladará hasta la masía de “Max Freixat”, cerca de Viladásen, donde descansan. Machado es un anciano prematuro que se apoya en su bastón. Pausado y sereno, trata de ocultar o disimular sus necesidades inmediatas.
El día 28 amanece pálido. La frontera está cerca pero la marcha se hace cada vez más complicada por un itinerario tortuoso y desesperadamente lento: Orriols, Mollet de Perelada, Garriguells, Llansá, Colera… Al atardecer la expedición llega a Port Bou, que es el último pueblo español a 3 Kms. de Francia. Las ambulancias se detienen antes. El paso está cerrado, custodiado por una pesada cadena sostenida por dos senegaleses. Corpus Barga se entrevista con el comisario aduanero y le dice que Antonio Machado es en España lo que Paul Valery en Francia y que se encuentra enfermo y casi tan achacoso como su madre. El policía pone a su disposición un furgón que los traslada a la estación de Cerbère (guardián de los infiernos). Ante la imposibilidad de encontrar alojamiento, pasarán la noche en un vagón de tren. Llueve y la sensación de frío todavía es mayor.
Un Machado flácido, desaliñado y sin afeitar toma café de mañana, silencioso, en la estación. Corpus Barga le consigue moneda francesa. Un viaje en tren de apenas 20 minutos y llegan a Collioure.
Collioure: la estación término
…los papeles, la lluvia, los gendarmes mojados
alzando la cadena fronteriza.
Igual que un sueño todo.
Francia, ya clareando, y aquel cartel: “COLLIOURE”,
nombre jamás oído. No sabe que allí estaba,
Desde siempre, esperándole su muerte.
MIGUEL D´ ORS
Desde la estación al pueblo, Barga porta en brazos a doña Ana Ruiz, muy debilitada. En la plaza principal encontraron el hotel Bougnol-Quintana, cercano al cementerio, donde se alojaron. Cuando llegó a Collioure, Machado llevaba ya casi tres años alejado de su casa de Madrid. Al día siguiente, Corpus Barga y su hermano José con su esposa partieron en tren hacia París. Antonio se quedó solo, pasando largas horas junto a su madre. Al hijo de la dueña le pide que conecte la radio cada mediodía y cada noche para enterarse de lo que pasa. La señora Quintana se esmera por cuidar a sus huéspedes y les atiende con sumo cariño, y por ello el poeta, dadas sus penurias económicas, le dirá agradecido: “Ya que no tengo dinero para pagarte, te haré un poema”. Junto a su hermano José gustaba de pasear por las callejuelas del bello pueblo de pescadores , acercándose hasta su playa a contemplar el mar.
Sabemos que el día 9 de febrero escribió una carta a José Bergamín contándole su preocupante situación: “Después de un éxodo lamentable pasé la frontera… en condiciones empeorables (ni un solo céntimo francés), y hoy me encuentro en Collioure… y gracias a un pequeño auxilio oficial, con recursos suficientes para acabar el mes. Mi problema más inmediato es el de poder residir en Francia hasta encontrar recursos para vivir en ella de mi trabajo literario o trasladarme a la URSS, donde encontraría amplia y favorable acogida”. Dicha ayuda le fue prestada por la Embajada de la República española desde París, ciudad a la que no quiso trasladarse porque “guardaba cierto recelo fisiológico a la capital francesa desde que contrajo en ella su mujer la enfermedad de que murió”.
A mediados de febrero enferma Antonio Machado y lo visita el médico del lugar. Su diagnóstico fue categórico: padecía una neumonía y además su estado cardiaco era sumamente delicado. “Pero -como refiere José Machado-, realmente venía herido de muerte del fatal éxodo… Su grandeza espiritual se sobrepuso a tantas fatigas –espirituales y corporales- con la resignación de un verdadero santo”. También su madre había recaído de forma alarmante. La neumonía de Antonio se agrava con una gastroenteritis y por eso el poeta es trasladado a otra habitación. Pero los acontecimientos se van a desarrollar con inusitada rapidez.
Antonio Machado, el bueno, moría el día 22 de febrero de 1939, miércoles de ceniza, a las cuatro de la tarde. Le llegó “el día del último viaje”. Hacía un mes justo que había salido de Barcelona. Tenía 63 años de edad. Sus últimas palabras fueron: “Adiós, madre”. En uno de los bolsillos de su gabán, su hermano José encontró unos papelitos escritos y arrugados. En uno de ellos se aludía a su diosa-musa Guiomar y en el otro podía leerse el siguiente verso suelto: “Estos días azules y este sol de la infancia”.
La noticia de la muerte del poeta corrió como un reguero de pólvora entre los numerosos refugiados españoles que se encontraban en Collioure. Y hasta su habitación del hotel se fueron acercando oficiales y soldados leales a la República, que cubrieron su cadáver con una bandera tricolor y que rodearon su lecho con vistosas coronas de flores.
Desde París, Jean Cassou, reclamó su traslado a la capital francesa para ofrendarle un entierro con gran pompa y solemnidad, pero la familia de Machado se negó a ello.
Al día siguiente, a las cinco de la tarde, se verificó su entierro. A la comitiva de acompañamiento se sumó toda la población de Collioure encabezada por su alcalde, así como otros muchos amigos llegados de fuera. El féretro, envuelto con la bandera republicana, fue trasladado a hombros por seis compatriotas milicianos que lo condujeron hasta el humilde cementerio donde ocupó una sepultura prestada, con el mismo que si de un compañero caído en combate se tratara…
Era el 23 de febrero. (Dos días después moría su madre). Y se habían cumplido así sus deseos expresados en otra ocasión al decir: (…) quería luchar al lado vuestro. Quería terminar una vida que he llevado dignamente, muriendo con dignidad. Y esto sólo podría conseguirlo cayendo a vuestro lado, luchando por la causa justa como vosotros lo hacéis”.
Y allá en Collioure quedó este inmenso poeta, con “una trayectoria literaria y humana quizá la más limpia en la historia de la literatura española del siglo XX”. En la tierra francesa “donde había buscado y creído encontrar refugio”; y allá lejos deberá descansar para siempre, al igual que otros tantos españoles anónimos que, lo mismo que él, tuvieron que abandonar su propio país por culpa de una guerra sangrienta que enfrentó a hermanos contra hermanos.
Para que nos sirva como caja de resonancia permanente de lo que no debiera nunca más volver a repetirse. Y es que hoy, 75 años después, todavía nos impresionan sobremanera la tragedia, el éxodo y la muerte de Antonio Machado.
CARTA PUBLICADA EN "DIARIO DE SORIA", el 22 de JUNIO DE 1994
firmada por Pilar Sánchez Malo:
“Le envío este poema de mi tío, Mariano Granados Aguirre, escrito con motivo del entierro de Antonio Machado, por si les interesa incluir en las publicaciones que estos días han acompañado a los actos de Hermanamiento entre Soria y Collioure.
Mariano Granados, camino del exilio, fue el único soriano que asistió al entierro de Machado, habiendo sido además alumno suyo en el Instituto de Soria, amigo posteriormente y gran admirador literario. Estos versos dejan constancia de ello y de su permanente amor a Soria, a la que no pudo volver hasta el año 1969:
Ante la tumba de Machado
“Adiós, maestro, adiós. Adiós te digo.
Mi corazón es y será tu templo.
Fuiste maestro, fraternal amigo,
y sobre todo luminoso ejemplo.
Aquí te dejo, Antonio, en tierra extraña,
lejos de tu venero de armonía,
fuera de nuestra Soria, nuestra España,
bajo tierra que no es tuya ni mía.
Ni la vieja Ciudad, ni los caminos
aromados de espliegos y romero,
volverán a anudar nuestros destinos
que tu mano anudó en el alto Duero.
Niño aún, casi, casi adolescente,
me tendiste tu mano, y a ella asido,
tu dolorosa senda he proseguido,
y fue mi luz, la luz de tu alta frente.
Hace treinta y dos años, mi memoria
que es fiel, guarda aquel primer tributo
que te rendí en Soria, nuestra Soria,
dentro del aula dos de su Instituto.
En pos de tí, y de tu sombra en pos,
llego a verte emprender tu último viaje
cual quisiste, ligero de equipaje,
pero no solo. Yo te acompaño. Adiós."
Mariano GRANADOS AGUIRRE
Collioure, Francia. Febrero de 1939.
José María Martínez Laseca
(20 de febrero de 2014)
la noticia. Lloré. Lloramos. Seguramente,
las tierras áridas de Soria, el alto Espino,
los montes de violeta, las alamedas del río
se estremecieron al presentir que aquella
era la muerte del mejor álamo español
caído lejos del Duero
R. ALBERTI, Roma, Nov. 69
Este año 2014 se cumple el 75 aniversario de la muerte de Antonio Machado, en una cama de la sobria habitación del hotel Bougnol-Quintana, en la localidad francesa de Collioure. Y conviene acordarse y recordarlo. Porque en aquella lejana tumba de un cementerio extranjero es donde se quedó enterrado para siempre el retazo más emotivo de nuestra historia inmediata. El símbolo más claro de la derrota de una joven República, al tiempo que de “la dignidad de un proyecto cívico que se había atrevido a proponer para España una sociedad laica, democrática y partidaria de unos modestos amparos sociales”, como muy bien advierte Luís García Montero.
El poeta Rafael Alberti escuchó la triste noticia por la radio, mientras Madrid todavía –“no pasarán- se resistía a las tropas franquistas. “Le grand poète espagnol Antonio Machado est mort” titulaba la pequeña columna publicada al día siguiente, en las páginas del diario L´Independant de Perpignan. Y relevantes escritores de aquel terrible éxodo como José Bergamín, Francisco Ayala y Serrano Plaja, entre otros, publicaron páginas conmovidas e inolvidables sobre el óbito del gran patriarca de la lírica española. Paradójicamente, el diario La Vanguardía del 30 de enero de 1939 lo recogía de este modo: “Antonio Machado ha fallecido en Miami”.
La tan anhelada como breve primavera
La primavera ha venido
y don Alfonso se va.
Muchos duques le acompañan
hasta cerca de la mar.
Las cigüeñas de las torres
quisieran verlo embarcar.
CANCIÓN POPULAR
¿Cómo olvidar aquella primavera tan cargada de sugerencias y de sentimientos para nuestro poeta? Aquella primavera, regeneradora de salud y de vitalismo, que tanto deseó para su esposa Leonor, enferma de tuberculosis en Soria tras regresar de París, y cuya suerte quiso asociar con la de “Un olmo seco” malherido por el rayo. La primavera que aquella vez no pudo ser para su esposa niña, y que ahora sí que sería posible, cuando el tronco podrido de la política española comenzó a revitalizarse en brotes verdecidos e ilusionantes. Porque la Segunda República Española, con la que tan identificado se sentía el poeta Antonio Machado, llegó el 14 de abril de 1931. ¿Cómo no recordarlo? “¡Aquellas horas, Dios mío, tejidas todas ellas con el más puro lino de la esperanza, cuando unos pocos viejos republicanos izamos la bandera tricolor en el Ayuntamiento de Segovia!... Recordemos, acerquemos otra vez aquellas horas a nuestro corazón. Con las primeras hojas de los chopos y las últimas flores de los almendros, la primavera traía a nuestra República de la mano”, que hubiera dicho Mairena.
Aquel sangriento y cálido verano
¡Señor! La guerra es mala y bárbara; la guerra,
odiada por las madres, las almas entigrece;
mientras la guerra pasa, ¿quién sembrará la tierra?
¿Quién segará la espiga que junio amarillece?
A. MACHADO
Don Antonio Machado se había trasladado desde Segovia a Madrid. Como catedrático que es, seguirá impartiendo sus rutinarias clases de francés; primero en el Instituto Calderón de la Barca y desde el curso 1935-1936 en el Instituto Cervantes. La Segunda República Española iba creciendo en su ingenua niñez. El 17 de julio se rumorea por las calles que el ejército español operativo en África se ha sublevado contra el legítimo Gobierno de la República y ya el día 18 suenan los primeros cañonazos. Era la temida guerra: el cainismo desatado. Y la sangre fraterna derramada iba a correr por montes y collados, por pueblos y ciudades, por los campos de trigo. España es el lugar donde se pelea en lucha abierta contra el fascismo, por eso acuden en su ayuda las Brigadas Internacionales. Pero todo será en vano, porque el ejército de los fascistas es mucho más poderoso en armas, hombres y bagajes. Y más disciplinado. Por eso los facciosos van ganando el territorio. La encarnizada Batalla del Ebro (Vicente Rojo frente a Franco) entre el 25 de julio y el 16 de noviembre de 1938, se nos antoja decisiva ya que decantaría la suerte de la victoria del lado de los facciosos.
El largo otoño del éxodo y el llanto
¡Amargo caminar, porque el camino
pesa en el corazón! ¡El viento helado
y la noche que llega, y la amargura
de la distancia. En el camino blanco
algunos yertos árboles negrean;
en los montes lejanos
hay oro y sangre… El sol murió…
¿Qué buscas poeta en el ocaso?
A. MACHADO
Entretanto, Antonio Machado se niega a abandonar Madrid, el “rompeolas de todas las Españas”, un Madrid que “sonríe con plomo en las entrañas”, en donde mantiene su amor secreto con Guiomar (Pilar de Valderrana). Aquí ha permanecido, firme, desde el comienzo de la rebelión. Pero la muerte de Federico García Lorca –el crimen fue en Granada el 17 de agosto de 1936-, le llevará a aceptar la propuesta de evacuación de intelectuales que le hacen Alberti y León Felipe. Ya se luchaba en las calles de Madrid aquel día de noviembre, con su alto cielo de otoño interrumpido por los bombardeos y los cañonazos, cuando el poeta y su familia parten hacia las tierras de Valencia. En la capital del Turia, en el pueblecito de Rocafort, unos buenos amigos le proporcionaron alojamiento en la acogedora casa campestre de “Villa Amparo”.
Pero el cerco de las tropas nacionales se estrecha y Antonio Machado, junto con su madre Ana Ruiz, su hermano José y su cuñada Matea y las hijas de ambos: Eulalia, María y Carmen, se han de poner, a mediados del año de 1938, de nuevo en camino, en dirección a Barcelona. Aquí se alojarán, durante tres meses, en el Hotel Majestic y, posteriormente, irán a la “Torre Castaner”, una amplia mansión sita en el barrio de San Gervasio.
El día 15 de enero de 1939, las tropas del general Yagüe toman Tarragona. La aviación de los facciosos bombardea con insistencia la ciudad Condal. Por lo que, en la noche del 22 de enero, Antonio Machado y su familia parten de Barcelona, acompañados, entre otros, por Corpus Barga, Tomás Navarro Tomás y varios científicos catalanes. Apenas cuatro días después caía Barcelona en manos franquistas.
El más frío y trágico invierno
Al borde del sendero un día nos sentamos.
Ya nuestra vida es tiempo, y nuestra sola cuita
Son las desesperantes posturas que tomamos
para aguardar… Mas Ella no faltará a la cita
A. MACHADO
Todas las carreteras que llevan hacia el norte están invadidas por miles de fugitivos. En el aire de este tiempo invernal flota una tristeza absoluta. La gente está agotada. Ha soportado treinta meses de guerra, de dolor y de muertes. Huyen a la desesperada. Y lloran a sus hombres más jóvenes, a los que el río Ebro se ha llevado a la mar. El automóvil que conduce a los Machado trata de abrirse paso en medio de aquel caos en dirección a la frontera francesa. Primero llegarán a Gerona, que parecía un auténtico manicomio, inundada por la riada de éxodo. Al atardecer harán un alto en el camino en un caserón de Cerviá de Ter. El día 26, una ambulancia los trasladará hasta la masía de “Max Freixat”, cerca de Viladásen, donde descansan. Machado es un anciano prematuro que se apoya en su bastón. Pausado y sereno, trata de ocultar o disimular sus necesidades inmediatas.
El día 28 amanece pálido. La frontera está cerca pero la marcha se hace cada vez más complicada por un itinerario tortuoso y desesperadamente lento: Orriols, Mollet de Perelada, Garriguells, Llansá, Colera… Al atardecer la expedición llega a Port Bou, que es el último pueblo español a 3 Kms. de Francia. Las ambulancias se detienen antes. El paso está cerrado, custodiado por una pesada cadena sostenida por dos senegaleses. Corpus Barga se entrevista con el comisario aduanero y le dice que Antonio Machado es en España lo que Paul Valery en Francia y que se encuentra enfermo y casi tan achacoso como su madre. El policía pone a su disposición un furgón que los traslada a la estación de Cerbère (guardián de los infiernos). Ante la imposibilidad de encontrar alojamiento, pasarán la noche en un vagón de tren. Llueve y la sensación de frío todavía es mayor.
Un Machado flácido, desaliñado y sin afeitar toma café de mañana, silencioso, en la estación. Corpus Barga le consigue moneda francesa. Un viaje en tren de apenas 20 minutos y llegan a Collioure.
Collioure: la estación término
…los papeles, la lluvia, los gendarmes mojados
alzando la cadena fronteriza.
Igual que un sueño todo.
Francia, ya clareando, y aquel cartel: “COLLIOURE”,
nombre jamás oído. No sabe que allí estaba,
Desde siempre, esperándole su muerte.
MIGUEL D´ ORS
Desde la estación al pueblo, Barga porta en brazos a doña Ana Ruiz, muy debilitada. En la plaza principal encontraron el hotel Bougnol-Quintana, cercano al cementerio, donde se alojaron. Cuando llegó a Collioure, Machado llevaba ya casi tres años alejado de su casa de Madrid. Al día siguiente, Corpus Barga y su hermano José con su esposa partieron en tren hacia París. Antonio se quedó solo, pasando largas horas junto a su madre. Al hijo de la dueña le pide que conecte la radio cada mediodía y cada noche para enterarse de lo que pasa. La señora Quintana se esmera por cuidar a sus huéspedes y les atiende con sumo cariño, y por ello el poeta, dadas sus penurias económicas, le dirá agradecido: “Ya que no tengo dinero para pagarte, te haré un poema”. Junto a su hermano José gustaba de pasear por las callejuelas del bello pueblo de pescadores , acercándose hasta su playa a contemplar el mar.
Sabemos que el día 9 de febrero escribió una carta a José Bergamín contándole su preocupante situación: “Después de un éxodo lamentable pasé la frontera… en condiciones empeorables (ni un solo céntimo francés), y hoy me encuentro en Collioure… y gracias a un pequeño auxilio oficial, con recursos suficientes para acabar el mes. Mi problema más inmediato es el de poder residir en Francia hasta encontrar recursos para vivir en ella de mi trabajo literario o trasladarme a la URSS, donde encontraría amplia y favorable acogida”. Dicha ayuda le fue prestada por la Embajada de la República española desde París, ciudad a la que no quiso trasladarse porque “guardaba cierto recelo fisiológico a la capital francesa desde que contrajo en ella su mujer la enfermedad de que murió”.
A mediados de febrero enferma Antonio Machado y lo visita el médico del lugar. Su diagnóstico fue categórico: padecía una neumonía y además su estado cardiaco era sumamente delicado. “Pero -como refiere José Machado-, realmente venía herido de muerte del fatal éxodo… Su grandeza espiritual se sobrepuso a tantas fatigas –espirituales y corporales- con la resignación de un verdadero santo”. También su madre había recaído de forma alarmante. La neumonía de Antonio se agrava con una gastroenteritis y por eso el poeta es trasladado a otra habitación. Pero los acontecimientos se van a desarrollar con inusitada rapidez.
Antonio Machado, el bueno, moría el día 22 de febrero de 1939, miércoles de ceniza, a las cuatro de la tarde. Le llegó “el día del último viaje”. Hacía un mes justo que había salido de Barcelona. Tenía 63 años de edad. Sus últimas palabras fueron: “Adiós, madre”. En uno de los bolsillos de su gabán, su hermano José encontró unos papelitos escritos y arrugados. En uno de ellos se aludía a su diosa-musa Guiomar y en el otro podía leerse el siguiente verso suelto: “Estos días azules y este sol de la infancia”.
La noticia de la muerte del poeta corrió como un reguero de pólvora entre los numerosos refugiados españoles que se encontraban en Collioure. Y hasta su habitación del hotel se fueron acercando oficiales y soldados leales a la República, que cubrieron su cadáver con una bandera tricolor y que rodearon su lecho con vistosas coronas de flores.
Desde París, Jean Cassou, reclamó su traslado a la capital francesa para ofrendarle un entierro con gran pompa y solemnidad, pero la familia de Machado se negó a ello.
Al día siguiente, a las cinco de la tarde, se verificó su entierro. A la comitiva de acompañamiento se sumó toda la población de Collioure encabezada por su alcalde, así como otros muchos amigos llegados de fuera. El féretro, envuelto con la bandera republicana, fue trasladado a hombros por seis compatriotas milicianos que lo condujeron hasta el humilde cementerio donde ocupó una sepultura prestada, con el mismo que si de un compañero caído en combate se tratara…
Era el 23 de febrero. (Dos días después moría su madre). Y se habían cumplido así sus deseos expresados en otra ocasión al decir: (…) quería luchar al lado vuestro. Quería terminar una vida que he llevado dignamente, muriendo con dignidad. Y esto sólo podría conseguirlo cayendo a vuestro lado, luchando por la causa justa como vosotros lo hacéis”.
Y allá en Collioure quedó este inmenso poeta, con “una trayectoria literaria y humana quizá la más limpia en la historia de la literatura española del siglo XX”. En la tierra francesa “donde había buscado y creído encontrar refugio”; y allá lejos deberá descansar para siempre, al igual que otros tantos españoles anónimos que, lo mismo que él, tuvieron que abandonar su propio país por culpa de una guerra sangrienta que enfrentó a hermanos contra hermanos.
Para que nos sirva como caja de resonancia permanente de lo que no debiera nunca más volver a repetirse. Y es que hoy, 75 años después, todavía nos impresionan sobremanera la tragedia, el éxodo y la muerte de Antonio Machado.
CARTA PUBLICADA EN "DIARIO DE SORIA", el 22 de JUNIO DE 1994
firmada por Pilar Sánchez Malo:
“Le envío este poema de mi tío, Mariano Granados Aguirre, escrito con motivo del entierro de Antonio Machado, por si les interesa incluir en las publicaciones que estos días han acompañado a los actos de Hermanamiento entre Soria y Collioure.
Mariano Granados, camino del exilio, fue el único soriano que asistió al entierro de Machado, habiendo sido además alumno suyo en el Instituto de Soria, amigo posteriormente y gran admirador literario. Estos versos dejan constancia de ello y de su permanente amor a Soria, a la que no pudo volver hasta el año 1969:
Ante la tumba de Machado
“Adiós, maestro, adiós. Adiós te digo.
Mi corazón es y será tu templo.
Fuiste maestro, fraternal amigo,
y sobre todo luminoso ejemplo.
Aquí te dejo, Antonio, en tierra extraña,
lejos de tu venero de armonía,
fuera de nuestra Soria, nuestra España,
bajo tierra que no es tuya ni mía.
Ni la vieja Ciudad, ni los caminos
aromados de espliegos y romero,
volverán a anudar nuestros destinos
que tu mano anudó en el alto Duero.
Niño aún, casi, casi adolescente,
me tendiste tu mano, y a ella asido,
tu dolorosa senda he proseguido,
y fue mi luz, la luz de tu alta frente.
Hace treinta y dos años, mi memoria
que es fiel, guarda aquel primer tributo
que te rendí en Soria, nuestra Soria,
dentro del aula dos de su Instituto.
En pos de tí, y de tu sombra en pos,
llego a verte emprender tu último viaje
cual quisiste, ligero de equipaje,
pero no solo. Yo te acompaño. Adiós."
Mariano GRANADOS AGUIRRE
Collioure, Francia. Febrero de 1939.
José María Martínez Laseca
(20 de febrero de 2014)
La muralla leprosa
Si, santotomases, no me creen, compruébenlo por ustedes mismos. Lo del bar “el Cielo” (solo caben los justos), digo; sito en la plaza de Herradores. Con intensa lluvia o cuando el cierzo azota, adentrarse en su interior es misión casi imposible. Es lo más parecido a intentar acceder al abarrotado callejón de la plaza de San Benito –mal llamada “la chata”– en un Viernes de Toros. Y comparo bien, porque lo que es motivos taurinos tampoco faltan en el bar “el Cielo”. Compruébenlo ustedes, lectores de poca fe. Que hasta su mismísima barra asemeja la barrera o burladero donde tratan de ponerse a salvo de los embates de la clientela sus eficientes camareros.
A pesar de los pesares, yo me siento cómodo en dicho bar. Entro, eso sí, con decisión y siempre encuentro algún hueco, aunque sea al fondo del todo, para tomar mi vinillo, que acompaño con unos cacahuetes. Tampoco es nada difícil trabar conversación con algún que otro santo bebedor. Bien sea por tratarse de un conocido o porque, aun tratándose de algún desconocido o forastero, el interfecto quiere evidenciar su competencia en habilidades sociales. En estas se me acercó un paisano: “Se nos está cayendo la muralla a pedazos. Ahora han sido dos desplomes casi seguidos en Santa Clara, antes lo fue en la Plaza del Vergel y el riesgo de nuevos desplomes se acrecienta como consecuencia de las abundantes lluvias de estos días. Cual si tuviéramos una muralla leprosa.” “Mala suerte la nuestra con la muralla que daba a Soria su identidad histórica medieval, similar a otras dos ciudades castellanas –Ávila y Segovia– que mantienen su vistoso recinto murado –le añadí yo. Intacta nos llegó a inicios del XIX pero el General Durán la demolió, castillo incluido, en 1812, para evitar así que el francés pudiera hacerse fuerte. Después sería descarnada como cantera. Porque, paradójicamente, ha sido más cruel con nuestro patrimonio histórico-artístico el tiempo de paz que el de guerras. Se dice que “una llave de oro abre cualquier puerta”, pero aquí no se le entrega a nadie la llave de oro de la ciudad, entre otras razones porque no queda ninguna de sus otrora seis puertas de acceso y lo que es peor cada vez hay menos muralla.”
“Al que no arregla una gotera, se le cae la casa entera” –sentenció el compañero– o lo que es lo mismo más vale prevenir que curar, ya que de sobras es sabido que la desidia es el más claro anticipo de la ruina”.
José María Martínez Laseca
(20 de febrero de 2014)
A pesar de los pesares, yo me siento cómodo en dicho bar. Entro, eso sí, con decisión y siempre encuentro algún hueco, aunque sea al fondo del todo, para tomar mi vinillo, que acompaño con unos cacahuetes. Tampoco es nada difícil trabar conversación con algún que otro santo bebedor. Bien sea por tratarse de un conocido o porque, aun tratándose de algún desconocido o forastero, el interfecto quiere evidenciar su competencia en habilidades sociales. En estas se me acercó un paisano: “Se nos está cayendo la muralla a pedazos. Ahora han sido dos desplomes casi seguidos en Santa Clara, antes lo fue en la Plaza del Vergel y el riesgo de nuevos desplomes se acrecienta como consecuencia de las abundantes lluvias de estos días. Cual si tuviéramos una muralla leprosa.” “Mala suerte la nuestra con la muralla que daba a Soria su identidad histórica medieval, similar a otras dos ciudades castellanas –Ávila y Segovia– que mantienen su vistoso recinto murado –le añadí yo. Intacta nos llegó a inicios del XIX pero el General Durán la demolió, castillo incluido, en 1812, para evitar así que el francés pudiera hacerse fuerte. Después sería descarnada como cantera. Porque, paradójicamente, ha sido más cruel con nuestro patrimonio histórico-artístico el tiempo de paz que el de guerras. Se dice que “una llave de oro abre cualquier puerta”, pero aquí no se le entrega a nadie la llave de oro de la ciudad, entre otras razones porque no queda ninguna de sus otrora seis puertas de acceso y lo que es peor cada vez hay menos muralla.”
“Al que no arregla una gotera, se le cae la casa entera” –sentenció el compañero– o lo que es lo mismo más vale prevenir que curar, ya que de sobras es sabido que la desidia es el más claro anticipo de la ruina”.
José María Martínez Laseca
(20 de febrero de 2014)
miércoles, 19 de febrero de 2014
“El Fonso" de Almajano
En Almajano, su pueblo y el mío, se nos ha muerto “el Fonso”, con quien tanto quería y hoy domingo, a las cinco de la tarde, le daremos tierra en el camposanto anejo a la ermita de la Virgen de la Soledad. Se llamaba Ildefonso Recio Antón, pero todos lo conocíamos por “el Fonso”, y es que, bien se sabe, en nuestros pueblos quien no tiene un apodo o un alias es como si estuviera sin bautizar. Ildefonso era el primogénito de cuatro hermanos (con César, Laudelino y José Ángel), hijos del matrimonio formado por Pedro Recio Martínez e Isidra Antón Arancón, vinculados tradicionalmente a la agricultura y ganadería como medio de subsistencia en el medio rural soriano.
Se puede decir que “el Fonso” –contaba 80 años– era uno de los niños de la guerra, por coincidir nuestra guerra incivil por antonomasia con su primera infancia. No sé por qué motivo se nos quedó soltero, que virtudes nunca le faltaron al Fonso para ser un buen partido, apetecible para cualquiera de las mejores mozas del pueblo. Era gran trabajador y hasta un manitas, ya que lo mismo servía para un roto que para un descosido. Delgado y de mediana estatura, ojos chicos y vivarachos, nariz afilada, con la piel de su cara curtida por los vientos de las sierras Cebollera y del Almuerzo. Durante mucho tiempo disfrutó su afición a la caza y su buena puntería le hacía ser uno de los cazadores conseguidores de un mayor número de piezas, ya codornices o liebres.
Últimamente, jubilado, se le podía ver por la plaza –donde se encuentra la casa familiar– y por el bar del centro social, donde gustaba disfrutar de su vaso de vino tinto, que siempre le servía de excusa para entablar animada conversación. Porque “el Fonso” conocía a todo el personal de la comarca e, igualmente, era conocido por casi todos, dada su simpatía. Pero “el Fonso” era, ante todo, un hombre solidario. Durante mucho tiempo fue el matarife oficial de Almajano, acudiendo generoso a las casas en que se requería su presencia para sacrificar al cerdo y después destazarlo. También desempeñó muchas veces las tareas de sepulturero cuando la muerte implacable se llevaba por delante a alguno de los hijos o vecinos del pueblo.
Son razones sobradas para acordarse de él en estos tristes momentos del adiós y para mostrarle nuestro agradecimiento acudiendo a su entierro. Para mí “el Fonso” pertenecía a la estirpe de esos hombres y mujeres sabios, nacidos antes del auge tecnológico, que poseían la memoria ancestral del respeto a la tierra y la sabiduría que da la vida. En los países de fuerte tradición oral se dice que cuando muere una persona mayor se cierra una biblioteca entera. Esto supone para mí la muerte de “el Fonso”. La irrecuperable pérdida de un hombre bueno, de un notable informante de la cultura tradicional. En un país como el nuestro que necesita de la cultura más que nunca. Porque los jóvenes de hoy no disponen de tales conocimientos para enfrentarse a la vida que, cual río, sigue su curso.
José María Martínez Laseca
(16 de febrero de 2014)
Se puede decir que “el Fonso” –contaba 80 años– era uno de los niños de la guerra, por coincidir nuestra guerra incivil por antonomasia con su primera infancia. No sé por qué motivo se nos quedó soltero, que virtudes nunca le faltaron al Fonso para ser un buen partido, apetecible para cualquiera de las mejores mozas del pueblo. Era gran trabajador y hasta un manitas, ya que lo mismo servía para un roto que para un descosido. Delgado y de mediana estatura, ojos chicos y vivarachos, nariz afilada, con la piel de su cara curtida por los vientos de las sierras Cebollera y del Almuerzo. Durante mucho tiempo disfrutó su afición a la caza y su buena puntería le hacía ser uno de los cazadores conseguidores de un mayor número de piezas, ya codornices o liebres.
Últimamente, jubilado, se le podía ver por la plaza –donde se encuentra la casa familiar– y por el bar del centro social, donde gustaba disfrutar de su vaso de vino tinto, que siempre le servía de excusa para entablar animada conversación. Porque “el Fonso” conocía a todo el personal de la comarca e, igualmente, era conocido por casi todos, dada su simpatía. Pero “el Fonso” era, ante todo, un hombre solidario. Durante mucho tiempo fue el matarife oficial de Almajano, acudiendo generoso a las casas en que se requería su presencia para sacrificar al cerdo y después destazarlo. También desempeñó muchas veces las tareas de sepulturero cuando la muerte implacable se llevaba por delante a alguno de los hijos o vecinos del pueblo.
Son razones sobradas para acordarse de él en estos tristes momentos del adiós y para mostrarle nuestro agradecimiento acudiendo a su entierro. Para mí “el Fonso” pertenecía a la estirpe de esos hombres y mujeres sabios, nacidos antes del auge tecnológico, que poseían la memoria ancestral del respeto a la tierra y la sabiduría que da la vida. En los países de fuerte tradición oral se dice que cuando muere una persona mayor se cierra una biblioteca entera. Esto supone para mí la muerte de “el Fonso”. La irrecuperable pérdida de un hombre bueno, de un notable informante de la cultura tradicional. En un país como el nuestro que necesita de la cultura más que nunca. Porque los jóvenes de hoy no disponen de tales conocimientos para enfrentarse a la vida que, cual río, sigue su curso.
José María Martínez Laseca
(16 de febrero de 2014)
sábado, 15 de febrero de 2014
Filosofía de bar
Tengo para mí que la filosofía –que por obra del cínico ministro Wert está saliendo de las aulas–, remueve su rescoldo por bares y tabernas, que no son sino ágoras de libre expresión para el desahogo de los cabreados ciudadanos.
Sin ir más lejos, acontece en el bar de la Plaza de Herradores conocido como “El Cielo”. Ello porque en él no caben más que los justos, dada su estrechez. Encontrábame yo allí un día antes de comer, echándome un vinillo al buche cuando se me acercó un compadre ansioso de entablar conversación conmigo. “Oye –me dijo– ¿has visto a la infanta Cristina, incapaz de renunciar a sus privilegios y de hacer el paseillo para declarar ante el juez Castro como cualquier mortal?”. “Claro que sí –le contesté– por mucho que se diga “y el villano como el rey tienen idéntica ley”. Porque ya se sabe que hecha la ley, hecha la rampa”. “Los tribunales tendrían que actuar de manera ejemplarizante con todos los corruptos, pero lamentablemente algunos fiscales se comportan como abogados defensores de los poderosos –prosiguió. Mira lo que les ha pasado a los jueves Garzón y Silva por meterse con la Gürtel y con Miguel Blesa. La justicia no es, pues, un último recurso, ya que siempre nos queda el del pataleo, y es que los poderes político, economico y judicial obran en comandita y por ello la corrupción es difícil de atajar”. “Que no es solo cuestión de leyes –arranqué yo– sino de rescatar valores éticos. Un cuento guaraní dice que un día hubo un gran incendio en la selva. Todos los animales huían despavoridos. En esas, el jaguar vio con sorpresa a un colibrí volando hacia el fuego. Le extrañó y lo creyó desorientado. Al rato, lo vio pasar de nuevo, esta vez en su misma dirección. Observó su continuo trajín de ir y venir, y le preguntó: ¿Qué haces colibrí? Voy al lago –respondió– tomo agua con mi pico y la arrojo para apagar el incendio. El jaguar se sonrió. ¿Estás loco? –le dijo. ¿Crees que vas a conseguir apagarlo así tú solo? Bueno –respondió el colibrí– yo hago mi parte…Y tras decir esto, se marchó a por más agua al lago.”
“Ya te entiendo –concluyó mi colega. No tanto despotricar de los demás e implicarnos más cada uno de nosotros en reclamar una mayor transparencia sobre la utilización de los dineros públicos, Solo así acabemos de una vez por todas con la impunidad de los corruptos”.
José María Martínez Laseca
(13 de febrero de 2014)
Sin ir más lejos, acontece en el bar de la Plaza de Herradores conocido como “El Cielo”. Ello porque en él no caben más que los justos, dada su estrechez. Encontrábame yo allí un día antes de comer, echándome un vinillo al buche cuando se me acercó un compadre ansioso de entablar conversación conmigo. “Oye –me dijo– ¿has visto a la infanta Cristina, incapaz de renunciar a sus privilegios y de hacer el paseillo para declarar ante el juez Castro como cualquier mortal?”. “Claro que sí –le contesté– por mucho que se diga “y el villano como el rey tienen idéntica ley”. Porque ya se sabe que hecha la ley, hecha la rampa”. “Los tribunales tendrían que actuar de manera ejemplarizante con todos los corruptos, pero lamentablemente algunos fiscales se comportan como abogados defensores de los poderosos –prosiguió. Mira lo que les ha pasado a los jueves Garzón y Silva por meterse con la Gürtel y con Miguel Blesa. La justicia no es, pues, un último recurso, ya que siempre nos queda el del pataleo, y es que los poderes político, economico y judicial obran en comandita y por ello la corrupción es difícil de atajar”. “Que no es solo cuestión de leyes –arranqué yo– sino de rescatar valores éticos. Un cuento guaraní dice que un día hubo un gran incendio en la selva. Todos los animales huían despavoridos. En esas, el jaguar vio con sorpresa a un colibrí volando hacia el fuego. Le extrañó y lo creyó desorientado. Al rato, lo vio pasar de nuevo, esta vez en su misma dirección. Observó su continuo trajín de ir y venir, y le preguntó: ¿Qué haces colibrí? Voy al lago –respondió– tomo agua con mi pico y la arrojo para apagar el incendio. El jaguar se sonrió. ¿Estás loco? –le dijo. ¿Crees que vas a conseguir apagarlo así tú solo? Bueno –respondió el colibrí– yo hago mi parte…Y tras decir esto, se marchó a por más agua al lago.”
“Ya te entiendo –concluyó mi colega. No tanto despotricar de los demás e implicarnos más cada uno de nosotros en reclamar una mayor transparencia sobre la utilización de los dineros públicos, Solo así acabemos de una vez por todas con la impunidad de los corruptos”.
José María Martínez Laseca
(13 de febrero de 2014)
sábado, 8 de febrero de 2014
¿Valladolid fue una fiesta?
Desde el pasado 31-E hasta el 2-F se juntaron numerosos representantes y cargos del PP en Valladolid. Para celebrar una Convención Nacional. Según el diccionario de la RAE: reunión general de un partido político (…) para fijar programas, elegir candidatos o resolver otros asuntos. Frente a lo que pudiera parecer a simple vista, el cónclave en cuestión no surgió porque sí; sino como reacción a la Conferencia Política que, bajo el eslogan de “Ganarse el futuro”, el PSOE celebró en Madrid durante los días 8 al 10-N de 2013. Allí el partido socialista buscó dar otra imagen en el espejo. Quiso dejar atrás la depresión sufrida en 2011 con un proyecto renovado para recuperar su base electoral. De hecho en su elaborada Ponencia Marco, sometida a largo debate previo, se apreciaba un claro giro a la izquierda. Ese debate de ideas se mezcló con el del liderazgo y surgió la apuesta por el proceso de primarias para elegir a sus candidatos. Y también hubo allí charlas-coloquio.
El PP juega al contraataque, porque en política no hay que perder la iniciativa. Apuesta por un prietas las filas -tras sonadas disidencias y ausencias-; por la unidad de España y la recuperación económica en la salida de la crisis, con un mensaje claramente optimista (“España va en la buena dirección”), frente al desánimo reinante. Suyo el “no dejes que la realidad te estropee una buena noticia”. Mucho autobombo, pues, por parte de sus cargos orgánicos, con Gospedal al frente. Y desfile de ministros, como Montoro superstart (sin que tampoco faltaran la inquiETA Esperanza Aguirre), o el misógino Gallardón ante el foco mediático. Los anfitriones León de la Riva, Alcalde de la ciudad, y Juan Vicente Herrera, Presidente de la Junta, se quejaron por el alto IVA cultural y el maltrato a la minería, respectivamente. (Detrás vendrá Montoro con las rebajas, al decirse que Castilla y León está sobrefinanciada. Al parecer no se tienen en cuenta otros criterios, que inciden en el coste de los servicios que se prestan, como son los del envejecimiento y la dispersión de la población).
En fin, apenas llevan media legislatura cumplida y parece que llevaran ya una vida entera. Con el consiguiente desmantelamiento de nuestro estado de bienestar. Y todavía Rajoy avisa de que bajará los impuestos. ¿A quién? ¿Milagro reformista cuando en España aumentan el paro, la desigualdad y la pobreza?
José María Martínez Laseca
(6 de febrero de 2014)
El PP juega al contraataque, porque en política no hay que perder la iniciativa. Apuesta por un prietas las filas -tras sonadas disidencias y ausencias-; por la unidad de España y la recuperación económica en la salida de la crisis, con un mensaje claramente optimista (“España va en la buena dirección”), frente al desánimo reinante. Suyo el “no dejes que la realidad te estropee una buena noticia”. Mucho autobombo, pues, por parte de sus cargos orgánicos, con Gospedal al frente. Y desfile de ministros, como Montoro superstart (sin que tampoco faltaran la inquiETA Esperanza Aguirre), o el misógino Gallardón ante el foco mediático. Los anfitriones León de la Riva, Alcalde de la ciudad, y Juan Vicente Herrera, Presidente de la Junta, se quejaron por el alto IVA cultural y el maltrato a la minería, respectivamente. (Detrás vendrá Montoro con las rebajas, al decirse que Castilla y León está sobrefinanciada. Al parecer no se tienen en cuenta otros criterios, que inciden en el coste de los servicios que se prestan, como son los del envejecimiento y la dispersión de la población).
En fin, apenas llevan media legislatura cumplida y parece que llevaran ya una vida entera. Con el consiguiente desmantelamiento de nuestro estado de bienestar. Y todavía Rajoy avisa de que bajará los impuestos. ¿A quién? ¿Milagro reformista cuando en España aumentan el paro, la desigualdad y la pobreza?
José María Martínez Laseca
(6 de febrero de 2014)
lunes, 3 de febrero de 2014
Una plaza bien hermosa
¡La de veces que habré rondado yo por este espacio mágico! El de la plaza de Bernardo Robles, antes de Teatinos y, después, del Mercado. Lo digo por mis muchas visitas al amigo Sergio (de “Hermanos del Rincón, las mejores frutas de cada estación”) y, siendo recepcionista nocturno del Hotel Leonor, yo venía a la tasca proletaria del Félix a degustar sus callos animados con guindillas. Hoy sigo haciéndolo por motivos laborales, cuando acudo a dar clase al instituto con más solera de Soria.
Lo de Teatinos, según Rabal, era por la Orden de Clérigos Regulares; Bernardo Robles, en honor del paisano filántropo del XIX y del Mercado ya que, para evitar tantos puestos de venta ambulante y mejorar la higiene de los productos, el Ayuntamiento ideó construir un mercado de abastos. No prosperó el estudio de Badiola en 1848 y hubo de esperarse al 30 de julio de 1914, con planos de Novella, Aragón y Hernández, para inaugurarlo. Prontas deficiencias obligaron reformas, las que siguieron en 1952 y 1986, desvirtuando su traza original. Recién, se ha optado por demolerlo para hacer uno nuevo, con inversión de 8 millones de euros, adjudicándose a Corsan Corviam Construcciones S.A.
Al retirar escombros, se despejó la plaza que recobra el esplendor que se advierte en el plano de Coello de 1860, con su fuente de estudios. Y refulgen sus edificios: iglesia del colegio San José, palacio del Marqués de la Pica, la casa de Antonio Jodra y la trasera del Instituto Antonio Machado. Aquí estuvo la iglesia medieval de San Miguel de Montenegro y por eso han salido huesos de difuntos al remover su suelo. Si es verdad, como dicen, que el actual mercado provisional de la plaza violada de las Concepciones tiene tan contentos a sus inquilinos, dada su centralidad y ventas: ¿por qué no se quedan allí definitivamente y se deja a nuestra singular plaza para el disfrute ciudadano? Mucho me temo que no será así. Nuestro burbujeante urbanismo, en tanto que especulativo y corrupto, siente horror al vacío y ocupa todo hueco libre del caso urbano con edificios excesivos, que simbolizan los abusos de posiciones de dominio. Y es que como alguien dijo: hay mucho canalla dentro de la muralla.
Soy consciente de que tras el mercado municipal existen intereses, por lo que mi sugerencia no fructificará, yendo a parar al hoyo de los sueños rotos.
José María Martínez Laseca
(30 de enero de 2014)
Lo de Teatinos, según Rabal, era por la Orden de Clérigos Regulares; Bernardo Robles, en honor del paisano filántropo del XIX y del Mercado ya que, para evitar tantos puestos de venta ambulante y mejorar la higiene de los productos, el Ayuntamiento ideó construir un mercado de abastos. No prosperó el estudio de Badiola en 1848 y hubo de esperarse al 30 de julio de 1914, con planos de Novella, Aragón y Hernández, para inaugurarlo. Prontas deficiencias obligaron reformas, las que siguieron en 1952 y 1986, desvirtuando su traza original. Recién, se ha optado por demolerlo para hacer uno nuevo, con inversión de 8 millones de euros, adjudicándose a Corsan Corviam Construcciones S.A.
Al retirar escombros, se despejó la plaza que recobra el esplendor que se advierte en el plano de Coello de 1860, con su fuente de estudios. Y refulgen sus edificios: iglesia del colegio San José, palacio del Marqués de la Pica, la casa de Antonio Jodra y la trasera del Instituto Antonio Machado. Aquí estuvo la iglesia medieval de San Miguel de Montenegro y por eso han salido huesos de difuntos al remover su suelo. Si es verdad, como dicen, que el actual mercado provisional de la plaza violada de las Concepciones tiene tan contentos a sus inquilinos, dada su centralidad y ventas: ¿por qué no se quedan allí definitivamente y se deja a nuestra singular plaza para el disfrute ciudadano? Mucho me temo que no será así. Nuestro burbujeante urbanismo, en tanto que especulativo y corrupto, siente horror al vacío y ocupa todo hueco libre del caso urbano con edificios excesivos, que simbolizan los abusos de posiciones de dominio. Y es que como alguien dijo: hay mucho canalla dentro de la muralla.
Soy consciente de que tras el mercado municipal existen intereses, por lo que mi sugerencia no fructificará, yendo a parar al hoyo de los sueños rotos.
José María Martínez Laseca
(30 de enero de 2014)
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